En el momento actual, la palabra fascista tiene una función de combate. Su empleo no tiene como finalidad describir la posición política de otra persona, sino busca sin tapujos destruir la reputación del otro, anularlo social y políticamente. En este sentido, cuando nos encontramos frente la utilización de la palabra fascista, no contemplamos un escenario de diálogo. Lo que acontece en ese momento es el uso de un arma arrojadiza. El que la utiliza no es necesariamente consciente de lo que hace o dice. Él o ella simplemente son soldados al servicio de una ideología o partido político. Si en una marcha o protesta de grupos denominados de izquierdas, como las hemos visto en el Perú o en otras partes del mundo, preguntáramos a alguien al azar la siguiente pregunta: ¿Quién es un fascista? ¿Qué lo caracteriza?, especulo que muchos no sabrían verdaderamente definir el término.
Se está dando un uso indiscriminado de la palabra fascista para describir cualquier posición que no comulgue con posiciones de izquierdas. No se entiende que ser: conservador, promercado, liberal, libertario, neoliberal, reaccionario no son ideologías o posiciones políticas que puedan ser descritas como fascismos. El problema radica en que el fascismo sí existe y tiene ciertas características que lo definen, que no aglomeran todo el espectro de la derecha política.
Entonces, ¿Qué es el fascismo? Para resolver esta pregunta empiezo por hacer referencia a la obra “La rebelión de las Masas” del filósofo español José Ortega y Gasset. Ortega opina que en siglo XX una nueva clase de hombre se está gestando y consolidando: el hombre masa. Desde un punto de vista histórico, lo que se produjo en el siglo XIX, en gran parte de Europa, fue la destrucción de las instituciones tradicionales, las bases sociales que habían sostenido la convivencia en el pasado. Lo que empieza a abundar son las masas de individuos desenraizados que pululan en las ciudades trabajando como obreros principalmente. El tipo de relaciones humanas que este nuevo hombre masa va estableciendo tienen un grado mucho menor de solidez y significancia para su existencia. El hombre masa es un huérfano de comunidad. Vive una soledad colectiva. Por esta razón, es una persona sumamente vulnerable al pastoreo de políticos demagogos. Según Ortega, lo que identifica al hombre masa es una arrogante autosuficiencia –parecida a la mediocridad– frente al mundo y sus desafíos. No aspira a nada y se jacta de ser quién es sin mayor explicación. En este sentido, es propenso a dejarse lisonjear por ideas que le prometan una vida mejor, sin que estas ideas posean suelo alguno. El hombre masa se siente seguro en la manada. Fuera de ella no es nadie.
Para entender la sordidez del fascismo hay que consultar otro autor. Esta vez el francés Gustave Le Bon, quien, estudiando la psicología de masas, se da cuenta de que los encuentros multitudinarios y la lógica de rebaño es capaz de anular la capacidad crítica de los individuos. Es él quien inspiró a Benito Mussolini, primer fascista, a diseñar su estrategia política, esta vez, de masas. Con buena propaganda y discursos exaltados que apelan a las emociones más profundas e irracionales del ser humano es posible manejar y manipular grandes cantidades de gente. En breve, el fascismo responde a una nueva coyuntura social, la llegada de las masas. Al revés que el marxismo-leninismo, que es dogmático, el fascismo es pragmático. No obstante, ambos apelan a las masas. El fascismo logra solidificar su poder dándoles algo que hacía tiempo que les faltaba, sentido de pertenencia y sentido de grandeza. Un rasgo característico del fascismo es la exaltación de la nación, concepto central en la ideología fascista. En ella el individuo puede sentir que pertenece a algo y que ese algo lo hace a él, pequeño personaje, grande. De ahí que siga ciegamente a sus líderes. Si el fascismo opera sobre masas acríticas y fanatizadas: ¿No se parece el fascismo al comunismo, al feminismo, a los movimientos LGTBQ, al indigenismo, etc?, todos ellos movimientos de masas.
Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú
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