OPINIÓN

Fantasmas del gran hotel

por Carlos Paolillo Carlos Paolillo

 

Il ricordo. Miguel Issa. Foto. Miguel Gracia

En abril de 1928 se inauguró el Hotel Miramar de Macuto, anunciado como “el balneario de postín más cotizado de Suramérica”. La suntuosa obra del arquitecto Alejandro Chataing, auspiciada por el propio Juan Vicente Gómez, anunciaba el inicio del turismo de lujo en la Venezuela que se estrenaba como país petrolero.

Casi siete décadas después, en ese mismo lugar, ya en estado ruinoso por el abandono, tuvo lugar una experiencia escénica singular. Los nacientes personajes de Miguel Issa tomaban los antiguos fastuosos espacios, para convertirlos en ámbitos de representación plenos de dolorosa nostalgia. Espuma de Champagne resultó un acontecimiento por la concepción del para ese entonces novel creador, que reunía a una galería de seres fantasmales provenientes de un presunto pasado brillante, para mostrarlos en la decadencia de su patetismo actual.

Eran criaturas surgidas de otro tiempo para  ofrecer las secuelas de las que fueron exultantes vidas. Personajes de ficción por los que Issa sentía  – y todavía hoy siente – verdadera obsesión, a partir de los que desarrolló un discurso gestual personalizado    pleno de nostalgia, evocativo humor e íntima y recóndita angustia.

Por el Gran Salón Tropical del Hotel Miramar, el Gran Salón y el Salón de Gala, que acusaban el paso del tiempo y la desidia institucional, deambulaban abstraídos en una época gloriosa, el cantante lírico alucinado y atado a su pasado, la chispeante pareja del show nocturno de variedades, y la polvorienta dama de antaño en busca de una rosa perdida. Junto a ellos, una gama de personajes arquetípicos desde eventuales huéspedes hasta anfitriones del hotel. Todos dan vida a las siete escenas que conformaban el espectáculo: Postales de oro, Il Ricordo, La Reveú, Olga y Tony Varieté, Gran Salón, Caricato en pena y Rose per sempre.

Caricato en pena. Miguel Issa. Foto Roland Streuli

Muestrario de personajes que conforman un mundo de fantasía espectral. Al unísono viven su plenitud y su vacío existencial. Danzan y cantan su grandeza. Sufren su extravío. No hay para ellos oportunidad de redención. Viven de la remembranza  desde su muerte en el presente.

Espuma de Champagne supuso también una indagación sobre la historia del Hotel Miramar y los contextos sociales de su época de esplendor. El antropólogo Oswaldo Marchionda, también participante de esta puesta en escena como intérprete, destacó aspectos referidos a su noche de apertura: “La inauguración del hotel contó con la notable ausencia del General Gómez quien por ´motivos familiares´ no pudo asistir a la cita. Este magno evento reunió a la crema caraqueña, dentro de la que destacó Laura Wonter, joven por inmanencia, hermosa pero patética damisela, fiel representante de la vacua sociedad aspirante de la época”.

El ambicioso proyecto de Miguel Issa tuvo ante si retos significativos de producción: desde la reconstrucción de la época a los efectos de vestuario, maquillaje, accesorios y elementos escénicos, y la ambientación del edificio en estado de total abandono – situación paradójicamente ideal para el espíritu de la propuesta a escenificar- hasta la logística de traslado de los espectadores hasta el litoral central.

La empresa propiciada por Miguel Issa, sintetiza  el mundo ilusorio en el que vive con especial fascinación, universo perdido en el olvido que no pertenece a él sino a otros en quienes se regocija y se compadece. Los suyos son seres inusitados, casi de celuloide, a la vez que portadores de una humanidad sobrecogedora. Pudieran ser caricaturas, remedos de otros tiempos y otras vidas. Su ámbito es el escenario antes dorado y majestuoso y el de las costumbres sociales ya en desuso. Son criaturas protagonistas en los salones de baile, la ópera y las varietés. También en los rituales populares y las fiestas familiares “clase media” de un país ya extinguido.

Espuma de Champagne. Foto. Miguel Gracia

Hace 25 años Espuma de Champagne marcó un referente escénico. El poeta Rafael Castillo Zapata escribió sobre esta aventura:

“Desde el polvo y la pena vienen. Los que vuelven a encontrarse de repente en un repliegue de tiempo, convocados por la fuerza de la carme y el recuerdo.  Y están aquí, arqueándose en sus cuerpos, retorciéndose, retomando la antigua piel de sus humores, de sus fiebres, para escapar de la noche en su teatro sumergido (…) Desde el polvo y de la pena vienen. Del olvido. Los que danzan la danza loca de la vida en las espumas de la muerte y su champán”.