OPINIÓN

Fantasías económicas

por Carlos Blanco Carlos Blanco

 

  1. El más reciente ballet protagonizado por Maduro, sus representantes y algunos empresarios es el de los acuerdos posibles en materia económica, para relanzar la economía con algunas medidas que permitan invertir, producir y trabajar con cierta seguridad. No es criticable que los empresarios que siguen en Venezuela busquen no solo sobrevivir sino incrementar su actividad y que intenten -¡también ellos!- buscar resquicios para sus negocios.
  2. Varios asuntos deben ser tenidos como telón de fondo de esta situación: el primero, consiste en advertir que los que siguen son sobrevivientes de varios tsunamis que no tienen garantías de cesar y que han dependido de las necesidades, posiciones y fortalezas relativas del régimen; desde aquellos días del sobrado Chávez, parado en la plaza Bolívar de Caracas chillando: “¡exprópiese!”, hasta los tiempos del más menguado Maduro que admite que el sol salga por el este; es decir, que admite la dolarización salvaje porque no puede impedirla. En ese marco se ha dado la sobrevivencia de algunos después de una intensa y sostenida mortalidad empresarial.
  3. El segundo aspecto que debe ser tenido en cuenta es que el fundamento de la actividad empresarial es, aunque algunos empresarios no lo crean, la libertad. Es mucho más que hacer plata y es una actividad de creación humana que reporta beneficios públicos y privados, que significa contribuir a la creación y al desarrollo de la polis, que usa la libertad desde una perspectiva ética, que procura nuevos productos y servicios en el marco de la ley y que gana decoro, aprecio colectivo, al crear empleo y respetar a sus trabajadores. En Venezuela, para ganar plata y nada más hay que estar conectado a la tubería de los recursos públicos; para hacer empresa hay que estar conectado a ideas, proyectos, esfuerzos privados y voluntad de riesgo. Todo esto último requiere libertad.
  4. Finalmente, hay que entender que el régimen de Maduro hace estas aproximaciones con el empresariado no por necesidades económicas y financieras, que las tiene, sino por necesidades políticas. Los próceres rojos están en plan de ganar tiempo, por esta razón han impulsado una nueva ofensiva de diálogo con sus aliados nacionales e internacionales, destinados a neutralizar enemigos y ganar adeptos. No hay algo que siquiera pueda ser pensado como recuperación, reconstrucción, reestructuración, sino que el intento es fortificar la ciudadela que se controla. Ante la asfixia progresiva buscan oxígeno; pero para ellos, no para la sociedad. Y esta es una diferencia esencial.
  5. La cuestión central de una tiranía no es que no se haga plata. En todas se hace; aún en las más ruinosas socialistas. Ocurre de este modo porque no solo la Nomenclatura tiene su burbuja de bienestar, sino porque para tenerla debe crear correajes nacionales e internacionales que garanticen un mínimo funcionamiento de la economía para que esa burbuja pueda existir; en ese proceso se crean otras burbujas de bienestar que permean hacia amigos, socios y también a empresas que aunque no formen parte del tinglado tiránico son básicas para producir bienes que no se pueden importar (por su naturaleza o por la carencia de divisas), para sostener las cadenas de distribución y algún nivel de empleo. Una economía contraída es suficiente para mantener el régimen siempre que tenga un mínimo de capacidad de funcionamiento: algo de gasolina, algo de divisas, algo de producción, y plata en circulación.
  6. Por cierto, hay quienes piensan que la ruina petrolera acabó con la Venezuela rentista y consagran responsos y epitafios a su centenaria y extinta vida. Huele que estos son los deseos que no empreñan. La pregunta que conviene hacerse es si la exigua producción petrolera actual –alrededor de 15% de lo que fue alguna vez– no es suficiente para que la mafia gobernante y sus asociados más cercanos sigan con la fiesta del rentismo. Cuando se habla de la muerte del rentismo hoy, en realidad se habla de la muerte del país; no de la sustitución de un modelo de producción por otro sino la progresiva decadencia del existente, cada vez más concentrado en sus beneficios en los grupos de poder, dada la contracción de la torta del reparto.
  7. El plan económico del régimen es un plan político para ambientar el diálogo hacia las elecciones de gobernadores. Se trata de la microgerencia de la actividad económica y financiera: aflojar aquí, apretar allá, permitir esto, relajar aquello, con la idea de un imposible modelo chino para lo cual no habrá inversiones importantes, salvo aquellas respaldadas por gobiernos con los cuales el régimen quiera mantener amistad o quiera lograr su condescendencia; en este aspecto no faltarán los gestos esperanzados –tal vez inútiles– al gobierno de Biden.
  8. Un factor de la cada vez más alborotada economía salvaje, con su dolarización salvaje, será la privatización salvaje que emergerá –de avanzar en esta línea– con la tiránica Ley Antibloqueo que hace del secreto una norma, para reflotar y no para sustituir el naufragio rentista. En este ambiente, acordarse con el régimen será entregarle todavía más la gerencia de las empresas y los dueños serán cada vez más administradores delegados.
  9. No hay nada de lo dicho que los empresarios no sepan: unos lo padecen y otros lo disfrutan. La cuestión está en decidir hasta dónde están dispuestos a llegar. No están obligados a asumir el papel de los políticos; pero lo que jamás podrán eludir es el requerimiento ético del empresariado responsable cuyo fundamento es la libertad.
  10. La pregunta siempre, al comienzo o al final, será, ¿qué haces por la libertad de tu país?