OPINIÓN

Fango

por Carlos Pérez-Ariza Carlos Pérez-Ariza

Fango rima con Tango. Hamás no. Israel sí. Begoña no. Se recomienda el fango verde para la piel. Ese color no abunda en España, aquí sólo está el negro que mancha bien

El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez (i), y su esposa María Begoña Gómez (c) escuchan al historiador cubano Eusebio Leal (d) / Foto Juanjo Martín – Agencia EFE

El fango es un lodo glutinoso formado por sedimentos férreos sobre suelos con agua embalsada. También significa ‘vilipendio, degradación’, según la RAE. El gobierno Sanchista usa la segunda acepción contra todo lo que se mueva en su contra: Jueces inoportunos, periodistas chinchosos o una oposición a la derecha y más allá. Proclaman ser víctimas de oleadas de fango, que lo exoneran de todas las culpas que les atribuyen esos conspiradores.

Vuelto verbo, enfangar sale rentable. ‘No es verdad de lo que me acusan, es fango’, gritan los zurdos. Así, salvan el tipo. El fango hace malos a quienes lo esparcen. Los acusados quedan inmaculados. Ese fango es un recurso lírico. Un estribillo repetido sin parar se convierte en una afirmación que parece cierta. Goebbels mediante lo probó con creces. El socialista enfangado salva su responsabilidad sobre lo que le culpan. Propagar que no es culpable, que lo son quienes esparcen el fango sobre ellos, le absuelve ante la memoria histórica.

Enfangada la siniestra por la malvada diestra, los zurdos parecen ir ganando la batalla del fango. Desde sus curules o desde las mesas camillas televisivas, se presentan como agredidos por los opositores. Así, que son inocentes de todo lo que se les acusa. Que el juez cita a Begoña: ¡Fango! Que un digital va contra Begoña: ¡Fango y más fango! Que Feijóo apunta a la Moncloa: ¡Fango a toneladas! Que la Fiscalía Europea investiga: ¡Fango total!

Los regímenes autoritarios siempre se han quejado de recibir fango y usado la misma arma pegajosa contra sus críticos. Ejemplos tiene la historia. Y han llegado a que el fango se convierta en Gulag, campos de concentración, mazmorras asiáticas o las del continente americano. No, aquí no hemos llegado aún a confinar a los fangosos a los calabozos. Pero no es descabellado pensar que, si la fiesta del fango continúa, esta nueva democracia española, de signos autoritarios, podría llegar a esa práctica de comprobada eficacia. Cobijarse así contra la artillería fangosa de los adversarios les ha dado resultados.


Carlos Pérez-Ariza es doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga.

Artículo publicado en el diario La Razón de España