OPINIÓN

Fanatismo y referéndum

por Antonio Guevara Antonio Guevara

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Hay una ola vomitiva de fanatismo y maniqueísmo que corre desaguándose por la calle y que está inundando libremente la opinión pública con el tema desempolvado convenientemente por el régimen, en el reclamo territorial ante Guyana por el territorio Esequibo. La intransigencia política de la coyuntura –léase el enfrentamiento entre el gobierno y la oposición– no deja elevar la visión hacia un tema de Estado como el reclamo que es de territorialidad y de soberanía. El litigio territorial con Guyana más la convocatoria a un referéndum consultivo sobre el particular en una fecha próxima es una realidad política y militar en este momento a la que no se pueden sustraer los principales actores de la coyuntura venezolana. El gobierno y la oposición se han desplegado en sus respectivos zafarranchos de combate donde lo medular reside en los avances de los gobiernos democráticos hacia el objetivo de la reclamación y los retrocesos que han ocurrido en el camino del litigio en la revolución bolivariana. Desde la trinchera roja y la azul, como en la primera guerra mundial, los intercambios agresivos se diluyen entre acusaciones de lado y lado, mientras Guyana deja de lado lo parroquiano y lo coloquial de lo interno y se dedica a lo del estado.

Como si se tratara de una dupla histórica, política y militar señalada por los arcanos para asociarse siempre en el imaginario venezolano Hugo Chávez y Rafael Caldera parecieran destinados a estar apuntados por el dedo de la opinión pública desde ese desafortunado episodio del sobreseimiento presidencial. En el caso que nos ocupa del territorio Esequibo y el reclamo hay tanta incidencia en responsabilidades en dejar ese tema de estado, profundamente dormido e inerme durante 12 años con el protocolo de Puerto España como con la infeliz declaración del año 2004 de ponerlo a cabecear otro tiempito más de 19 años mientras Guyana hace negocios con la Exxon Mobil durante los cuales prometió no molestar ni oponerse. Sin pasión y solo elevando la reflexión serena libre de fanatismos ¿Hay alguna diferencia en los avances políticos, económicos, militares y sociales de Guyana en el territorio en reclamación en esos dos momentos de pijamas, pantuflas y Alprazolam del reclamo alentados en 2004 por el reo sobreseído y en 1970 por el magistrado que lo sobreseyó? Todo apunta a que no.

Hay otras cosas que en el tiempo han podido hacerse y plantearse a través de las mismas consultas al pueblo, a pesar de que como figuras expresamente establecidas en la Constitución nacional de 1961 no aparezcan, como si en la de 1999. Ahora, fuera de las pasiones y a saber, en el libre ejercicio de la imaginación y para ayudar a que en la opinión desarrollemos estos escenarios.

Ese referéndum consultivo sobre el Esequibo, en 1966, después de haber sido suscrito el Acuerdo de Ginebra  el 17 de febrero e inmediatamente de la ocupación de la isla e instalado la Base de Seguridad Territorial Isla de Anacoco; promovido por el gobierno del presidente Raúl Leoni con las mismas 5 preguntas del que está convocado para el 3 de diciembre de 2023 por el actual gobierno; hubiese provocado las mismas reacciones fanáticas y extremistas ajenas al alto interés nacional de ahora, si se le incluyera una sexta como: ¿Está usted de acuerdo en apoyar una iniciativa operacional de naturaleza militar más allá de la isla de Anacoco hasta las inmediaciones de Mabaruma y Morauhanna para la recuperación del territorio Esequibo?

O esta otra. Ese referéndum consultivo sobre el Esequibo, en 1969 durante las secuelas de la rebelión en la zona del Rupununi el 2 de enero de 1969 y promovido por el gobierno de Raúl Leoni (presidente saliente) y el nuevo gobierno de Rafael Caldera (presidente electo) con las mismas 5 preguntas, hubiese provocado las mismas reacciones fanáticas y extremistas ajenas al alto interés nacional de ahora si se hubiera incluido una pregunta número 6 al tenor de la siguiente: ¿Está usted de acuerdo en apoyar una iniciativa operacional de naturaleza militar en conjunción con los amerindios de la zona, para la recuperación del territorio Esequibo y su anexión a Venezuela?

Esta también tiene pertinencia de orden. Ese referéndum consultivo sobre el Esequibo, en 1970 y promovido por el gobierno del presidente en ejercicio Rafael Caldera con una sola pregunta, hubiese provocado las mismas reacciones fanáticas y extremistas ajenas al alto interés nacional de ahora. La pregunta en cuestión sería la siguiente: ¿Está usted de acuerdo en congelar desde Puerto España, y darle valeriana en Caracas y burundanga en Georgetown durante 12 años, de común acuerdo con Guyana, a la reclamación del territorio Esequibo?

Esta consulta con la pólvora aún humeante de los golpes del 92 y promovidas desde la Cancillería criolla puede ser útil. Ese referéndum consultivo sobre el Esequibo, en 1992 y promovido por el gobierno del presidente CAP después del 4F con las mismas 5 preguntas y con la intención de contrarrestar los efectos del golpe y su posible defenestración del poder ¿hubiese provocado las mismas reacciones fanáticas y extremistas ajenas al alto interés nacional de ahora?

O este escenario de consultas más revolucionario. Ese referéndum consultivo sobre el Esequibo, en 1999 y promovido por el gobierno del entonces presidente Hugo Chávez con las mismas 5 preguntas y la euforia política del cambio de ese entonces animada por los tirios rojos y los troyanos azules vestidos de oportunismo político ¿hubiese provocado las mismas reacciones fanáticas y extremistas ajenas al alto interés nacional de ahora?

Pues no, nada que ver. El régimen convocó conveniente y oportunamente a un referéndum para el 3 de diciembre de 2023 sobre el reclamo del Esequibo y con él ha inundado la opinión pública, buscando eclipsar los efectos de los resultados de las elecciones primarias del pasado 22 de octubre de 2023. Dos cosas se han provocado y se manifiestan en efectos a nivel de las redes sociales y se proyectan hacia la calle: la disonancia cognitiva y la disociación frente, con y desde el tema del Esequibo generando una división conveniente que ha sido alentada desde los laboratorios situacionales del régimen, donde muy mansitos han caído distintos sectores de la oposición levantando las banderas del radicalismo.

En ese largo camino trazado desde acá en que se lee este texto hasta las elecciones presidenciales del año 2024 –en lo que desde esta tribuna ilustramos como el segundo puente en la ejecución del lema político Hasta el final- queda un accidentado y espinoso sendero para recorrer por la candidatura unitaria. En el convencimiento de que el tema del referéndum, y el escalamiento del conflicto externo entre Guyana-Venezuela puede desenlazarse de muchas maneras con incidencias positivas y negativas hacia el interno, hay que abrirse en la imaginación del amplio margen de maniobras que se sirven en la mesa como opciones y para atizar la emocionalidad, para que se embistan con furia taurina los trapos rojos como dilemas de falsedad. El régimen que hace de director, que monta la escenografía, con roles de utilero, en tareas de libretista, con el lápiz de guionista, con sus diálogos de actor principal y con el mando de dueño de la sala de proyección puede arrimarse la mayor cantidad de ventajas en razón de que tiene los controles desde el origen y maneja las teclas del on y del off de la película en términos de la iniciativa, de la libertad de maniobra y de sus tiempos de aplicación. De manera que cegarse en la defensa intransigente y radical de una posición dentro de la oposición, con una pasión desmedida e irracional de una verdad sin matices, con la fe ciega de que esa consulta de diciembre es inocua políticamente y con una interpretación lineal del conflicto con Guyana en este momento puede empujar por un camino distinto al de la victoria y desbarrancar la carreta unitaria y todas las esperanzas del cambio político que se han embarcado en ella. Cosas del fanatismo, del delirio, de la obsesión, de la intolerancia y del distanciamiento de la verdad. De la fogosidad delirante y de sus cercanías con el fundamentalismo que hijos como son de la emocionalidad y del sistema límbico pueden regresarnos a los tiempos del gobierno interino y sus desvaríos maniqueos y fantasiosos. Se ha compartido mesa, silla, cocteles, sonrisas y estrujones de manos y abrazos en Oslo, México, República Dominicana y Bahamas en un proceso de negociación política para un asunto de gobierno. ¿Por qué no para otro de Estado como lo es el reclamo del Esequibo? La expresión de algunos puede ser: ¡El Esequibo puede esperar! Hay que recordar que está sentado cabeceando en la antesala de los despachos oficiales, esperando pasar al salón principal desde el Laudo de París en 1899.

La historia del reclamo del territorio Esequibo no está exenta de la pasión nacionalista que quiere tocar en este momento político el régimen. Las elecciones presidenciales del año 2024 son un tema de gobierno, de posibilidad de cambio político y de jurisdicción constitucional; el Esequibo es una realidad de Estado con incidencia en la nación que se inicia desde los tiempos de la Capitanía General de Venezuela y que está cargado de una gran titularidad y de registros oficiales que lo soportan en el tiempo. Doscientos años de vida republicana le hacen base histórica, veinticinco constituciones le dan entidad al territorio en alguno de sus primeros artículos, cualquier cantidad de jefes de Estado lo han atendido con mayor o menor voluntad, entusiasmo e interés en sus magistraturas; y millones de venezolanos esperan ejercer definitivamente en algún momento la soberanía en esos 159.542 kilómetros cuadrados del territorio en reclamación, por encima del fanatismo, del maniqueísmo, de la intransigencia política, de la intolerancia y del delirio que corren libremente por la calle y por las redes en este momento.