OPINIÓN

Familia y escuela juntas

por César Tinoco César Tinoco

Antes de la pandemia y en cualquier lugar del mundo, el alto estrés y el aislamiento social de las familias con niños eran temas comunes. Los padres trabajaban todo el día y llegaban tarde a casa y cansados, lo que limitaba su oportunidad de tener un contacto significativo con sus hijos, participar en la educación y conocer a sus vecinos. La realidad descrita era un factor importante que impedía el desarrollo de un vínculo fuerte y positivo entre padres e hijos.

Resulta ser que a alguien por allá en Calgary, Canadá, se le ocurrió la idea de materializar una iniciativa social a la que le colocó el nombre de “Familia y escuela juntas” o FyEJ:  un programa de prevención que busca fortalecer la red de seguridad de los niños al mejorar sus relaciones con sus familias, compañeros, maestros, personal escolar y otros miembros de su comunidad.

FyEJ crea valor social abordando las necesidades de los niños y sus familias mediante la construcción de factores de protección internos que ayudan a los miembros de la familia a identificar señales de advertencia de estrés, aislamiento y mala salud mental. Dicho programa se centra en lo siguiente:

Al desarrollar una conciencia representada en los puntos mencionados, las familias inscritas en la iniciativa tienen la posibilidad inmediata de acceder a los servicios de apoyo si es el caso y surgen problemas dentro de su seno.

Todo lo anterior puede ser descrito con una narrativa corta y potente que contiene la clave de la iniciativa social: el marco teórico que conduce al cambio entre la situación actual y la situación esperada luego de implementar la iniciativa. Dicha teoría tiene el siguiente enunciado: «Si fortalecemos la comunicación y las conexiones entre padres, niños y las escuelas, entonces es más probable que los niños tengan éxito en la escuela y los padres tengan una mayor participación en la comunidad».

La iniciativa involucra a un grupo de participantes (denominados stakeholders), algunos de los cuales aportarán dinero o tiempo (los inputs) que a lo largo del horizonte de vida de la iniciativa, conducirá a los cambios esperados (los outcomes). El valor social creado es el valor de los cambios, los cuales se monetizan a través de proxys financieros. Por ejemplo, en el caso de FyEJ, es posible identificar siete cambios, mismos que pueden ser monetizados, es decir, se les asigna un valor financiero, un valor en moneda. Para efectos de ilustración detallo los tres cambios más importantes producidos por la iniciativa y que conforman 76% del valor financiero total asignado.

En primer lugar, se reduce el uso y abuso de sustancias. Este cambio no es inmediato, sino que se espera tenga lugar en el cuarto y cinco año de la iniciativa. Como mínimo, 20% de los niños de la cohorte que participa no se involucra en el uso y abuso de sustancias. El uso y abuso de sustancias conlleva a un costo de atención de 1.414 dólares al año por niño mayor. Dado que la cohorte tiene 104 niños, lo anterior conduciría a un ahorro de 28.555 dólares.

En segundo lugar, se reduce el estrés en el niño, lo que reduce la necesidad de que sea puesto bajo cuidado profesional. Cada vez que un niño es puesto bajo cuidado toma un tiempo de 3 meses al año. El costo mínimo en cuidado es 66 dólares por noche. La iniciativa social conduce a que, al menos, 3% de la cohorte de niños no tenga necesidad de ser puesto bajo cuidado, lo cual desembocaría en un ahorro de 17.993 dólares.

El tercer cambio más importante es que ya no se necesita un asistente educativo. El costo promedio para un niño que requiere un asistente de enseñanza es de 5 horas por semana durante 10 meses a 14  dólares por hora. Se estima que 5% de la cohorte de niños, como consecuencia de la iniciativa social, ya no necesitarán al asistente educativo. Lo anterior produciría a un ahorro de 14.273 dólares.

Así, los tres cambios más importances conducen a un ahorro de 60.281 dólares y esta cifra es el valor creado por esos tres cambios para la sociedad. Claro, el valor del primer cambio citado, solo tiene lugar en el cuarto y quinto año de la iniciativa, mientras que los otros seis ocurren siempre durante el horizonte de vida de la iniciativa que es de cinco años.

Cuando uno computa, mediante metodología similar, el valor monetizado de los otros cuatro cambios esperados (en total siete) y halla el valor presente de los mismos a una tasa de descuento anual de 3,5% (no olvide que estamos en Calgary, Canadá), uno obtiene que el valor presente de los cambios esperados, el valor de todos los cambios al día de hoy, monta a 296.475 dólares. Si la inversión total en el programa hoy es de 177.000 dólares, entonces el SROI (Retorno Social de la Inversión) es de 1,68 (296.475 dpoolares / 177.000 dólares) y lo cual se interpreta como “la creación de 1,68 dólares de valor social por cada dólar invertido en la iniciativa”.

Dos cosas son fundamentales en el SROI: una es conocer todos los posibles involucrados (stakeholders) e imaginar todos los cambios que produce una iniciativa social. La segunda es asignar, a la mayor cantidad posible de cambios identificados, valor financiero mediante un proxy y para lo cual hay que saber acceder a estadísticas en Internet con el buscador de su preferencia. El resto es carpintería que se trabaja en una hoja Excel, manejado este desde un nivel básico.

Ahora ya sabemos que si la iniciativa social A genera un SROI de 1,68 y la iniciativa social B genera un SROI de 28,65, entonces la iniciativa B genera mayor valor para la sociedad que la iniciativa A. Un altruista efectivo ya vería, claramente, a quién donar su dinero.