Para cualquier analista desde la óptica de izquierda militante, que es distinta a la de la izquierda objetiva y autocrítica, es incomprensible lo que ha estado pasando en Perú. Desde que se salió Fujimori, el estado natural de Perú ha sido la inestabilidad política por una parte y el crecimiento económico por la otra. ¿Cómo ha sido esto compatible? Mi respuesta ante este fenómeno está relacionado, entre seguramente otras tantas, a la capacidad que ha tenido ese país, llámese su clase política, la oligarquía, como más le guste a los refinados analistas de cualquier tendencia, de mantener a los presidentes en el centro del espectro político y a la capacidad de sus empresarios de apostar por su país sin vacilación. ¿Recuerdan cómo se afirmaba cuando ganó las elecciones Ollanta Humala que sería una fiel copia de Chávez?
Su economía vigorosa es sorprendente para los estándares de esta región. Su crecimiento en el sector turismo es incuestionable y la capacidad de mantener en contención las provocadoras diferencias étnicas, históricas y las apetencias radicales por generar un conflicto entre los originarios de la sierra y el centro han estado minimizadas. La pregunta obligatoria es si ahora, con esta situación del golpe “ingenuo” de Castillo, ¿se caerán los naipes que sutilmente han sostenido en equilibrio relativo a esa nación de nuestra región?
Para nadie es un secreto las deficiencias del Perú, muy similares a la de la mayoría de nuestros países. La corrupción, en el centro de la pirámide. Escándalos, presidentes van y vienen, oportunismo y mucha fractura social. Del otro lado instituciones sólidas, las Fuerzas Armadas, la Cancillería, el sistema de justicia.
Ahora bien, una pregunta válida es aquella que nos cuestiona sobre la calidad política del país en su conjunto. ¿Cómo es que el electorado va de tumbo en tumbo cuando elige a sus presidentes? Cuánta capacidad de equivocarse, de mal apreciar lo que realmente más les conviene. Por supuesto, este es un tema para la antropología política, pero sin duda genera mucha desesperación y hasta frustración ver, en general en nuestra región con sus excepciones, cómo los pueblos le otorgan validez en origen y luego rápidamente se frustran cuando estos desempeñan sus funciones.
La luna de miel del maestro Castillo fue corta. Efectivamente ganó, pero con un electorado que tenía pocas opciones. Más allá del sombrero, demostró poca capacidad como estadista. Ah, pero es que se parece al pueblo, representa los orígenes étnicos, la trampa fatal de estos tiempos. Hasta cuándo presidentes que se parezcan al pueblo, como si lo fenotípico garantizara virtudes. Al contrario, que se parezcan a lo que se debe parecer un pueblo: sobriedad, honestidad, educación, valores y pare usted de contar.
Castillo se jugó una carta adelantada que le salió mal. Comunicó el cierre temporal del Congreso junto con la reorganización del Poder Judicial y nada menos que el Tribunal Constitucional, seguido del anuncio de un estado de excepción para gobernar por decreto. Sin duda, un intento de ruptura del orden constitucional. A los oídos de los venezolanos, nos trae recuerdos del pasado. Lo aconsejaron mal. Su accionar fue el de un golpe de Estado desde la presidencia. Jugó adelantado y lo atajaron a tiempo. El Congreso con mandato constitucional lo destituyó y abortó el golpe. Prosperó la institucionalidad, que es la clave de la estabilidad de nuestros países. Como lo afirmaba el secretario general del CLAD en estas mismas páginas citando al Consenso de Sucre , el “Estado debe ser fortalecido en sus capacidades de intervención y dotado de instituciones sólidas”. Lo sustituye su vicepresidenta, mujer de izquierda; el Congreso en su mayoría también se ubica en ese espectro de la política, lo que descarta que sea un golpe de la derecha contra el maestro. Siempre pensamos que, manteniéndose en el centro político, Castillo terminaría su mandato. Mas, sin duda lo enredaron y lo colocaron en el epicentro del peor escenario. Desde el inicio la presión fue constante, pero la falta de manejo político lo llevó por ese sendero en el que las manos de los radicales y compañía seguramente siguen en plena efervescencia. El intento de detener a la fiscal de la Nación fue la primera pincelada de hacia dónde se podía dirigir el destino del Perú de haber progresado la intentona golpista.
Lo cierto es que ese país no está mejor que hace quince días. Cada muerto y cada protesta es una estocada para su estabilidad. Esta nueva realidad pone en apuros a su clase política y que la necesaria convocatoria a mecanismos de concertación y unidad son fundamentales. Muchos apuestan a una Bolivia/Evo 2. Pescan en río revuelto, hacen apología de la solidaridad inmediata, sin entender las complejidades, dificultades e interés ideológicos detrás de estos acontecimientos. Los llamados a un referéndum constituyente, “no hay marcha atrás, no daremos tregua, al pueblo se respeta, el gobierno es una dictadura y no es constitucional, se necesita un nuevo pacto social, el pueblo unido jamás será vencido etc.” son los gritos de “guerra” orquestados con vocación genuina uno y otros con intervención foránea seguramente buscando pescar en río revuelto .América Latina con diversas reacciones, la UE y Estados Unidos manifestaron su apoyo al nuevo gobierno.
Siempre apostaremos por una salida pacifica, oportuna y al rescate de la democracia. Hay quienes quieren fortalecer sus posturas políticas permitiendo que florezca lo peor de nuestra región. La lucha de clases, las diferencias étnicas, la destrucción de la actividad privada y la continua desunión entre nuestros pueblos. El intervencionismo de algunos países en los asuntos internos peruanos es evidente.
El año 2023 no estará exento de nuevos riesgos globales. Los que se vislumbran no son pocos, muchos de ellos con efectos directos en nuestra región. Lo que menos queremos y nos conviene es que América Latina siga por el sendero de la desunión y nuevas crisis internas. Que los peruanos resuelvan dentro de sus marcos constitucionales esta situación y ojalá que más temprano que tarde prospere un proceso eleccionario que con unidad deje atrás estos intentos desestabilizadores. El potencial económico del Perú es extraordinario, su fortaleza turística es una mina de oro ,que su progresión no encuentre más dificultades .
Siendo mi último artículo del año, aprovecho para desearle a mis estimados lectores una Feliz Navidad y un próspero nuevo año 2023.Que nuestra Venezuela se enrumbe hacia la paz, la libertad y el crecimiento económico.