-¿Y a dónde va la señora gallina? La pregunta se la hace un hombretón tosco y rudo, bigotón a lo charro de Jalisco, con un sobretodo camuflado y agresivo que le chorreaba por los costados con un faldón de militarote, presidido con un cachuchón inmenso, rodeado de una corte de adulantes y con una sonrisa de poder que no la brincaba un venado. -¡Voy a mi fiesta democrática! La que nos convoca cada cierto tiempo para elegir a nuestros gobernantes. La respuesta de la polla con toda la pompa de sus plumas pulidas y limpiecitas, atesoradas y cuidadas con esmero durante 40 años la cacareaba con toda la presunción en el desfile circunstancial ante tantos poderosos. -¡Ibas! La sonoridad del amenazador mostacho fue acompañada de un estirón por el penacho que le coronaba el pescuezo al ave, de un apretón que la inmoviliza en todo el cuerpo y de la tala inclemente en carne viva de casi todo el plumaje que orgullosamente la cubría mientras el jayán de uniforme se lanzaba con un discurso ante su séquito.
No hay una confirmación de la veracidad de esa historia que circula ampliamente en las redes sociales de la gallina que el dictador soviético José Stalin despluma cruelmente frente a sus colaboradores para demostrar, mientras le lanza a la adolorida ave unas bolitas de trigo que esta corre a picotear, que a los pueblos se les puede continuar subyugando y encadenando, mientras eventualmente se les tire algo. A pesar de que se le arranquen en carne viva las plumas. Cierta o no, esa es la historia de muchos pueblos. Sin ir muy lejos el cubano. Y la experiencia venezolana es la más fiel adaptación de que esa realidad que se vive en el país hace de cualquier manto de duda en la especie cruel que se le atribuye a Pepe Vissariónovich una confirmación de la tesis que se desprende.
La revolución le ha torcido el pescuezo a los trabajadores en general, le ha amarrado las alas a la masa laboral sin distingo de ningún sector y mientras, le ha dejado el pico libre para expresarse en el voto a conveniencia cada cierto tiempo. El puño duro del régimen le ha ido desprendiendo en carne viva las plumas de las históricas conquistas y beneficios socioeconómicos alcanzados durante los 40 años de la democracia iniciada a partir del 23 de enero de 1958. Durante ese periodo estigmatizado, los salarios, las prestaciones sociales, las primas y las pensiones fueron las banderas más importantes de todos los trabajadores que fueron alimentando el futuro una vez alcanzada la edad del retiro y de la jubilación. El equivalente al rol de protección y de salvaguarda que cumplen de manera general las plumas de las aves, mis estimados gallináceos. Mención adicional que les sirven para volar, como reguladoras y aislantes térmicos, para camuflarse de depredadores, para ejercer el cortejo como los gallos y los pavos reales, y otra serie de atributos inherentes a la especie. ¿Dónde aparecen en esta historia criolla las bolitas de trigo del camarada georgiano Iósif para la gallina venezolana? En los bonos. Es muy sencillo. A medida que los logros y beneficios socioeconómicos de los trabajadores se han ido aplanando y desapareciendo paulatinamente –el equivalente a desplumar la gallina– cada cierto tiempo la revolución bolivariana anuncia con bombos y platillos la implementación de alguno y los mecanismos más apretados y controladores para acceder a ellos. El primero en esa fase es el registro en el sistema Patria y su correspondiente emisión del carnet de la patria. Es el equivalente a la acreditación para que el régimen pueda tener toda la autoridad y el derecho de jalarte con una refinada crueldad y con la paciente seguridad de que a pesar de todo el dolor que te puede generar cada extirpación de plumas en todo el cuerpo, tu nivel de atención e interés no será el tiempo, las condiciones, las calificaciones, la categoría ni los niveles políticos, sociales y económicos del gallinero en general, y si que cada cierto tiempo con la regularidad que controla el régimen te lancen un bolo de trigo, es decir, te depositen el bono. Cualquiera, no importa que sea en especie como una bolsa CLAP. Es ese momento en que el bolo del bigotón soviético se metamorfosea en el bono del otro bigotón cubano-colombiano-venezolano ¿Sencillo?
En algún momento cuando la política deja de estirarse para la solución de los problemas económicos y se pone muy distante, la gente se va directo a lo inmediato –lo económico
Fábula de gallinas con dictadores
Por: Antonio Guevara
-¿Y a dónde va la señora gallina? La pregunta se la hace un hombretón tosco y rudo, bigotón a lo charro de Jalisco, con un sobretodo camuflado y agresivo que le chorreaba por los costados con un faldón de militarote, presidido con un cachuchón inmenso, rodeado de una corte de adulantes y con una sonrisa de poder que no la brincaba un venado. -¡Voy a mi fiesta democrática! La que nos convoca cada cierto tiempo para elegir a nuestros gobernantes. La respuesta de la polla con toda la pompa de sus plumas pulidas y limpiecitas, atesoradas y cuidadas con esmero durante 40 años la cacareaba con toda la presunción en el desfile circunstancial ante tantos poderosos. -¡Ibas! La sonoridad del amenazador mostacho fue acompañada de un estirón por el penacho que le coronaba el pescuezo al ave, de un apretón que la inmoviliza en todo el cuerpo y de la tala inclemente en carne viva de casi todo el plumaje que orgullosamente la cubría mientras el jayán de uniforme se lanzaba con un discurso ante su séquito.
No hay una confirmación de la veracidad de esa historia que circula ampliamente en las redes sociales de la gallina que el dictador soviético José Stalin despluma cruelmente frente a sus colaboradores para demostrar, mientras le lanza a la adolorida ave unas bolitas de trigo que esta corre a picotear, que a los pueblos se les puede continuar subyugando y encadenando, mientras eventualmente se les tire algo. A pesar de que se le arranquen en carne viva las plumas. Cierta o no, esa es la historia de muchos pueblos. Sin ir muy lejos el cubano. Y la experiencia venezolana es la más fiel adaptación de que esa realidad que se vive en el país hace de cualquier manto de duda en la especie cruel que se le atribuye a Pepe Vissariónovich una confirmación de la tesis que se desprende.
La revolución le ha torcido el pescuezo a los trabajadores en general, le ha amarrado las alas a la masa laboral sin distingo de ningún sector y mientras, le ha dejado el pico libre para expresarse en el voto a conveniencia cada cierto tiempo. El puño duro del régimen le ha ido desprendiendo en carne viva las plumas de las históricas conquistas y beneficios socioeconómicos alcanzados durante los 40 años de la democracia iniciada a partir del 23 de enero de 1958. Durante ese periodo estigmatizado, los salarios, las prestaciones sociales, las primas y las pensiones fueron las banderas más importantes de todos los trabajadores que fueron alimentando el futuro una vez alcanzada la edad del retiro y de la jubilación. El equivalente al rol de protección y de salvaguarda que cumplen de manera general las plumas de las aves, mis estimados gallináceos. Mención adicional que les sirven para volar, como reguladoras y aislantes térmicos, para camuflarse de depredadores, para ejercer el cortejo como los gallos y los pavos reales, y otra serie de atributos inherentes a la especie. ¿Dónde aparecen en esta historia criolla las bolitas de trigo del camarada georgiano Iósif para la gallina venezolana? En los bonos. Es muy sencillo. A medida que los logros y beneficios socioeconómicos de los trabajadores se han ido aplanando y desapareciendo paulatinamente –el equivalente a desplumar la gallina– cada cierto tiempo la revolución bolivariana anuncia con bombos y platillos la implementación de alguno y los mecanismos más apretados y controladores para acceder a ellos. El primero en esa fase es el registro en el sistema Patria y su correspondiente emisión del carnet de la patria. Es el equivalente a la acreditación para que el régimen pueda tener toda la autoridad y el derecho de jalarte con una refinada crueldad y con la paciente seguridad de que a pesar de todo el dolor que te puede generar cada extirpación de plumas en todo el cuerpo, tu nivel de atención e interés no será el tiempo, las condiciones, las calificaciones, la categoría ni los niveles políticos, sociales y económicos del gallinero en general, y si que cada cierto tiempo con la regularidad que controla el régimen te lancen un bolo de trigo, es decir, te depositen el bono. Cualquiera, no importa que sea en especie como una bolsa CLAP. Es ese momento en que el bolo del bigotón soviético se metamorfosea en el bono del otro bigotón cubano-colombiano-venezolano ¿Sencillo?
En algún momento cuando la política deja de estirarse para la solución de los problemas económicos y se pone muy distante, la gente se va directo a lo inmediato – lo económico – sin pasar por los temas relacionados con aquella. Por eso las protestas son por salarios, por pensiones, por medicinas y ninguna contra el bigotón que te va despellejando poco a poco desde Miraflores y después te lanza una chaqueta en salmuera que es dentro de la revolución bolivariana el origen de todos los males. Cuando empieza el día, la principal necesidad que hay que satisfacer es la comida. Eso es de inmediato. Y terminas el desayuno y la mente en pensamiento y acción se te va en el almuerzo. Sin estirarte hacia la cena. Y así hasta que la otra necesidad te vence –el sueño– para empezar al día siguiente con el mismo nivel de pensamiento. Es muy básico. En algún momento eliminas la cena y tu lucha se cierra en dos etapas diarias. El desayuno y el almuerzo. Alguna fase de la subsistencia te pondrá a coincidir ambas comidas con lo que salga y desde donde salga. No hay oportunidad para ponerse exquisito en las opciones. A medida que tu subyugador te va arrancando plumas dolorosamente tu foco está en comer, una vez al día y a cualquier hora. Hasta que tomas una decisión: te vas en la cola de los 7 millones de venezolanos que hacen parte de la diáspora alrededor del mundo o te quedas a esperar la mano que te va a seguir despellejando y después te lanza bonos envenenados.
Las dos revoluciones que hacen de emblema a la bolivariana han dejado sembradas mortandades históricas. El Holomodor de Stalin entre 1932 y 1933, y los años subsiguientes durante la famosa colectivización de la URSS generó millones de soviéticos muertos y la gran hambruna china de Mao entre 1958 y 1962 también tuvo registros millonarios en muertes. En ambas referencias históricas, políticas, geográficas y económicas, esos asuntos de apretones, de gallinas, de plumas y de bonos hay un alto nivel de coincidencias. Igual en Cuba y ahora en Venezuela.
Moraleja: en algún momento el gallinero se debe poner de acuerdo. Todos a la una sin esperar cantos de gallos, olvidarse de bolos de trigo y de bonos eventuales; y saltar la cerca sin concierto como quien salta las rejas sembradas de bayonetas, las paredes que hacen de trinchera y las prevenciones hasta el mismo epicentro desde donde despacha el recuerdo y la evocación del poblado y abundante bigote de José Stalin.
-¿Y a dónde va la señora gallina? Pregunta el mismo mostacho de la entrada de esta historia, aporreado y custodiado en el corral de la democracia después de la rebelión del gallinero. -¡Ahora sí. Voy a mi fiesta democrática!
sin pasar por los temas relacionados con aquella. Por eso las protestas son por salarios, por pensiones, por medicinas y ninguna contra el bigotón que te va despellejando poco a poco desde Miraflores y después te lanza una chaqueta en salmuera que es dentro de la revolución bolivariana el origen de todos los males. Cuando empieza el día, la principal necesidad que hay que satisfacer es la comida. Eso es de inmediato. Y terminas el desayuno y la mente en pensamiento y acción se te va en el almuerzo. Sin estirarte hacia la cena. Y así hasta que la otra necesidad te vence –el sueño– para empezar al día siguiente con el mismo nivel de pensamiento. Es muy básico. En algún momento eliminas la cena y tu lucha se cierra en dos etapas diarias. El desayuno y el almuerzo. Alguna fase de la subsistencia te pondrá a coincidir ambas comidas con lo que salga y desde donde salga. No hay oportunidad para ponerse exquisito en las opciones. A medida que tu subyugador te va arrancando plumas dolorosamente tu foco está en comer, una vez al día y a cualquier hora. Hasta que tomas una decisión: te vas en la cola de los 7 millones de venezolanos que hacen parte de la diáspora alrededor del mundo o te quedas a esperar la mano que te va a seguir despellejando y después te lanza bonos envenenados.
Las dos revoluciones que hacen de emblema a la bolivariana han dejado sembradas mortandades históricas. El Holomodor de Stalin entre 1932 y 1933, y los años subsiguientes durante la famosa colectivización de la URSS generó millones de soviéticos muertos y la gran hambruna china de Mao entre 1958 y 1962 también tuvo registros millonarios en muertes. En ambas referencias históricas, políticas, geográficas y económicas, esos asuntos de apretones, de gallinas, de plumas y de bonos hay un alto nivel de coincidencias. Igual en Cuba y ahora en Venezuela.
Moraleja: en algún momento el gallinero se debe poner de acuerdo. Todos a la una sin esperar cantos de gallos, olvidarse de bolos de trigo y de bonos eventuales; y saltar la cerca sin concierto como quien salta las rejas sembradas de bayonetas, las paredes que hacen de trinchera y las prevenciones hasta el mismo epicentro desde donde despacha el recuerdo y la evocación del poblado y abundante bigote de José Stalin.
-¿Y a dónde va la señora gallina? Pregunta el mismo mostacho de la entrada de esta historia, aporreado y custodiado en el corral de la democracia después de la rebelión del gallinero. -¡Ahora sí. Voy a mi fiesta democrática!