OPINIÓN

Ezequiel Borges descubre nuevos caminos poéticos

por Jesús Peñalver Jesús Peñalver

Canciones de la dictadura, el incisivo y corrosivo poemario de Ezequiel Borges, más que un libro de poemas es un avasallante oleaje de violencia que surge de la humillada condición humana de los más débiles, es decir, de las víctimas aquí y allá y de todas partes del oprobio y del desamor que emana de los perversos mandatarios políticos.                   

La voz de la desventura que desde su propia soledad se enrosca en alaridos de solidaridad, apoyados no en un lenguaje poético de fragancias y edulcorados adjetivos, sino marcado por la dura y reconocible persistencia de nuestra amarga vida cotidiana.

Son poemas, canciones que brotan en tiempos coléricos; que solo se producen y se escuchan cuando las dictaduras se apoderan y se extienden azotando nuestras vidas, obligando al amor a llegar tarde en un país roto que todavía puede ofrecer algún trozo de esperanza; es Daniela que a los quince años muere de un disparo en la cabeza, gente que camina y se abraza sin conocerse en exilios perfectos, gatos muertos y rodillas de policía y un futuro incierto que avanza hacia nosotros y no nos deja siquiera respirar.

En estos martirizados, pero fascinantes poemas, Ezequiel Borges logra expresar desde un nuevo e inesperado ángulo perceptivo lo que es incendiada pradera retórica de los políticos de oficio cuando se enfrentan o fingen no darse cuenta de las ofensas perpetradas por las dictaduras o alianzas cívico-militares.

La poesía como poderosa arma ofensiva sin perder por ello el color y la frescura de su propio lenguaje.

Un libro que al transformar la poesía en grito de alarma y furor entra por derecho propio a la mejor de las antologías que vislumbran y se abrazan a la libertad que siempre anhelamos.