Como en la película alemana La vida de los otros, el Estado comunista tiene entre sus objetivos últimos intentar, no siempre con éxito, apropiarse de la vida íntima de los habitantes. En el largo devenir de la humanidad, desde los albores de la sociedad regimentada y uniformada de la sociedad soviética, la familia ha sido objetivo político-militar del Estado comunista. Como célula fundamental de la sociedad la familia es permeada por la ideología comunista a través de la constante y sistemática campaña estatal de adoctrinamiento dirigida a la población infantil. En la Cuba fidelista la sociedad estatizada y homogeneizada por el Partido Comunista cubano la dinastía castrista creó los tristemente famosos “semilleros de la patria” de Pinar del Río con la expresa finalidad de garantizar al cabo de los primeros 20 años de la primera generación de revolucionarios comunistas cubanos la estructura larvaria del nuevo hombre de la patria martiana, ese corolario del fidelismo militar disfrazado del pensamiento del prócer nacional Josè Martì. La idea, mejor dicho, el núcleo central de la idea de conformar el modelo del “hombre nuevo” de la novísima sociedad revolucionaria y socialista es sembrar una nueva espiritualidad en los niños con edad comprendida entre 5 y 10 años a los fines de crear la horma psíquica, mental y moral de lo que en un futuro previsible será el paradigma del “revolucionario profesional” consagrado en alma, cuerpo, nervio y vida a la construcción de la sociedad socialista. El Estado, (el nuevo Estado, denominado en Venezuela “Estado comunal) debe encargarse de la tarea llamada “histórica” de doblegar a la celular fundamental de la sociedad (la familia) y a través de la Escuela (la nueva escuela, diría Tomàs Vasconi) va a desarrollar una nueva sensibilidad socio-política del “nuevo republicano”. Nòtese que son expresiones de la neo lengua bolivariana. La idea del “nuevo republicano” de hecho está transversalmente expresada en el “Proyecto Educativo Nacional” que en su momento fue concebido, pensado y teorizado por el teórico y marxista crítico latinoamericano, sociólogo Carlos Lanz Rodrìguez quien se asume y reivindica desde el punto de vista ideológico y filosòficamente inspirado en el pensamiento -teoría y praxis- de los movimientos consejistas, (Consejos Obreros de Fábrica) autonomistas, espartaquistas y autogestionarios surgidos en Alemania, Italia, Holanda durante las dos primeras dècadas del violento y conflictivo siglo XX europeo. Dos de las más relevantes figuras intelectuales de la teoría consejista son los italianos Antonio Gramsci y Toni Negri.
Obviamente, para llevar exitosamente este minucioso y relojeril (meticuloso) proceso de forja de la nueva conciencia histórica del hombre nuevo es menester que la vanguardia política y cultural de la revolución lleve a cabo la construcción de una nueva contrahegemonìa cultural contrapuesta radical y diametralmente opuesta al orden jurìdico del andamiaje institucional heredado por la revolución. Una nueva juridicidad, una nueva pedagogía, una nueva racionalidad axiològica, una nueva escala valorativa que allane el camino de la construcción del “hombre socialista” Tendría como premisa sine qua non la insoslayable necesidad de confiscar y expropiar la vieja subjetividad que inculcó la cultura política democrática que creó la democracia en Venezuela desde 1958 hasta 1998.
Para garantizarse una relativamente exitosa labor de “lavado de cerebro” en la población infantil y juvenil en dichos procesos de ideologizaciòn a gran escala, el Estado revolucionario debió crear una poderoso sistema nacional de medios pùblicos (radios comunitarias, periódicos genuflexos y arrodillados a la revolución, Televisoras sumisas y obedientes a los dictámenes del Partido Socialista Unido de Venezuela cuyos resultados son visibles las programaciones diarias de canales televisivos como VTV, TVES y una indeterminada camada de plantas televisivas regionales que fungen como extensiones y brazos simbólicos de la secretaría de medios y propaganda de partido de la revolución. Expropiación de la subjetividad implica naturalmente el modo “goebbeliano” repetir una y mil veces una mentira hasta convertirla una una verdad revolucionaria; es decir, en la verdad única e incontestable de la revolución so pena de ser catalogado de “traidor a la patria” si se osa disentir de la “verdad” estatal y estatocràtica.