OPINIÓN

Expresión butoh

por Carlos Paolillo Carlos Paolillo

Juan Carlos Linares.

El butoh es un gesto de introspección, dolor y muerte. Particular expresión escénica nacida a raíz de la devastación colectiva de Hiroshima y Nagasaki. Las aterradoras imágenes del desastre nuclear permanecen todavía a través de un código corporal rigurosamente internalizado, convertido en manifestación artística de valoración universal.

De la crispación existencial, emergió su concepto doloroso y del regodeo estético de lo grotesco, la esencia de su forma controvertida. El lento y quejumbroso movimiento del intérprete butoh reta a las artes del movimiento occidentales. Su sentido intrínsecamente ritual contradice cualquier sentido lúdico meramente celebratorio del cuerpo.

El butoh trascendió su propia tragedia y su contexto social, para intentar pertenecer a cualquier fenotipo o nacionalidad. Las experiencias en este sentido son crecientes más allá del Japón originario, especial y curiosamente en América Latina, a través de  creadores abocados a la exploración interna y la reinterpretación de genuinos impulsos primigenios.

En Venezuela, el bailarín, coreógrafo y maestro Juan Carlos Linares, de extenso tránsito por diversidad de tendencias de la danza escénica experimental, se convirtió en un genuino exponente del butoh. El suyo ha sido un camino solitario y silencioso. Hace 23 años inició el proyecto Thot, personalísimo espacio de indagación y creación con el que retornó a los escenarios de la danza venezolana.

Linares, graduado de arquitecto, prontamente se interesó por el conocimiento musical, fotográfico y también de la danza. Este último lo inició a partir de los años setenta en las instituciones Taller Experimental de Danza de la UCV, Contradanza y Danzahoy. Pero fue Macrodanza, plataforma ideada por la inquieta creadora Norah Parissi, donde obtuvo su primer desarrollo profesional como interprete e indagó tempranamente en la composición coreográfica. Como todos los días (1985), En tres sentires (1996), Detrás, en el vacío (1989), Nocturno corazón oscuro (1990) y Narciso (1994), significaron sus experiencias iniciales dentro del novedoso Festival de Jóvenes Coreógrafos Eran momentos de la emergencia de una danza nacional alternativa que promovía la concepción de un arte escénico amplio, diversificado e integrado.

Juan Carlos Lianres

Cumplido su ciclo en Macrodanza, Linares experimentó en otras corrientes de la danza -el neo expresionismo y la nueva danza- a través de sus colaboraciones con los coreógrafos Julie Barnsley, con quien integró el elenco de la compañía Acción Colectiva; Luis Viana, participando en la representativa muestra Liturgia de encierro;  y Nela Ochoa, tomando parte de la acción performativa 1492, alusiva a las complejidades del encuentro entre dos continentes.

Igualmente, realiza asesoría corporal para las producciones del Teatro del Contrajuego Tríptico Mishima, de Yukio Mishima; Ópera de Esmirna, de Carlo Goldoni; y Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare, bajo la dirección de Orlando Arocha.

Nueva York formaba parte de los intereses Juan Carlos Linares, ciudad a la que viajó en 1993. Primeramente estudia en la escuela de Merce Cunningham y en Ballet Arts, centro formativo asociado al Dance Broadway Studio. En esta ciudad, convertida en un significativo centro butoh en Occidente, la coreógrafa estadounidense nacida en Japón Maureen Fleming, alumna de Kazuo Ohno, se convirtió, tal como lo consideró el bailarín venezolano, en su tutora principal dentro de esta expresión artística. Adicionalmente, recibió formación de reconocidos maestros japoneses.

La experiencia de Linares como bailarín en Nueva York  y otras ciudades estadounidenses fue dinámica. Participó  en las compañías de Poppo Shiraishi y  Maureen Fleming, con las que actuó en la vanguardista sala teatral La MaMa, además de Sham Mosher, Lynn Shapiro y Butoh Rockettes. En el año 2000 presenta su personal trabajo creativo dentro del butoh en el medio neoyorquino de nuevas tendencias artísticas.

Japón fue también una vivencia fundamental para Linares. En el referencial país,  participó hacia mediados de los años noventa en talleres internacionales  y como intérprete en una  versión butoh de  El Mago de Oz.

A su regreso a Venezuela, inició el proyecto Thot sobre los fundamentos del butoh, que ha desarrollado sostenidamente con algunas interrupciones que el propio creador  denominó de “retiro-receso”. Se mostraba generalmente en solitario, buscando una gestualidad corporal que acentuara su auténtico sentido de identidad.

Thot Danza Butoh

Fue también un tiempo de trabajo artístico y pedagógico, así como de vínculos con bailarines en formación ante quienes reveló un universo expresivo desconocido e insospechado para ellos. Linares crea obras para estudiantes del Instituto Superior de Danza, Instituto Universitario de Danza y Universidad de las Artes: Nacer cada día (1995), Resonancias huecas del cristal en llamas (1998) y En el túnel (2002). Realiza también montajes para la Compañía Nacional de Danza de Venezuela y Danza Común de Colombia.

En 2018 dictó un taller definitorio dentro de la Cátedra Permanente Jerzy Grotowsky, que trajo consigo la reactivación del proyecto Thot y su estabilización como agrupación, precisamente en momentos del evidente detenimiento de la danza independiente venezolana. En este renovado espacio cumple actualmente con una etapa creativa de trabajo callado pero sistemático, en la que ha concebido, entre otras obras, Que la inocencia te valga, Pasajes: mensajes secretos y El observador silencioso.

Thot es el dios egipcio de la luna y de la sabiduría. Su espíritu orienta a Juan Carlos Linares -también muy reconocido maestro de yoga- y a sus discípulos hacia un gestualidad corporal interna y elevada.