Las proyecciones demográficas mundiales son realmente impresionantes y preocupan a todos los países, especialmente a los ricos, dado que se habla de una bomba demográfica, con epicentro en África, en el continente y los países más pobres, que sin lugar a duda afectarán a las naciones más cercanas, a las del sur de Europa en la costa del mar Mediterráneo y del oeste de Asia en el Medio Oriente.
Informes del Banco Mundial indican que en Europa el crecimiento demográfico anual no supera el 0,6%, y en algunas regiones se da incluso un “crecimiento negativo”. Contrariamente en África, especialmente la subsahariana (países africanos que no tienen costas en el mar Mediterráneo), hay un crecimiento superior al 3% anual, lo que significa que cada 20 años muchos de esos países duplican su población. En 1960 los africanos representaban 9% de la población mundial; hoy son 16%; se estima que para 2050 alcancen 21% (https://www.worldbank.org/en/region/afr/publication/50-things-you-didn-t-know-about-africa-2012-13).
El origen del crecimiento vertiginoso de la población africana es visto por los investigadores como el resultado del altísimo índice de natalidad sumado a una reducción de la mortalidad, sobretodo infantil. El promedia africano de hijos por mujer es de 4,7 (que alcanza 5,8 en África central y occidental), en comparación con la media mundial de 2,2 hijos por mujer. Cuando hay un alto número de nacimientos, bien sea por motivos religiosos, culturales o económicos, y además hay mejora de la atención sanitaria permitiendo un incremento en la cantidad de niños que alcanzan la edad adulta, el crecimiento poblacional se dispara aumentando la expectativa de vida y la densidad demográfica. Eso ocurre en África.
Este crecimiento demográfico pudiera dar buenos frutos si es manejado para que origine desarrollo en los países que lo presenten. El incremento poblacional es un hecho importante para el progreso y la evolución de toda nación, puede cosechar altos dividendos demográficos siempre y cuando esté acompañado con la ejecución de planes y proyectos que lo direccionen hacia una más eficiente productividad y elevación del nivel de vida de los pobladores. El Informe Unicef “Generación 2030, África 2.0”, de octubre 2017, identifica tres áreas en las que se hace imprescindible invertir: servicios de salud, sistema educativo y el empoderamiento de la mujer y su protección contra la violencia. Debido al rápido crecimiento de la población, África tendrá que formar a 4,2 millones de nuevos médicos y 5,8 millones de nuevos docentes antes del 2030 para cumplir con los estándares internacionales mínimos en atención médica y educación. “La inversión en salud, protección y educación debe convertirse en una prioridad absoluta para África de aquí a 2030″, ha explicado Leila Pakkala, directora regional de Unicef para África oriental y meridional (https://www.unicef.org/reports/generation-2030-africa-20).
Por el contrario, si no se realizan inversiones en la juventud y la infancia de África, la posibilidad que tiene esta generación de jóvenes de vivir una estabilidad y progresar puede convertirse en un verdadero desastre demográfico determinado por el desempleo y la inseguridad, que irán motivando el desplazamiento hacia mejores espacios, es decir, Europa y Medio Oriente.
Hasta los momentos, cuatro años del informe de la Unicef, no se ha logrado ni siquiera 10% de los objetivos parciales para 2021.
Como resultado de esta situación decenas de miles de personas tratan cada año de llegar ilegalmente a Europa desde África, y lo hacen entrando por los países más próximos, España y sobre todo Italia, convencidos de que las oportunidades de trabajo son mayores. No es posible hacerlo por las vías legales pidiendo un visado en una embajada europea. Gastan todo lo que tienen en el viaje pero muchos no consiguen llegar: mueren al cruzar el Mediterráneo o al atravesar el desierto del Sahara. Los que lo logran dicen que nunca volverían a repetir esta experiencia.
Europa está intentando lograr acuerdos de colaboración con los países africanos de donde procede la mayoría de los inmigrantes ilegales. La alta presión e interés es de Italia que soporta la más elevada carga del rescate y el cuidado de inmigrantes. Las negociaciones no están siendo fáciles. Gran parte de las zonas claves de la costa libia está siendo controlada por traficantes. La Unión Europea tiene que negociar con numerosos y diversos gobiernos: algunos son democráticos, pero otros son regímenes autoritarios (Eritrea). Algunos son países de tránsito (Libia), y otros son fuente de inmigrantes (Nigeria). Algunos tienen gobiernos monárquicos centrales efectivos (Marruecos) y otros están fragmentados y son incapaces de imponer los controles fronterizos más básicos (Libia). (Félix Flores, ¿Por qué huyen de África?, El Diario de la Educación, 2017).
En los últimos cinco años, casi medio millón de personas, sobre todo del África subsahariana, han llegado a Italia tras ser rescatados de lanchas y botes en las que llegan procedentes de Libia, punto de partida de la mayoría de inmigrantes que cruzan a Italia. Roma podría haber negociado un acuerdo con Trípoli para frenar la inmigración, como ocurrió durante el mandato de Muamar el Gadafi. En 2008, el exprimer ministro italiano Silvio Berlusconi firmó un acuerdo para pagar 5.000 millones de euros durante 25 años a cambio en parte de imponer duras medidas sobre el tráfico de personas. Pero desde que Gadafi fue derrocado en 2011, el país se ha visto asediado por una guerra civil creando un vacío político y de seguridad, incrementando el desplazamiento ilegal hacia Europa, tanto de libios como de los demás países subsaharianos, especialmente Nigeria, de donde procede la mayor cantidad de desplazados ilegales que lo hacen a través de Libia.
A pesar del esfuerzo europeo de impedir la inmigración ilegal de africanos tanto controlando sus fronteras, especialmente las marítimas, como los acuerdos y convenios con los países del norte de África, todo parece indicar que esta situación crítica de desplazamiento ilegal de africanos dentro del propio continente y hacia los otros continentes seguirá, causando las conocidas consecuencias de la inmigración sin control.
Así se observó el mes pasado en Ceuta, uno de los dos enclaves de dominio español en Marruecos (el otro es Melilla), con la llegada de casi 6,000 marroquíes de manera irregular en cuestión de horas debido al más reciente de los choques entre España y Marruecos.
Todo parece aconsejar que lo más conveniente es seguir los lineamientos presentados en el informe de “África de la Generación 2030” de la Unicef donde se expone que “si las naciones africanas invierten en esta creciente población de niños y jóvenes, especialmente en su educación, y adoptan políticas económicas que fomenten nuevos empleos, el continente en su conjunto podría ver cómo los ingresos per cápita se multiplican. El primer paso crucial para lograr este dividendo demográfico será cerrar las brechas que existen dentro de los sistemas de salud y educación de África”. (https://www.unicef.org/reports). Claro está que para lograr esto en África se requiere el apalancamiento económico de países y organismos internacionales, a través de importantes inversiones como resultado de decisiones políticas desde los altos niveles de los estados como muestra de solidaridad y apoyo hacia el continente.
Lamentablemente muchos africanos, y en algunos casos sus gobiernos, consideran hoy la emigración un hecho positivo, ya que baja la presión social al reducir el número de jóvenes que buscan empleos en su país. La explosión demográfica africana es una realidad conocida por los dirigentes mundiales, que tienen el tiempo en su contra.