Uno de los rasgos distintivos de la realidad actual es la frecuente incertidumbre, entendida como la falta de certeza, seguridad o conocimiento claro sobre una situación, evento o resultado. Es una condición en la que no se puede prever de manera precisa los acontecimientos por venir, lo que suele generar en las personas sentimientos de ambigüedad y duda. En muchas partes del mundo la gente manifiesta hoy preocupación y angustia por el devenir incierto de su presente, y mucho más por un futuro sobre el que siente que no tiene control y ni siquiera conocimiento.
La incertidumbre puede provocar ansiedad, desazón o incomodidad, ya que las personas tienden a buscar estabilidad y predictibilidad en sus vidas. En este sentido, la incertidumbre se ha convertido en un inesperado e incomodo acompañante de nuestras vidas. ¿Qué puede ofrecer el conocimiento psicológico acumulado frente a este nuevo signo de los tiempos?
En primer lugar, es importante entender los varios tipos de incertidumbre y cómo ellos funcionan a fin de poder gerenciar sus efectos. Las clasificaciones más sencillas distinguen entre la incertidumbre puntual y la crónica, y entre la incertidumbre natural y la artificialmente creada.
La diferencia entre incertidumbre puntual e incertidumbre crónica radica principalmente en su duración y el impacto emocional que generan. Así, la puntual es una forma de incertidumbre que surge en situaciones específicas o temporales, como por ejemplo, la espera de los resultados de un examen médico o el proceso de entrevista para un empleo. Tiende a resolverse una vez que la situación se aclara o se obtiene la información necesaria, y aunque puede generar ansiedad, generalmente su impacto emocional es limitado y desaparece una vez que se reduce la incertidumbre. La incertidumbre crónica, por el contrario, se mantiene constante durante periodos extensos, como por ejemplo, vivir en un contexto de inestabilidad económica, conflictos políticos o problemas de salud de larga duración. Es menos probable que se resuelva fácilmente, lo que puede llevar a una carga emocional más significativa y persistente, como estrés, ansiedad generalizada o agotamiento psicológico, y a menudo requiere desarrollar habilidades de afrontamiento a largo plazo y aprender estrategias para combatir o mitigar sus efectos.
Por su parte, la diferencia entre la incertidumbre natural y la incertidumbre artificialmente creada radica en su origen y el propósito que pueda tener. La incertidumbre natural surge de manera espontánea y forma parte inherente de la naturaleza de los eventos o situaciones. Ejemplo de ello son los desastres naturales como terremotos o inundaciones, los resultados imprevisibles de procesos biológicos o los cambios climáticos no controlados. No tiene un propósito deliberado, es producto de la complejidad y aleatoriedad del entorno natural. La incertidumbre artificialmente creada, por el contrario, es generada intencionadamente o como resultado de la intervención humana. Suele tener un propósito específico, como influir en decisiones, manipular comportamientos o mantener el control en una situación.
Es precisamente la incertidumbre artificialmente creada la más perniciosa de todas y la que genera más efectos nocivos en las personas, porque lo que busca es el beneficio de quien la diseña o pone en práctica, en detrimento de los demás. La falta de transparencia en las informaciones gubernamentales, estrategias comerciales de marketing que confunden deliberadamente al consumidor, o acciones deliberadas para desinformar en contextos políticos, son típicos ejemplos de este tipo de incertidumbre. De hecho, la generación de desinformación e incertidumbre son parte esencial de la estrategia de control social de los modelos autoritarios de dominación, a fin de intentar desarmar anímicamente a la población. Los manuales de guerra psicológica de la antigua Unión Soviética (muy del gusto de las autocracias de nuevo cuño) hablan de la generación intencional de incertidumbre y desinformación por parte de los gobiernos, a fin de provocar reacciones progresivas en la población que van desde la confusión y la angustia hasta la desmovilización y resignación. Por ello, mientras que la incertidumbre natural puede ser manejada principalmente a través de la preparación y la adaptabilidad, la incertidumbre artificialmente creada requiere análisis crítico, acceso a fuentes confiables y habilidades para discernir la intención detrás de la información que se recibe desde el poder.
Además de entender cómo funciona la incertidumbre para poder gerenciarla, la Psicología desempeña un papel crucial en tiempos de incertidumbre, ofreciendo herramientas y estrategias para afrontar el estrés, la ansiedad y otras emociones generadas por ella. Dentro del breve espacio disponible, mencionemos solamente cinco ejemplos de estas aplicaciones: 1) Gestión emocional (la Psicología ayuda y enseña a las personas a comprender y regular sus emociones, proporcionando técnicas para manejar la ansiedad, el miedo y la frustración que surgen en situaciones inciertas); 2) Fortalecimiento de la resiliencia (a través de intervenciones psicológicas, se pueden desarrollar habilidades de afrontamiento que permiten a las personas adaptarse y recuperarse de la adversidad. Además, se promueve una reorientación cognitiva flexible, lo que facilita la búsqueda de soluciones creativas y la adaptación a los cambios); 3) Apoyo en la toma de decisiones: (la Psicología puede ayudar a las personas a tomar decisiones informadas y racionales, incluso en situaciones de alta presión y ambigüedad. Así mismo, trabaja en la identificación y modificación de patrones de pensamiento negativos que pueden interferir con la toma de decisiones efectivas; 4) Prevención de la salud mental (en tiempos de crónica incertidumbre, la salud mental puede verse gravemente afectada. La Psicología ofrece intervenciones para prevenir y tratar trastornos como la depresión, trastorno de estrés postraumático o trastornos de ansiedad; y 5) Ayuda en la adaptación a los cambios: (la Psicología ayuda a las personas a adaptarse a nuevos entornos y situaciones, reduciendo el impacto negativo del cambio en su bienestar).
La superación de los efectos de la incertidumbre crónica artificialmente creada requiere de condiciones sociales y políticas que limiten el poder de quienes la generan en su propio beneficio, y aumenten el poder de los ciudadanos. Esa lucha es insoslayable. Y la Psicología contribuye con ella fortaleciendo a las personas para que resistan sus embates, mitiguen sus efectos y aprendan a transformar la adversidad en oportunidades de crecimiento.
@angeloropeza182
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