«A veces me transporto hacia la nada, fatigado de tanta y fútil contienda» (https://ibb.co/QFxypNm)
La paz [☮] que anhelamos quienes poblamos el Planeta Tierra y merecemos no irrumpirá mediante https://en.wiktionary.org/wiki/dictatum de Entidad Compacta en Malignidad, muy bien representada en mundo por personajes fácil de abominar o reverenciar. Existimos los eyectados hacia el cosmos donde la música no lesiona nuestros oídos y los ruidosos siempre aturdiéndonos para que inclinemos la cerviz. Como si la altivez y orgullo fuesen sentimientos prohibitivos.
He sido arrogante cuando alguien se aproxima con enmascaradas tentativas de menoscabar mis inalienables y universales derechos. También me siento orgulloso de mis quehaceres intelectuales que no se convierten en apologías de la crueldad, aun describiéndola o narrándola. Soy un novelista y cuentista que no pide permiso para entramar, convertir la ficción en misil intercontinental. Los seres menos inhumanos necesitamos que el otro nos confronte una verdad oculta o evidente, detonar nuestras enajenadas psiquis.
La paz de ciertos sujetos es consumación de actos aborrecibles, sin tener precisamente claro cuánto daño hacen y la dimensión de un merecido castigo. Y la de quienes sean elegidos por la tribu-lación para ejecutarlos se transmuta en promontorio de expiaciones. No puedo formular un exordio de inexacta o dudosa fiabilidad.
Ningún asunto distinto que riñas se propagan exitosas bajo efectos de «discordiatoxis» fortuita. Y esa deformidad de lo fraterno surge bajo cualquier sistema que rija una sociedad de la cual se presuma que subsiste organizada, capaz de lograr que el «jerarcariado» de Estado cumpla normas y persuada que los gobernados igual lo hagan. La paz no procede porque los hombres comunes y corrientes no son sino bestias para azotes de divertimento en coliseos. Cierto que la hora cero llega, y con ella las retaliaciones que más tarde serán cuestionados por uno o varios imbéciles miembros de alguna organización mampara por los Derechos Humanos.
Cada instante de mi vida tengo forzosa y dolorosamente que toparme con rabiosos sin causa, perturbadores, acosadores y simuladores. El malnacido que fastidia al pacífico tiene mayor audiencia y millones de admiradores encubriéndole fechorías o celebrándoselas.
Un exordio sobre la paz es fuego fatuo, parada de histriónicos erguidos con fusiles bajo una espesa neblina y disparos de salva que a ningún maleante abate. Aquellos jóvenes que fuimos influidos por movimientos contraculturales o adversos a guerras fratricidas e inadmisibles terminamos por comprender que existe una violencia legítima, esa que vindica a los seres pensantes que obrábamos de buena voluntad frente a canallas. The war will never end.
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