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No hay peor ciego que el que no quiere ver” Mateo 11,20-24

El último fin de semana y en medio del proceso electoral, las redes tronaron temáticas sobre si debía votarse o abstenerse y así, continuar con la huelga electoral.

Se confrontaron criterios y razonamientos y, yo me ubiqué del lado de los que creemos que no participar solo trae consigo la inamovilidad y la desciudadanizacion.

Debo admitir que es difícil no advertir los trazos fraudulentos que contienen los procesos electorales que bajo esta autocracia militarista e ideologizada se hacen y aunque lucía mejor con la presencia de dos rectores confiables en el quinteto directivo del CNE, no alcanzaba luego de extorsionar, intervenir, perseguir a los partidos y a sus dirigentes. Así lo vio también la observación internacional de la Unión Europea.

No obstante lo afirmado; tanto la comunidad internacional como la propia lógica endógena sugería participar para ciudadanizar y volver entonces a la búsqueda de una solución política a esta perfecta crisis en que vivimos.

No hacer nada, como vienen recomendando y practicando muchos, aun con argumentos a considerar, no nos proporcionaría ninguna posibilidad de cambio. De no hacer nada, no surgirá nada nunca.

El resultado fue el previsto y anunciado por algunos, entre los que me cuento. La ausencia del cuerpo político elevó, potenció y redimensionó a la minoría que apoya al régimen, hasta llevarla a obtener una clara victoria. Se le sumó la división y la multiambición fatua que también incidió en la debacle y en la causa visible de este desenlace.

Como era de esperarse, algunos reclamamos a los abstencionistas y ellos, adujeron que votar era inútil en dictadura, además de algunos epítetos e insultos por habernos “prestado para el juego de Maduro.”

Lo cierto es y hay que destacarlo antes de entrar en el fondo del asunto que, siendo mayoría los que desean que Maduro se vaya y rescatar algún futuro para Venezuela (o al menos así se oye a todos decir) proporción equivalente, según estudios de aparente objetividad, a 80% de los conciudadanos. Maduro, con cada día menos apoyo popular y empleándose a todo dar, se logró mantener.

La enorme crisis que sigue y seguirá después del 21N nos arrostra su sostenibilidad política, institucional, económica, social, educativa, sanitaria frente a esa otra crisis patente; la deficitaria ciudadanía.

No hay una política coherente y efectiva y el país se sigue yendo por el albañal de una dinámica depresiva y perniciosa que también evidencia un claro fracaso en los esfuerzos hechos para recuperar la soberanía y la democracia conculcadas.

Esto tiene que resolverse, de una u otra manera; se nos acaba el tiempo a todos y como en el espejo cubano, podemos vernos muy pronto. Y no exagero un ápice.

Barajo político

Después del 21N, fuerza es admitir que el fiasco tuvo en la torpeza y en la puerilidad de los actores de la dirigencia opositora sus más dilectos protagonistas. Lo vienen haciendo muy mal desde 2015 y no quieren escuchar a nadie. Esa sordera presuntuosa no puede continuar y no debe dejarse acentuar tampoco.

Urge una revisión que proporcione respuestas a los coterráneos que han perdido la confianza y la fe en ellos todos. Háganlo posible antes de que sea fatalmente tarde.

El petitorio no solo va a los líderes de los partidos y no economizo a ninguno, sino a los electores que deben hacer sentir pero positivamente sus críticas y su inconformidad.

La MUD o su émulo, pero prefiero a lo que ya se experimentó, debe volver a ser lo que fue y su tejido, con hilos de alteridad y conducta ecuánime y pundonorosa, debe ofrecer sus bríos e inteligencia nuevamente. Y que conste que tengo años que no comparto nada con su jefatura de otrora, pero honrar honra.

La impretermitible unidad en la estrategia para combatir a los que hieren a diario a Venezuela debe estar en la cima de nuestros deberes, en la punta de nuestra jerarquía ética y ciudadana. Nadie puede justificar el incumplimiento de ese imperativo mandato devoto.

Del basilisco y la abstención

Hiperestésicos como estamos todos y en particular los que llamaré distintos al pueblo humilde y menesteroso que, por cierto, se toma como séquito de los sátrapas que se llaman chavomaduristas y me refiero al resto de los venezolanos e incluyo a buena parte de la diáspora, la clase media y profesional, comerciantes, técnicos, entre otros, en mayor o menor medida, hemos caído en la trampa que nos pusieron, para que confundamos a los adversarios con los enemigos y viceversa.

En efecto, no sintiéndonos bien con la situación y siendo más fácil disentir del que está a los lados y no enfrente, nos hemos convertido en detractores de nuestros naturales vecinos correligionarios demócratas y, echamos al referirnos a ellos, lenguaradas de fuego, cual dragones virulentos, mientras que a los que realmente nos  aniquilan a diario y de diversas maneras los preservamos de críticas y señalamientos justificados, de denuestos y reclamos y los dejamos sonreír ante aquello que Napoleón alguna vez, genial y puntual indicó: “Cuando veas a tu enemigo equivocarse, no lo interrumpas”.

 

Paralelamente, el pueblo que se abstuvo y que no tiene esperanza coligió desde una interrogante, ¿para qué ir a una elección que nada cambiaría? Y eso debemos comprenderlo, aunque, no puede ser procedente que pensemos que nuestra participación no es legítima o simplemente es vana o que no vale una pena. En eso sí consiste el juego de Maduro.

Así las cosas, nos alejamos y nos alienamos a nuestro prójimo y dejamos hacer a los depredadores con comodidad, cinismo y complacencia lo necesario para permanecer cual gallinas, en el piso de arriba del gallinero nativo y nosotros los distintos y opositores, según se quiera ver, siempre abajo, mojados y ahítos de sus excrecencias.

Cero tolerancia con la corrupción, pero cuidémonos de las maledicencias

Muchos de los más intensos abstencionistas soportan su actitud en la convicción de que los conductores del gobierno interino y los partidos que lo sostienen no son probos sino todo lo contrario y, desde luego, no merecerían ni siquiera la molestia de ir a votar por algunos de sus candidatos.

Por otra parte; en su escasez de verdades que mostrar; sin obras para presentar, los oficialistas y sus socios cubanos, rusos, chinos, bielorrusos e iraníes mancillan a diario, a todos aquellos que osados o simplemente veraces, se atreven a contrariarlos o a aupar, al liderazgo opositor. Toda una campaña de descrédito y una acción comunicacional insistente y perniciosa y viniendo de todos esos vectores pro Maduro, caen encima de los directivos del interinato en feroz y sistémica degradación de los opositores.

Puede comprenderse entonces las motivaciones que inundan los criterios de los que llamaré abstencionistas y primeramente, su desapego, su hartazgo, su horror de verse desasistidos de cualquier representación idónea y pulcra que les merezca respeto.

Empero; si fuere verdad que se administró mal o si se cedió por alguno u algunos, a la tentación de desviar recursos para su propio provecho, si se corrompieron debe comprobarse, “ex ante” que, condenemos, sentenciemos sin prueba concluyente, y  se meta a todos en el mismo saco y se macule a todo un grupo de compatriotas que como muchos de nosotros son ciudadanos fustigadores o militantes sencillos de alguna organización de esas que no han podido comprar los rufianes ni chantajear judicializándolos.

Lo peor pudiera ser juzgar como culpable a quien no lo es y condenarlo, sin darle oportunidad de defenderse. Eso nos colocaría a nivel de los zafios que hacen de la seudojusticia una cacería de competidores concretamente. Eso es lo que hace el chavomadurismo regularmente.

Lo que no quiere decir que no deba rendirse cuenta hasta del último centavo y “arrearle la mecha” a los que delinquen, disfrazados de opositores o distintos, pero que en realidad son iguales a los landros que arruinan al país desde hace 22 años impunemente.

La misma dirigencia a la que se le han hecho imputaciones de mala administración, latrocinio y concupiscencia, debió investigar y sancionar a los que aparezcan como corrompidos y no se ha sentido ni sabido que se hizo. Exculpar puede ser lo justo, pero inculpar y castigar también.

Cabe y lo hago expresamente, parafrasear al talentoso Marco Aurelio: “La mejor forma de vengarte de tu enemigo es no parecértele”. Yo; con  no fingida modestia, elegiría “vencerle”.

La lucha debe continuar

Maduro sigue al frente y el pandemónium continúa. El busilis es ese. En el averno en que han alojado a la mayoría, todos cuentan y rumiando su amargura tratan de encontrar cómo describir la situación de los venezolanos y cómo llamar al proceso de su superación.

Una suerte de disminución de nuestra condición ciudadana opera. Privados de dignidad y de respeto, cohabitamos con los malhechores y, es menester entender que cual entredichos nos debemos reconocer, si no somos capaces de emprender la liberación de esta opresión.

Se nos asume como desalmados y la reconquista de nuestra humanidad pasa por la recuperación de nuestra politización. Es indispensable si queremos ser lo que decimos que somos, dejar de ser lo que venimos siendo.ar

Coincidir para avanzar

Hay que entendernos, acordarnos, reunirnos y consensuarnos. No significa que funcionemos como un bloque monolítico y con ello dejo claro que no es esta una propuesta de unidad que algunos rechazarían, tal vez con razón o sin ella, pero así sería.

¿Qué tal si nos damos un paréntesis de aspiraciones para hacerlas tal vez y luego verosímiles, factibles? Esto va dirigido a los que quieren ser presidente de la república, a los partidos políticos catalépticos que son mayoría y quieren o creen que pueden conquistar el poder y gobernar.

A los conciudadanos que recelados y aislados no creen en nada ni en nadie, pero que sin embargo sufren como otros y saben que el mayor de los pesares obra, en la exaltación del hórrido y maléfico presente a manera de impajaritable eternidad.

El referéndum revocatorio

Del escepticismo, del pesimismo, de la parálisis no obtendremos nada. Hay que actuar. Hay que intentarlo, porque quien no trata no consigue nada. El desafío es por la libertad y por nuestro país, que les aseguro vale más que todas las razones que hemos esgrimido para proceder como lo hemos hecho, cada uno de nosotros, hasta ahora.

He dicho que si el PSUV ganó, perdió Venezuela y lo sostengo. El pasado solo estorba si sesga el porvenir y podemos y debemos pasar la hoja de esta revolución de todos los fracasos.

Maduro está en jaque, se oye decir y de nosotros depende que podamos revocarle su ilegítimo mandato y reivindicar nuestro derecho a corregir el rumbo de nuestra historia. ¡Vamos a darle con todos los hierros, vamos a revocarlo!

@nchittylaroche

[email protected]

 

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