Aproximándome a los 80 años, no pierdo la memoria y aquellos anhelos hoy revelados que no eran cosa distinta a secretas inhibiciones de infante. Quería ser transportado en una nave interplanetaria hacia lo recóndito del cosmos en compañía de una fémina alma gemela con suficientes dotes intelectuales para discernir e interactuar conmigo. Temprano confronté que los hombres transfirieron a las armas letales lo que correspondía al discurso de filósofo, por ello los profetas y bautistas comenzaron a parecerse a la discordia y agitaron universalmente las guerras que no cesarán mientras se obstruya la aplicación de humanismo
Hace muchos años observé, en ferias de libros que organizaba el Consejo de Publicaciones de la Universidad de los Andes, cómo jóvenes pedían a sus padres (la mayoría profesores, d. a. a. 90/s. XX) que les comprasen mis novelas Aberraciones o Dionisia publicadas por nuestra institución. Algunos se negaban advirtiéndoles que mis escritos eran «lesivos» o moralmente «perturbadores», y hasta «peligrosos». Luego los adolescentes regresaban solos y con dinero para comprarlos [en aquellos días se emprendieron ridículas colectas de firmas para prohibir mis libros] Empero, ¿por qué mis tramas provocan escozor si son «puestas en escena» narrativa de las abominaciones de nuestra especie?
Durante mis días de infante, leí historietas que hoy podrían parecer estúpidas. Pero, en el curso de mi pubertad primero a: La Fuente Estefanía, Stevenson, Dostoievsky, Poe, Quiroga y Camus antes que a Cervantes [el cual me aburrió y precipitó el primer enfado literario como lector que experimenté en mi vida].
El Quijote es una mezcla de ofrenda al ingenio fantástico con afrenta a la paciencia de cualquier lector. En el curso de mi adolescencia, me sumergí más en textos filosóficos o psicoanalíticos esquivados por muchos.
Los tratados de pensadores y psicólogos-psiquiatras no son aptos para cerebros perezosos. Fueron y son cómplices de mis coartadas: Schopenahuer, Nietzsche, Diderot, Bekeley, Comte, Descartes, Kant, Russell, Mill, Aristóteles, Sartre, Platón, Spinoza, Ramis Muscato, Rodríguez-Arias-Bustamante, Ramos Sucre, Cappelletti, Jung, Freud, Fromm, et.
He leído –admirado- a intelectuales venezolanos y extranjeros: Juan Liscano, Hernando Track, Luis Benítez, Salvador Garmendia y Ricardo Gil Otaiza del mudo poético o narrativo, entre tantos. Cuando inicié mis intervenciones públicas mediante editoriales, declaraciones periodísticas, crónicas o artículos de opinión [en las cuales abordaría asuntos literarios, políticos, filosóficos] no lo hice con saña o alevosía. Tenía menos de 25 años.
He sido incisivo pero jamás malintencionado, aunque no me acobarden las polémicas. Ya en mi «Edad [Obscura] Adulta» y luego en la «Iluminada o Provecta Mayor» experimento -con rigurosa exactitud- lo que durante mi niñez: desencanto, cautela, desolación, escepticismo, ansiedad, pulsión escritural, anhelos de transformaciones sociales y presagios o precogniciones, pero sin el miedo a la muerte de donde irrumpí y sobre la cual nada recordaba hasta ahora […] No le temo porque tampoco a la vida, de la cual ya escindido no recordaré ciertos acaecimientos.
Adentrarme en textos de autores «severamente cuestionados» [Marx, Lenin, Mao, Hitler] me blindaría frente a lo que defino «Fraude Doctrinal de Academia». No concibo que alguien sea bifronte, «académico» y mientras promueve catedrático «regímenes autoritarios o despóticos». No digiero que una persona con formación intelectual exhiba orgullosamente su conversión al «Bestialismo».
Al cabo de tantos años, siento «fatiga intelectual» por causa de la obstrucción de humanismo que afecta al Mundo. Inquirir contenidos nunca ha sido una sabia propuesta como la de abolir fábricas de armas letales, por eso para las naciones más civilizadas el fomento de la Cultura es lo «summum» del Ser Racional. El concepto «Cultura» abarca todo lo relacionado con el progreso y estilo de vida que prescinde del culto a la violencia e intimidación. Similar a los filósofos y «filosofactos» [como yo, de hecho que no de Derecho] los hacedores, en general, somos portadores de Cultura: tenemos prohibidas las ignominiosas conductas o proclamas homicidas-omisivas de humanismo que fatigan la Cognición Apriorística.
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