OPINIÓN

Eustoquio Gómez murió en extrañas circunstancias

por Luis Alberto Perozo Padua Luis Alberto Perozo Padua

Eustoquio Gómez llegó a la política tras la participación de la familia Gómez en la intentona de Cipriano Castro en 1892, cuando apoyaron los deseos continuistas de Andueza Palacios, contra la Revolución Legalista liderada por el general Joaquín Crespo. Esto, les valió el exilio.

Eustoquio nació el 2 de noviembre de 1868, en la hacienda La Mulera. Hijo de Fernando Gómez y de Tránsito Prato (era primo hermano de Juan Vicente Gómez).

A raíz del alzamiento del general José Rafael Gabaldón, en abril de 1929, es nombrado presidente del estado Lara, cargo que ocupó hasta diciembre de 1935.

Al morir Juan Vicente Gómez, en diciembre de 1935, aspira con vehemencia a la presidencia de la República, pero la designación en ese cargo de Eleazar López Contreras frustra sus deseos de poder.

Entra tarde al ruedo

Eustoquio entró tarde y además enfermo y sin cuartel en la puja sucesoral del clan conformado por su primo Juan Vicente. Desgastado, estaban ya tras 35 años en el poder, pero pese a eso, en una reunión no tan secreta, acordaron que la joya petrolera no podía ser arrebatada, sin embargo, el imperio aceitero estadounidense ya se movía enérgicamente al saber del delicado estado de salud del Benemérito.

A juicio del biógrafo Temístocles Salazar, el general Eustoquio Gómez padeció de una desmemoria fatal al pensar más en las intrigas palaciegas, familiares y cuartelarias, que en la verdadera conspiración derivada del petróleo.

El mal cálculo de Eustoquio lo hundió en el pasado donde derrotaba invasiones y alzamientos, mientras que López Contreras, que no enfrentó ni una sola, se apoderó de la silla presidencial.

Cuando el Benemérito decide renunciar en 1929 a la presidencia, manda llamar a Diógenes Escalante, su embajador petrolero, y conversan en 1931, pero a última hora el dictador decidió quedarse y despacha al diplomático, quien tenía estrechos lazos con López Contreras y con la poderosa Royal Dutch Shell, con asiento en Londres y con grandes intereses en Venezuela.

En esa puja de poder sucesoral no solo compiten Eustoquio y López Contreras, sino también el general Vincencio Pérez Soto, nacido en el estado Lara (El Tocuyo el 24 de julio de 1883); además de Velazco Ibarra, jefe de la Guarnición Maracay, hombre de extrema confianza del general presidente. Igualmente destacan Félix Galavís, León Jurado.

Para 1933 ya Venezuela producía 10% de la industria petrolera mundial, razón por la cual las maniobras estadounidenses se intensificaron «llegando a la conclusión que López Contreras defendería con fuerza y legitimidad política los grandes intereses petroleros en juego».

Entre la telaraña cuidadosamente tejida por intereses propios y extraños, se movía Eustoquio, solo, pues apenas el siniestro Indio Tarazona le hace lobby en las maniobras cuartelarias.

La estocada final

Para aislar definitivamente a Eustoquio y derrotarlo en sus «caprichosas pretensiones», López Contreras se gana la confianza del general Pedro Alcántara Leal, comandante jefe de la Guarnición del Táchira, así como también se cuadra con la Guarnición de Puerto Cabello; además dispone ya de la lealtad de Pérez Soto y Félix Galavís.

Igualmente dividió a la familia del Benemérito, lo que determinó el quiebre del primo codicioso a pesar de que en las guarniciones de los estados Lara, Portuguesa y Barinas presuntamente estaban bajo las influencias de Eustoquio.

Los círculos mercantiles, bancarios y sociales de Caracas, odiaban a Eustoquio, argumentando que era violento, irascible «y un asesino confeso» al quitarle la vida a Luis Mata Illas, el antiguo Gobernador del Distrito Federal.

«A nosotros los Gómez nos toca el mando porque lo ganamos», era el lema de Eustoquio, quien además garantizaba la continuidad. «Aquí nadie va a expropiar lo que nos pertenece, tampoco nos saquearán las casas, ni nos perseguirán ni mucho menos nos apresarán», repetía con insistencia, dueño de ese sentir porque él era el Gómez con «más guáramo para enfrentar lo que venía».

Fatal destino

En las horas postreras del dictador, Eustoquio resolvió jugarse el destino. Emprende viaje desde Barquisimeto a Maracay, dejando encargado de la presidencia de aquel estado al doctor Carlos Siso.

También encarga sus asuntos personales y lo concerniente a la conspiración a Eloy Montenegro, jefe civil de Barquisimeto, quien es detenido por orden de López Contreras en el ínterin con una carta de Eustoquio fechada en Maracay el 15 de diciembre de 1935, dos días antes de fallecer Gómez, en donde asienta el parte del entramado para hacerse del poder.

Para la fecha, mezquinamente Gómez no dejaba herederos en el trono, escenario que provocaba honda incertidumbre y desasosiego entre los llamados «legionarios de Gómez», que tenían mucho que perder en aquel juego de poderes.

Atribulado, Eustoquio se lanza sobre el poder amenazando al ministro de Guerra con dos batallones en Lara al tiempo que López Contreras gira instrucciones de arrestar a Tarazona, que es detenido por Julio Murillo cuando regresaba de Barquisimeto.

Otros jefes militares también fueron reducidos a prisión, descalabrando el engreimiento de Eustoquio, quien jamás vio que su verdadero enemigo fue el poder petrolero estadounidense, y que éstos esperaron pacientes para cobrarle su conducta subversiva y hostil cuando fue el mandamás del estado Táchira.

Cuando el Benemérito murió el martes 17 de diciembre de 1935, ya todo estaba preparado desde el Ministerio de Guerra, donde reunido el tren ejecutivo eligen a López Contreras como nuevo presidente de la República.

Entretanto, Eustoquio seguía ostentando el cargo de presidente del estado Lara, región que no esperó el enfriamiento del cuerpo del dictador para manifestar con ardor la libertad de los presos políticos, saqueando algunas propiedades de los Gómez y sus allegados.

En los días sucesivos, se intensifican las manifestaciones populares a lo largo y ancho del país, y en Carcas pidieron la cabeza del gobernador Rafael María Velasco que, al ver aquella tragedia de muertos y cientos de detenidos tras la brutal represión, escapó refugiándose en Curazao.

Durante las exequias al general presidente fallecido, López Contreras llegó al funeral escoltado de su plana mayor, lo que enfureció a Eustoquio, retirándose intempestivamente del recinto.

«¡Qué frío, qué frío tan horrible!»

Resuelto a deponer a López Contreras, Eustoquio se aventura, acompañado de su hermano Fernando y su cuñado Leopoldo Briceño Torres, a plantarse en Miraflores y enfrentar al nuevo presidente, pero como López Contreras despachaba desde el Ministerio de Guerra, hasta allá fue conducido Eustoquio por algunos personeros de la nueva administración, en medio de una tensa calma.

Lo recibe Félix Galavís, nuevo gobernador de Caracas. Ciertamente logró conversar con el nuevo dignatario nacional, negándose a dos propuestas formuladas por López Contreras: que se alejara de la política y se retirara a vivir plácidamente en Curazao.

Salió iracundo del despacho presidencial y se dirigió al edificio de la Gobernación del Distrito Federal, para desafiar a Galavís y exigir le entregue el mando, pero al llegar se tropezó con una agitada multitud que al reconocerlo intentaron lincharlo, por lo que Eustoquio se les enfrentó espetándoles: «¡Todavía hay Gómez vivos, carajo; mátenme si se atreven!».

Las crónicas relatan que el general Félix Galavís persuadió a Eustoquio a abandonar el recinto escoltado, pero éste ahogado en ira, se negó y profirió con determinación: «¡Yo no me voy!».

Fue entonces cuando el gobernador de Carcas le informó que por órdenes de López Contreras sería detenido y expulsado a Curazao, pero Eustoquio se opuso. Hubo un violento forcejeo, para desarmar a Eustoquio que ya había sacado su revolver, se escucharon disparos y Eustoquio cayó al suelo mortalmente herido.

En medio del estupor, lograron alzarlo y lo colocaron en un catre; al poco rato llegaron los médicos, pero el tumulto enardecido gritaba que no los dejarían pasar, que Eustoquio no merecía vivir.

A las 3:30 de la tarde de aquel aciago 21 de diciembre de 1935, fue declarado muerto el general Eustoquio Gómez, que según testigos habría dicho en medio de su agonía: «¡Qué frío, qué frío tan horrible!».

Envuelto en mortajas, fue trasladado y enterrado en secreto en el Cementerio General del Sur la madrugada del 22 de diciembre. Solamente le acompañaron a su último destino Eloy Montenegro y un vehículo repleto de funcionarios de la policía.

Su hijo Eustoquio Gómez Villamizar declaró que su padre solo fue a saludar al gobernador y allí fue muerto aprovechando la confusión que reinaba ante la caída del régimen gomecista para apartarlo del camino hacia la sucesión presidencial.

La noticia de El Impulso

El diario El Impulso, en su segunda edición del 21 de diciembre de 1935, en primera página difundió el terrible suceso: «Presos Eustoquio Gómez, su hermano y sus adictos». En otro párrafo este periódico acentúa «… por culpabilidad en un movimiento subversivo».

El rotativo publica el 23 de diciembre de ese año, en primera plana «la sensacional noticia» de la muerte de «… quien hasta ese momento y desde hacía casi siete años desempeñaba la presidencia del Estado, en donde ha dejado ingrato recuerdo y justificados resentimientos por sus despóticas arbitrariedades y sus punibles abusos que ensombrecen la innegable obra de progreso que realizó y arrojan sobre su memoria tremendas responsabilidades».

Este periódico confrontaba las ideas dictatoriales y tiránicas de Eustoquio Gómez, pero igualmente reconoció, en medio de la noticia, la obra de infraestructura adelantada por su gobierno en Lara.

Fuente: Temístocles Salazar. Eustoquio Gómez. Biblioteca Biográfica Venezolana. Volumen 118. El Nacional-Fundación Bancaribe. Caracas, mayo de 2010.

Archivo del Diario El Impulso de Barquisimeto, 21 de diciembre de 1935

Reinaldo Rojas. De Variquecemeto a Barquisimeto. Siete Estudios Históricos. 2002

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