Tres puntos de vista muy diferenciados en lo estratégico tienen cabida dentro del ámbito de las relaciones entre Estados Unidos, Europa y China: el de Pekín, el de Washington y el de Bruselas. Cada capital lo ve de manera diferente.
Pekín no ve con buenos ojos el acercamiento de Estados Unidos con los 27 y, aunque reconoce que a la hora actual existen diferencias notorias en la manera de abordar sus relaciones mutuas, niega que Europa se esté convirtiendo en un rival sistémico. Washington hace esfuerzos denodados por hacerle ver a Europa la importancia de una alianza estrecha con América vis a vis de su rival chino y presiona al Viejo Continente a emular las políticas norteamericanas que sancionan o intentan desplazar a China. En Bruselas, con tonalidades de gris de acuerdo al país de que se trate, la comunidad de países intenta anudar lazos de cada lado, hacia Asia o hacia Norteamérica, esforzándose porque la balanza no se incline demasiado hacia ninguno de los dos extremos.
China, hasta el presente, ha salido ganadora en la búsqueda de acercamientos políticos, económicos y diplomáticos con la Unión toda vez que la proximidad geográfica le ha permitido desarrollar una penetración comercial muy agresiva hasta el punto de que entre ambos se transan bienes y servicios por la friolera de 750 billones de dólares. De China viene una cuarta parte de las importaciones europeas y para ese destino viaja el 10% de sus exportaciones. La balanza del comercio de bienes se inclina favorablemente hacia China, sin duda, pero la interacción económica entre los dos grupos es tal que el país asiático se ha convertido en un lugar preferido, un imán para las inversiones de las empresas europeas que aspiran a proveer desde suelo chino la demanda de sus mercados o a surtir al mundo de todo tipo de productos.
Estados Unidos aporta cifras igualmente superlativas a la relación bilateral con Europa. En el año 2022 se anotó como uno de los socios comerciales mas importantes de los europeos: acaparó 20% de las exportaciones europeas y fue el segundo lugar detrás de China para las compras externas de la Unión con 12% de sus importaciones.
Lo anterior lo que subraya es que el peso económico de los 27 países hace que la Unión sea un socio de inmensa trascendencia tanto para Pekín como para Washington. Y, de la misma manera, en Bruselas hay conciencia clara de lo relevante de su relación con una y otra potencia. El gran problema que enfrenta esta trilogía es que Europa no cuenta con una unidad interna que le permita erigirse en una ficha clave en la diatriba de poder o en la competencia por el liderazgo en las que las dos grandes potencias se encuentran embarcadas.
Así que hay que contemporizar. Lo geopolítico obliga a Bruselas a retratarse a ratos con los líderes de la gran potencia asiática. En otros momentos a imitar a los estadounidenses , por ejemplo imponiendo condiciones a las inversiones chinas en su geografía. Eso en el campo de lo económico. En el militar la realidad es mucho más compleja y es allí donde al fin se van a dirimir las verdaderas solidaridades.
La tácita aprobación de Xi de las veleidades guerreras de Putin está poniendo seriamente a prueba las prioridades de la Unión.