En este año 2024 una cuarta parte de la humanidad ha sido o será convocada para elegir sus autoridades. Entre ellos, las tres mayores democracias del planeta. La India, que culminó exitosamente su proceso a principios de este mes, el Parlamento de la Unión Europea, que ocurrió el pasado domingo 9 de junio y la elección presidencial norteamericana, que será el 5 de noviembre.
Por cierto, no es ocioso resaltar aquí que el Parlamento Europeo es el único cuerpo transnacional con facultad legislativa que es elegido directamente por la población de cada estado en jornada dedicada únicamente para ese fin. Siendo ello así es lamentable tener que constatar que la abstención ha sido del orden del 50%, similar a elecciones anteriores, lo cual significa que la otra mitad de los electores europeos aparentemente no tuvieron interés en expresar su opinión en un evento de semejante importancia.
Tampoco está de más resaltar que dos de esas grandes democracias (la europea, compuesta por 27 países) y la norteamericana registran las mayores tendencias en cuanto a tasas de producto interno bruto por habitante, nivel de educación, atención sanitaria, reducción de la desigualdad social, etc. ¿Coincidencia? La India, por su parte, viene experimentando uno de los mayores crecimientos económicos del mundo habiéndose convertido ya en una gran potencia que va camino de reducir la desigualdad social y económica que ha sido constante en su historia.
Todas esas elecciones como también la reciente de México han sido perfectamente competitivas, transparentes, creíbles y verificables. En ninguna de ellas se ha alegado fraude, ni hubo Plan República, ni “colectivos” acosando a los votantes, ni el cuento de la “tendencia irreversible” que otrora hizo famosa a la difunta Tibisay Lucena. ¡Qué envidia!
Sin pretender sacar aquí conclusiones apresuradas, sí parece razonable pensar que las democracias, especialmente de tipo occidental, presentan mejores condiciones para sus habitantes que otros sistemas políticos.
Otra conclusión es que varios de los veintisiete países que integran la Unión Europea han dado un giro hacia el centro o centro-derecha en sus diversas versiones, la democrática (Partido Popular, Democracia Cristiana, etcétera) y la extrema (Le Pen, Vox, Nueva Alternativa, Fidesz, etcétera).
No es descartable presumir que con esta nueva composición se puedan generar otras y más severas actitudes ante los regímenes autoritarios de nuestro continente, como Cuba, Nicaragua y Venezuela; por ello este columnista alienta la esperanza de que el Sr. Josep Borrell sea desplazado de su cargo de encargado de las Relaciones Exteriores de la Unión durante, cuyo ejercicio fue demasiado tolerante con Maduro & Cía.
Es opinión de este columnista que la votación poco tuvo que ver con las ideologías políticas de izquierda o de derecha sino que la consideración del elector promedio se inclinó fundamentalmente por el abordaje de los asuntos diarios que preocupan a la gente, siendo la inmigración uno de ellos que constituyó tema central en el discurso de campaña como también el deseo de recuperación de los valores sociales y familiares sometidos a cuestionamientos que parecían sobrepasar los umbrales de tolerancia tradicional. La prueba está que en Francia, Alemania, Italia, Holanda, Austria, etc., las opciones de extrema derecha resultaron favorecidas causando ya mismo terremotos políticos como el de Francia con Le Pen y la convocatoria para elegir una nueva Asamblea Nacional o en Alemania con el decidido rechazo al canciller Scholz y su partido socialdemócrata que sin duda tendrá serias repercusiones.
Se podrían decir muchas cosas más, pero lo importante de estos festivales de democracia efectiva para nosotros venezolanos es que debieran servirnos de ejemplo para tener en cuenta de cara al 28J donde son tantos los inconvenientes y obstáculos que amenazan la posibilidad del respeto a una decisión popular que ya parece “irreversible”.
@apsalgueiro1
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