Dos intervenciones del presidente francés Emmanuel Macron dibujan dramáticamente el cuadro de una Europa amenazada por los problemas que han cambiado el panorama mundial y menguado su propia fortaleza. La primera intervención tuvo lugar en La Sorbona a finales de abril y la segunda en una entrevista al semanario británico The Economist.
A decir de Macron, los riesgos que enfrenta Europa se agrupan en tres capítulos: el militar, el económico y el de la vulnerabilidad del sistema democrático. En el cuadro pesan especialmente las exigencias en términos de seguridad, la alarmante brecha industrial frente a otras potencias y la fragilidad de la democracia y de la política europeas, atacadas por la pérdida de valores, las autocracias y los personalismos, un nacionalismo renaciente y la desinformación.
La observación de la vida europea lleva a una inevitable preocupación por el proceso de ablandamiento en el liderazgo, el resquebrajamiento de la comunidad europea, el debilitamiento de la relación franco alemana, la presión de los conflictos bélicos, la amenaza de los nacionalismos, las deformaciones de la democracia.
Surgen preguntas sobre la validez de los sistemas de gobierno en el mundo, el rol de las democracias y de las autocracias, así como sobre la libertad individual, el espacio de los medios y de la virtualidad. La pérdida de sentido de realidad se expresa en una relación con el trabajo que valoriza poco la productividad, la iniciativa, el riesgo, la inversión. “El peligro es, obviamente, nuestro empobrecimiento”, dice Macron. Y añade: “El empobrecimiento es dramático para un continente como el nuestro, que además tiene el modelo social más exigente y que más se lleva de la riqueza que produce”.
Preocupan muy especialmente los cambios en cultura y valores, el debilitamiento de instituciones como la familia y el matrimonio, un estilo de vida que privilegia la sociedad del bienestar y elude el esfuerzo y las obligaciones, una sensible reducción de la natalidad con crecimiento de los índices de longevidad. También inquietan los presupuestos recargados de compromisos sociales con consiguientes aumentos en la tributación, la inmigración de difícil control, la presencia beligerante de otras culturas, la dependencia del Estado para el empleo, los sistemas de salud con largos tiempos de espera y falta de recursos humanos calificados.
En su discurso en La Sorbona, Macron recuerda el propósito, o el compromiso, de construir una Europa más unida, más soberana, más democrática. Constata tres debilidades: “En primer lugar, no estamos armados para afrontar el riesgo al que nos enfrentamos. El segundo lugar, en términos económicos nuestro modelo, tal como está concebido hoy, ya no es sostenible. Tercero, la batalla cultural, de los relatos, de los valores”.
La fortaleza de Europa, explica Macron, está en el humanismo. “Significa defender una determinada idea del hombre que sitúa al individuo libre, racional e ilustrado por encima de todo. Tenemos una relación única con la libertad y la justicia. Ser europeo significa creer que no hay nada más importante que ser un individuo libre, dotado de razón y conocimiento. Se trata de una batalla cultural y civilizatoria. Porque aquí es donde realmente entra en juego nuestra democracia”.
Macron recuerda a Europa que la libertad no es un hecho consumado. “Es la forja de ciudadanos a través del conocimiento, la cultura y la ciencia lo que está en juego. Europa puede morir si no se toman decisiones rápidas para garantizar su soberanía en múltiples ámbitos, desde la defensa a la industria de alta tecnología, y para preservar su modelo político y social, que está amenazado”
La alternativa propuesta por Macron es una Europa más unida, más soberana, más democrática. Su preocupación no es sólo por la Unión Europea, ni siquiera por la defensa de su territorio. Se trata de la durabilidad de un conjunto de normas y valores, sustentados por la riqueza económica y la seguridad física, que vinculan a todos los europeos. La civilización europea, ha dicho, está en peligro de muerte.
nesoor10@gmail.com