Escribir Ética y soberanía para el desarrollo de Venezuela ha sido un intento para recordar a nosotros mismos principios y valores que deberían inspirar las acciones para encaminar la recuperación de la identidad del país, en un contexto en el cual los fantasmas del liberalismo y del comunismo aparecen competir en las esferas de la libertad con la conocida diversidad de resultados para conseguir o mantener el ejercicio del poder sin enfrentar o debatir con mayor detención los desafíos actuales y prepararse para aquellos que el futuro depara. Es un recorrido que no habría intentado sin el estímulo constante recibido por Roberta, esposa y compañera querida, a quien estoy perennemente agradecido por las afinidades compartidas, y sin el rigor científico y la lógica del conocimiento de Domingo Maza Zavala, economista y poeta, mi mentor en la experiencia venezolana madurada como docente e investigador en el doctorado de economía de la Universidad Central, además de que por los compromisos profesionales desempeñados como asesor de empresas multinacionales operantes en el territorio nacional, como Fiat o Siemens y sus subsidiarias.
La conquista de la democracia no tendría mayor significación si no fuese sustentada por la soberanía del Estado y la ética del comportamiento de quienes asumen la responsabilidad política de la gerencia, pues como afirmaba Klemens von Metternich en el Congreso de Viena de 1815, “Cualquier plan concebido con moderación debe fallar cuando las circunstancias se ponen a los extremos”, así como aparentan las condiciones que vive el país. En el contexto globalizado, la aplicación eficiente de la teoría económica requiere, según Popper, de un sistema abierto en el cual la competitividad, o índice de la libertad económica, se une a la agenda política: pues en conjunción deberían sostener la inversión social por encima del gasto social. Eso ha creado lo que Bertrand Russel define “La disconformidad de los gobiernos, por la cual su presente autoridad social intenta imponerse a la necesidad de la sociedad civil”.
Por ello, la concepción del desarrollo no puede ser solo motivo de la gestión del gobierno y del Estado, sino también de la propia sociedad y, por ende, del individuo, del ciudadano cuya exigencia primaria de cumplir con el estado de derecho es de conocer cómo, cuándo y cuánto se ha realizado con los recursos destinados al gasto público. No obstante, como afirmaría Amartya Sen: “el desarrollo económico es un punto de partida para el proceso de crecimiento que no tendría mayor significación si no fuese acompañado por la educación, la ética y el conocimiento”. De modo que el desarrollo no puede ubicarse simplemente en el terreno abstracto de la filosofía, así como han considerado el materialismo de Carl Marx o el historicismo de Max Weber, sino de la aspiración determinada por la evolución de los planos de la economía, tanto la real como la circulatoria, que desembocan en la satisfacción integrada de las necesidades materiales, éticas, estéticas, culturales e institucionales. Sin una ideología vinculante ni una estructura partidista volcada a la protección de intereses propios o particulares, el orden y la lógica de la propia sociedad deberían institucionalizar lo plural y lo flexible, la heterogeneidad que distingue la aplicación democrática como método por el cual la gobernabilidad se configura como articulación de un sistema de cohesión de la estructura social. No siempre anclada al derecho y a la ética, esta queda vinculada a la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto per cápita que en nuestro análisis geoeconómico y geopolítico consideramos insuficiente sin los aportes de los pivotes que deberían caracterizar un conocimiento exhaustivo. Para ello, en lo económico hemos sentido la necesidad de recurrir a la función de la categoría del capital tecnológico, en lo jurídico a la afirmación de la soberanía cual categoría conductora de la identidad nacional, y a la ética cual norma de vida, parte de la filosofía que tiene por objeto la determinación del comportamiento humano receptor de los preceptos del derecho latino “honeste vivere, alterum non laedere, sui quique tribuere”, aspectos que han inspirado las mejores páginas de la historia del pueblo venezolano forjador de libertad.
En prosecución del objetivo concreto de la riqueza y mejor reparto y aprovechamiento de los derechos humanos, de la seguridad integral y de la convivencia pacífica interna y externa, hemos considerado el sistema económico existente, el capitalismo industrial y financiero y la posición de la empresa, no por medio del mercado como en la definición liberal neoclásica o por medio de la expropiación como en la praxis marxista, sino por el papel de la ciencia y del sistema científico del conocimiento, y por las características institucionales. Por la evanescente flexibilidad estructural y para disipar dudas, la metodología realizada por el gobierno bolivariano mediante expropiación ha producido daños por más de 433.000 millones de dólares con una pérdida neta de 62% del valor. Los errores del sistema capitalista necesitan de cambios y modificaciones, pero no encontramos parámetros de confrontación con la actuación del actual del gobierno y su ausencia de objetiva responsabilidad configurable en parámetros del derecho y las leyes. Tal vez esta referencia aparezca como aspecto de una propaganda que no aparenta una naturaleza estrictamente económica, pero sin duda incluye condiciones de democracia política y, por consiguiente, incide de manera y forma diferente en la vida de cada ciudadano. Por ello no hemos manipulado los números y las ecuaciones como si fuésemos creadores de un algoritmo, pero proponemos una serie de pasos organizados que se deberían seguir en el proceso de recuperación para dar solución a los problemas específicos que nos agobian y que inducen las conocidas condiciones de crisis, que no se justifica con los desperfectos de la práctica partidista de la cuarta República.
La evolución tecnológica determinada por el conocimiento genera proyectos de tipo sintético y creativo que no residen en la ciencia en sí, sino en un sistema complejo constituido por la sociedad, por las empresas y las instituciones. Recurrimos a la visión geopolítica y geoeconómica para tipificar el desarrollo entre la abstracción científica y la concreta información organizadora fundamentada en la ética y la soberanía, aspectos que alimentan la globalidad de la economía, independientemente del régimen político en el cual se desenvuelven. Más allá del capital y del trabajo nos referimos a los pivotes de geopolítica y geoeconomía cual la energía como insumo fundamental de producción, a los recursos naturales estratégicos, a la división internacional del trabajo, a la producción de bienes y servicios, a la logística comercial, al poder bélico o militar, a la religión, a los valores y principios éticos y de derecho, al sistema político del poder, a la comunicación y sus efectos en el conocimiento, al control de la información, a la influencia de los Órganos de Gobierno Mundial, a los Procesos de Integración, a la Educación, a la Arquitectura Financiera Mundial.
Cada proposición de desarrollo que se pueda formular para la recuperación de la crisis venezolana requiere una estrategia de amplio respiro cuya formulación ha suministrado líneas de guía en relación con la hipótesis de definir “las inversiones, la conformidad y la construcción” para la innovación, pero sin poseer el énfasis de Jaspreet Gill (2023) en Pentagon´s first industrial base (strategy meant to catalize generational change”) por catalizar la generación racional del cambio. Lo que importa para nuestra finalidad es relevar que por su naturaleza el capitalismo es un sistema evolutivo cuya circulación activa los diferentes niveles de la totalidad compleja, al mismo tiempo en que determina en cada uno de ellos la acción morfogenética para las innovaciones fundamentadas en la coordinación entre las exigencias del cambio y la competitividad que en sentido general caracterizan el liberalismo económico. Deriva la espiral evolutiva de interacción de los diversos niveles que estructuran la fuerza dinámica del sistema. Es este el contexto en el cual economía y política se califican por el desempeño innovador adoptado y que resulta regido por el valor estratégico de la ciencia y de la tecnología.
Por supuesto la influencia de la sola aplicación de la innovación, también si bien generalizada y acelerada, es insuficiente para salir de los problemas económicos y sociales y debe ser acompañada por el vigor ético y la firmeza de la soberanía en la perspectiva de un progreso continuo en el tiempo, así como por la empatía, la colaboración e integración de los factores constitutivos del proceso de producción. Es imperativo alimentar un flujo de fuerzas y de ideas que derivan por la innovación y tal vez por la imaginación del proyecto por el cual la jerarquía del nuevo sistema propaga la competencia, no más confinada por círculos cerrados y del lenguaje específico adoptado por el credo político, sino por el cientificismo de la organización productiva dirigido a la superación de la crisis. Emerge la eficiencia entre el cientificismo de la producción y la organización de la globalidad compleja, estructurada por principios y valores en simbiosis con la evolución paralela del conocimiento.
En el sistema neoliberal que prevalece en el orden de la economía internacional de la civilización occidental, las escalas globales de valores buscan garantizar la capacidad de los países para endeudarse y asegurar el crédito de capitales en términos estatales para financiar tal vez las inversiones productivas. Pero en la manifiesta situación de crisis de Venezuela y para no caer en la repetición de errores macroeconómicos, de política fiscal y monetaria, se impone la necesidad de descubrir y de utilizar un nuevo patrón del sistema productivo que permita la acumulación del capital para fomentar el desarrollo y que por esto requiere el aporte de la entera sociedad.
Se considera la innovación del sistema productivo para modificar el tradicional abanico social sobre el cual se ha fundamentado la histórica lucha de clases porque los factores del Capital y el Trabajo pueden percibir una remuneración no según los esquemas convencionales, por ser sustituidos por el aporte originario del desempeño propio de la Tecnología en proporción al aporte recibido. La atribución y asignación de la riqueza producida, conjuntamente y en el devenir de las respectivas interrelaciones de categorías, permite a la tecnología elevada al rango de categoría, obtener su propria plusvalía que distribuye al capital y al trabajo. Se eliminan de este modo las diferencias tradicionales de la lucha de clases que se fundamentan en los desequilibrios de la asignación de la plusvalía producida por el sistema productivo, objeto de las distorsiones del capitalismo que Carl Marx denuncia en El Capital. No obstante, es obligación resaltar que reconoce sus equivocaciones cuando en su propia introducción de la “Critica de la Economía política” admite que “la riqueza, antes de ser distribuida, debe ser producida”. Es decir que el fulcro del problema entre el liberalismo económico y las teorías del social comunismo queda identificado desde aquel pronunciamiento en el modo de producir.
Emerge así la importancia de una colaboración efectiva entre innovación tecnológica y sistemas reguladores para desarrollar un ecosistema financiero y productivo que sea tanto novedoso como seguro, que reduce la inestabilidad y que asegura la integridad financiera, la ciberseguridad y la protección de la privacidad de los datos, la calidad de la producción y el equilibrio entre los factores. Disminuyen los riesgos de las inversiones que las entidades financieras tradicionales han determinado a lo largo de los años bajo el marco regulatorio más estricto. El logro de la finalidad sustantiva obtenida permite un nuevo equilibrio entre innovación y libre competencia respecto a la que tradicionalmente se manifiesta en el mercado globalizado.
Por consiguiente, con Niklas Luhmann (1991) reconocemos “la sociedad concebida como un sistema de comunicaciones que, a través de un proceso evolutivo marcado por la complejidad y la contingencia, diferencia subsistemas sociales. Dentro de esta concepción evolutiva de la sociedad, el presente está marcado por diferencias funcionales y no por relaciones jerárquicas”. Si no viene cambiando el sistema productivo, el presente no tiene una propria autopoiesis que le permita reproducirse y mantenerse por sí mismo, de modo que queda vinculado a la capacidad del Estado de pagar la deuda con el ingreso propio o con un nuevo crédito, externo o interno que sea. Es un comportamiento tradicional que a nivel de la economía y de la evolución de la civilización occidental viene considerado decisivo para la credibilidad de la gerencia de los gobiernos, y para producir una estrategia de crecimiento que por lo general cae sobre las espaldas de los trabajadores, pero que en el caso venezolano compromete todo el país. Por la capacidad financiera, tanto los modelos neoliberales como comunistas, han determinado aumento de la inflación y el alza de los intereses. No obstante, las fallas de las estrategias de desarrollo, según Bojikian y Silva (2011), permiten recursos financieros y monetarios para “resistir de cierta manera la crisis financiera internacional vía refinanciamiento sin alterar la trayectoria del desarrollo, y dar inicio a vuelos más audaces en la integración regional para crear condiciones adecuadas a la superación del subdesarrollo”. Dimensionado en las perspectivas y con un sistema productivo casi enteramente destruido es prioridad para el país enfrentar el problema de la pobreza bajo las formas que asume la competencia en las relaciones internacionales y en el respeto de los principios y valores constitutivos del Estado en su constante dinámica evolutiva.
No es este el modelo perseguido por la política bolivariana, tampoco lo ha sido en la IV República, a pesar del indudable crecimiento obtenido. No se trata de perseguir la ficción arbitraria de la solidaridad entre actores políticos, ni tampoco, como afirmaría Giovanni Sartori, de construir un ideologismo para habituar a no pensar por disponer de un nuevo opio de la mente. Pues la aplicación del Capital Tecnológico cambia las relaciones entre los factores del sistema productivo y permite la creación de una economía dinámica fundamentada en la tecnología y en el análisis científico: con su realización, varia la productividad de cada factor, aumenta la demanda y se alimenta el crecimiento de la economía.
La disconformidad de los poderes constituidos por producirse y calificarse en la observación aristotélica del fenómeno de modificación, en el análisis de Pierre Bordeu, induce al “cientificismo fatalista y utiliza el conocimiento de lo probable para hacer que ocurriera lo posible”. Bluestone y Harrison (1982) afirman que: “El crecimiento es una función de la innovación tecnológica; la innovación tecnológica es una función del beneficio potencial; el beneficio potencial es una función del aumento previsto de la demanda; por lo tanto, el crecimiento es una función del aumento previsto de la demanda”. Es la formulación de un silogismo aplicable para definir una estrategia para la evolución de la vida a nivel nacional y un nuevo modelo a seguir para las relaciones internacionales, máxime las que se refieren a los procesos de integración. No obstante, en el sistema permanecen los diferentes grados de vulnerabilidad que generan los desajustes presentes si en la política aplicada se persiguen intereses particulares a través del ejercicio del poder. La configuración de la soberanía queda expuesta al riesgo de la arbitrariedad de la creación y al funcionamiento de mecanismos compensatorios que operan en sentido desestabilizador. Es conocido que la circulación real o virtual de bienes, servicios y valores que hayan superado la etapa de la economía natural exige, como evidenciaba el Maestro Domingo Maza Zavala, el establecimiento de una relación de equivalencia general definida por el precio que se paga a través del dinero, facilita las transacciones que circulan en el mercado y que son componentes funcionales del sistema general macroeconómico en sus diferentes dimensiones nacionales, multinacionales, internacionales y mundiales.
El funcionalismo del Estado es determinante por la escasez de la moneda, la política aplicada que genera la crisis del sector privado como del sector público, la insuficiencia de la política monetaria y fiscal para enfrentar las contingencias. El aumento progresivo de la deuda, la reducción del crédito, el alza de los intereses paraliza las actividades y producen desempleo: llega la depresión, los inversionistas abandonan el mercado, los deudores no encuentran el dinero para pagar. La inflación presente en el ritmo de la economía, se transforma progresivamente en hiperinflación: la crisis hace llegar el Estado a nivel de default, técnicamente difícil de enfrentar sin un cambio drástico de la gerencia porque requiere de credibilidad y de la equidad y crecimiento para satisfacer las necesidades primarias que quedan sometidas a las necesidades y voluntad del pueblo. Caen los factores de la productividad y el desequilibrio de la finanza pública afecta el valor real de la moneda que se refleja en los precios relativos y los salarios. El sistema ha sido proyectado a escenarios de crisis que requieren acciones agresivas y profundas. El cambio se aprecia y se hace más costoso exportar, se estimulan las importaciones, se afecta la sostenibilidad externa por la salida de activos monetarios en divisa extranjera. Aumenta la especulación, sube el riesgo país y disminuye la cantidad y el ritmo del flujo de capitales que influencia el potencial del crecimiento condicionado por una inflación insostenible: así la moneda ha perdido su estatus de depositario de riqueza. De facto, en Venezuela se ha instaurado un “bimonetarismo” imperfecto que genera pobreza y por el cual el gobierno tiene siempre una menor independencia para implementar sus programas económicos y sociales. La austeridad en la búsqueda de un equilibrio entre fuerzas deflacionarias e inflacionarias es motivo para definir en forma inequívoca la necesaria independencia del Banco Central del sistema político. Pues cuando el Banco Central monetiza la deuda, el gobierno puede encontrar nuevos créditos y la posibilidad de una distribución más ecua del sufrimiento. Deriva la esencia, la dinámica y el valor político social que directamente viene expresada por la soberanía cual síntesis del poder del pueblo y de su definición constitucional que otorga identidad a la nación. Es un valor y una obligación ética, y al mismo tiempo un compromiso técnico para contribuir a la definición del desarrollo y al crecimiento del país.
Es esta una definición que puede encontrar confrontaciones con expertos juristas, pero en nuestra lectura no encontramos en el texto de la Constitución alguna definición de la soberanía: pues en el Art. 1 es considerada como derecho irrenunciable de la Nación; en el Art. 5 como ejercicio intransferible del pueblo que emana los órganos del Estado; en el Art. 11 como definitoria de la jurisdicción de los espacios geográficos; en el Art. 15 como preservativa de los espacios fronterizos; en el Art. 126 como obligación constitucional a ser salvaguardada; en el Art. 159 a ser observada y mantenida por los Estados que conforman la Republica; en el Art. 299 como fortalecedora de la economía del país y en fin, en el Art. 328 a ser garantizada por la Fuerza Armada Nacional. Pero nunca se hace referencia a la acción y la elección pública y las consecuentes interrelaciones de Derecho Público, consideradas como imperativo categórico de la acción humana realizada por el ejercicio de la soberanía promotora de la evolución democrática de la sociedad. Las interrelaciones de la economía, de la política, de la sociología, es decir las variables presentes en las variables del comportamiento de la existencia humana con el Estado, nunca se mencionan en su globalidad estructural como elementos constitutivos de la soberanía, es decir de la capacidad suprema que edifica el ejercicio del poder del colectivo, de la sociedad entera identificada y comprometida con su propio crecimiento.
De este modo se integraría la estructura general del Estado por su autónomo funcionalismo, lo que permite a la soberanía asumir el valor y la dignidad que la lleva al privilegio epistémico de ideología. Es este nivel que autoriza la estructuración del Estado y del imperio del derecho y de las leyes, pero también de la aplicación de valores y principios por las posturas innovadoras dirigidas al desarrollo y al crecimiento que se vinculan al principio de causalidad, tanto en las formas de las normas vigentes, tanto en las que se pueden crear adrede. No cometo un exabrupto si afirmo que la soberanía se transforma en el factor institucional del cambio que se necesita producir en la propia configuración del Estado y en el sistema productivo, financiero y social para la búsqueda de una nueva postura con la cual enfrentar el problema de la pobreza a nivel nacional. Se crea un contexto en el cual la descentralización democrática asume un rol técnico jurídico para distribuir riqueza. Al contrario de la evaluación de Robert Kuttner, por el cual es una “simple ilusión de la economía la falsa escogencia entre prosperidad y justicia”, en nuestra visión es obligación ética de la política perseguirlas usando los instrumentos que la economía pone a su alcance. Por ello nuestra ecuación considera el Desarrollo función del Kapital, bajo todas sus formas y modalidades; la Tecnología elevada al rango de “categoría” que distribuye a los factores su plusvalía en cantidad proporcional al capital y al trabajo que la han determinado, y que definitivamente se transforma en factor de equilibrio del sistema económico y social entre el Trabajo (L) en su múltiple y diferenciadas facetas y los Pivotes geoeconómicos y geopolíticos (PV) utilizados en el Tiempo (t) para la determinación subjetiva del contexto. Es decir que el desarrollo expresa el resultado global de las condiciones subyacentes que lo integran y que identificamos como conocimiento exhaustivo de la realidad que conforma una nación.
En el curso de la historia, los progresos tecnológicos han tenido carácter incremental, integrativo, cumulativo y se han difundido en el mundo con un ritmo relativamente lento. Los expertos hablan de “puntos de inflexión tecnológica” de los que caracterizan el devenir de la “inteligencia artificial” que ya se extiende por un siglo o más y asume un potencial que compite con la revolución agraria e industrial por la amplitud y profundidad de su difusión y las consecuencias sobre la seguridad nacional y las fuerzas económicas. La relación causal entre la inteligencia artificial y la geopolítica queda en un campo que permite una ulterior explotación por la cual el tradicional concepto del Estado debe ser analizado y adecuado. La tecnología redefine los espacios sociales, políticos y económicos: pues puede desaparecer una ventaja y ser sustituida o sumarse a otras en un contexto discontinuo que define una nueva realidad en la cual indica a la política el arduo camino para formular hipótesis que tal vez no tengan el consenso público, pero que impliquen el desafío de estructuras de poder consolidadas empujando nuevos equilibrios o que, por el aspecto contrario, aumenten los desequilibrios. El fin de la guerra fría y los acontecimientos que vislumbran las hipótesis de las confrontaciones vigentes en el contexto mundial, han inaugurado una época de liberalismo tecnológico, un periodo de “lassez faire” que requiere un desarrollo sin obstáculos en el cual el pasaje de la era industrial a la digital está imponiendo a los gobiernos una nueva orientación en el propio camino mediante la apropiada incentivación del “hardware” tecnológico.
Constatamos que el alejamiento entre la dinámica de los mercados y las instituciones ha producido en Venezuela la gran crisis económica, política y social que nos afecta: la superación requiere de un método evolutivo de investigación y de aplicación del conocimiento que permita entender las motivaciones que han distorsionado el comportamiento de las instituciones nacionales e internacionales utilizadas para las finalidades del proyecto político y no para el perseguimiento de la estructuración histórica ni de la circulación activa de los diversos niveles de la totalidad compleja que determina la acción morfogenética que produce innovaciones primarias. Por ejemplo, a nivel internacional por Unasur, así como afirma Miguel Henrique Otero, se confirma “una misma territorialidad política, que supera las diferencias históricas, geográficas y culturales y que desconoce el principio de Nación y Soberanía”, de modo que nos permite añadir que se produce una inestabilidad política regional que facilita la influencia de las superpotencias y de otros países.
A nivel nacional, por Pdvsa, así como por la mayoría de las empresas del Estado, se ha negado la espiral evolutiva de la interacción de los niveles qué se transforma en fuerza dinámica del sistema respectivo adoptado para la producción, y que con certeza ha sido caracterizado por la diversa innovación tecnológica aplicable, pero que resulta condicionado también por el valor de la gestión, su conformidad en lo jurídico y lo social con el perseguimiento del poder político.
Reconocemos que nuestro límite en haber circunscrito la metodología a la economía digital viene determinado por la imposibilidad técnica de hacer referencia a la hipótesis de la teoría de los “cuantos revolucionarios” que fundamenta el uso de computadoras de última generación, es decir la aplicación en geopolítica de las tecnologías cuánticas cuyas informaciones son codificadas, transferidas y procesadas bajo la forma de un sistema “nanoscópico”, es decir mínimos de átomos, electrones o cuantos de luz (fotones). Simplemente no tenemos en Venezuela el conocimiento, recursos humanos y financieros, la posibilidad real para programar el desarrollo directamente en la lógica de la matemática cuántica. Hacemos una sola referencia para hacer entender la importancia de este planteamiento completamente innovador del sistema productivo: el nivel de paralelismo con la computadora digital viene superado por la computadora cuántica en razón de dos elevado al número de “qubit” del procesador. Es un proceso que impone una enorme diferencia de calidad, tiempo y eficiencia. Es un proceso al cual muchos participan, pero pocos tienen posibilidad de éxito, con la excepción de Estados Unidos y China por disponer de recursos financieros y humanos que permitirán lograr la futura competitividad del mundo.
La producción de energía, la innovación digital en los sectores industriales y de la biotecnología en los sectores de la producción agrícola como se podrían aplicar en Venezuela, podrían ser suficientes para empezar a salir de los problemas económicos. Pero deben ser acompañados por la perspectiva de un progreso continuado, por la empatía, la colaboración e integración de los factores de la sociedad que comparten presupuestos conceptuales y valorativos del desarrollo sostenido y sostenible, endógeno y compatible con el futuro simbiótico del sector público y el sector privado por normas aceptadas y comunes. De modo que para el cambio confluyen la investigación científica, el contexto económico y productivo, la política y las instituciones y, por supuesto, las empresas que con recursos propios o financiados enfrentan el mercado con la productividad derivada de sus capacidades técnicas y financieras, pero sobre todo por la innovación tecnológica importada.
Como es conocido, es la disponibilidad de infraestructuras y servicios, de recursos humanos con adecuada preparación que permite la definición política del ritmo del desarrollo económico compatible con los procesos de innovación tecnológica para una apertura al mercado financiero nacional e internacional y a la competitividad del sistema productivo. Cierto se puede configurar un nuevo tratamiento a las inversiones, a la tecnología, al valor del trabajo para crear un Estado promotor: por consiguiente, se estimula el nivel de la ósmosis del ciudadano hacia él y con quienes representándolo ejercen el poder en condiciones de estabilidad política para la promoción de la justicia social, la equidad de las remuneraciones y salarios, el crecimiento del nivel de la vida, la superación de la crisis.
El crecimiento se deberá determinar también en el desempeño político por el cual, según lo pautado por el Talleyrand: “La oposición es el arte de estar en contra con tanta habilidad que luego se puede estar a favor”. Para ello son fundamentales las compatibilidades estratégicas máxime cuando se trata de otorgar instrumentos operativos en los procesos de integración y para argumentar y promover proyectos de estrategia política y financiera en soporte del desarrollo integrado de las naciones participantes. El reto es combinar una economía dinámica con oportunidades para todos y que requiere de visión política más allá de los aspectos técnicos que confirman el perseguimiento de las finalidades. Por el análisis geopolítico se trata de promover estrategias y tácticas con las cuales ensamblar no solo causas y efectos, sino las partes complementarias de un holismo de integración, con decisiones y comportamientos autónomos de los protagonistas cuya diversidad arroja luz sobre la naturaleza del otro. El desafío para Venezuela es un gobierno de transición, de cambio político y programático, económicamente viable con la ayuda internacional, y que pueda contar con un estamento militar que sirva en última instancia como sostén del principio de autoridad del orden constitucional.
Es la creación de una nueva realidad fundamentada en la gestión del Estado democrático, en el cual la gobernabilidad deriva del equilibrio de los factores de la sociedad venezolana, y por lo cual emerge que la verdad no puede ser corrompida por la mentira ni con el silencio. Este postulado implica no solo la definición del fenómeno en el espacio y en el tiempo, sino que es portador de su relatividad en la forma y la función que asume en el momento histórico de referencia, por lo cual no es necesariamente revolucionario, pero sí es necesario para comprender cualquier fuerza colectiva de ideas con los procesos de innovación que incluyen cambios sustanciales en la racionalidad humanística pregonada por la ética del comportamiento. En cualquier caso, con apego al derecho constitucional de la República anclado en el sistema democrático, cada tendencia política, por no decir cada ciudadano, es un actor con capacidad jurídica y la posibilidad de influir con su opinión en los temas de la agenda pública. La sensación de incertidumbre del futuro y el conocimiento relativo del presente, juntos a los condicionamientos económicos, engendran un malestar espiritual generalizado en la vida de la sociedad venezolana, mortificada también por la existencia de dos presidentes: uno con todos los poderes, el otro legalmente elegido, pero de hecho relegado al exilio. Estamos muy lejos de la visión con la cual en 1860 la República era administrada por la alternatividad de tres presidentes. La actual es una anomalía que se une al condicionamiento por visiones ideológicas y programáticas parcializadas del ejercicio del poder que no favorecen la soberanía del pueblo venezolano, pero sí intereses partidistas o subalternos que perjudican la democracia.
El desafío implica la recuperación de los valores y principios que han inspirado la historia, y que se encuentra en un gobierno viable con la ayuda económica de la comunidad internacional, pero que puede contar con un estamento militar nacional para sostener el principio de autoridad en torno al orden constitucional, es decir, un gobierno del pueblo que asuma la responsabilidad directa, así como se averiguó en la República de Genoa del siglo XV con la superación de la oligarquía tradicional y la visión del crecimiento futuro.
Por ello, la hipótesis que sustenta nuestros esfuerzos ha sido la de ofrecer una plataforma racional y científica sobre la cual construir con la afirmación de la ética y de la soberanía el nuevo rumbo de la identidad del país en el contexto del capitalismo global mediante su evolución sistémica y con apego a su nivel de civilización que lo distingue de otra visión política y programática por fundamentarse en los principios y valores de la democracia política, económica y social.
En conclusión, como viene evidenciado por el análisis de la Agenda 3000, resaltamos la conexión entre el Estado y un gobierno concretamente democrático, la dignidad del hombre, la disciplina del trabajo, la exigencia de equidad y justicia conformes con el Estado de derecho, la autodeterminación con la cual la sociedad entera, en la dinámica de la libertad política, se identifica para que la diversidad asuma valor de convergencia en el desarrollo y el crecimiento. El contraste entre la razón y la fuerza, la persuasión y la convicción racional, la vergüenza y la culpa, el disgusto y la desaprobación, el rechazo y el reproche conduce a enfatizar la pureza de la moralidad y su permanente valor que se encuentra fuera del sistema vigente, para inducirnos a pregonar y planificar cada vez con más criterio bioético las socio-espacialidades del futuro.
Ya desde 1605 Miguel de Cervantes indicó el camino: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.