El mundo vive horrorizado, o mejor dicho, la mayoría de sus ciudadanos ante los más crecientes hechos de corrupción de los gobernantes. Desde los países árabes, africanos, asiáticos, europeos, hasta toda la América, las informaciones de participación del alto gobierno para favorecer, realizar o involucrarse en acuerdos o contrataciones que les genere un alto ingreso económico son sorprendentes.
Pareciera que resolverse económicamente mediante la política de los gobiernos forma parte de la agenda privada de quienes nos gobiernan
Al desnudo han quedado los desaguisados de quienes son responsables de los actos y acciones de gobernanza. Presidentes, familiares, amigos y hasta acuerdos gobierno-oposición han quedado al descubierto. Asistimos impávidos ante tanto desprecio por las leyes y por la honestidad y la decencia.
No hay respeto por los valores y principios, han sido sustituidos por la corrupción y la pillería.
Necesario y obligante es volver al pasado y a las características que adornaban a los dirigentes políticos. Estamos urgidos de programas, cátedras y conocimientos de Ética Política para los gobernantes, aspirantes, y dirigentes pero también para los profesionales, sindicatos y gremios.
Es un mayúsculo reto que deberían tener instituciones como la OEA, la ONU y las diferentes organizaciones que agrupan las diversas ideologías existentes.
Las universidades del mundo y los institutos de formación y capacitación de líderes deben incorporar en sus programas como obligatoria la cátedra de Ética Política.
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