OPINIÓN

Estudiar y trabajar

por Isabel Pereira Pizani Isabel Pereira Pizani

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Si comparamos los mensajes que emanan de la órbita comunista, vemos con claridad que la alineación parece desventajosa para los que no lo somos. Por una parte tenemos la invocación de valores revestidos de una superioridad moral que conducen a creer que los habitantes del planeta Tierra somos víctimas de una gran confabulación mediante la cual nos han despojado de una supuesta riqueza que poseíamos incluso antes de nacer, antes de trabajar y que nos han convertido en esclavos de unas hordas avariciosas cuyo único objetivo en la vida es aumentar su tasa de ganancia a costa de lo que sea.

Esta conciencia del despojo va acompañada de una serie de refuerzos que dan una potencia infinita a sus argumentos, los más resaltantes son los referidos a la posición social posdespojo, entre ellos:

Todos estos argumentos, conceptos y valores tienen el poder irrefrenable de prender en el alma humana y convertir a las personas en víctimas inmediatas, un camino bien reforzado por citas de origen religioso:

Estas creencias, citas o propuestas tienen una capacidad seductora sin límites, inducen un nirvana, una ensoñación que nos permite cerrar los ojos y esperar que la justicia humana/divina caiga sobre la tierra y ajuste cuentas.

Frente a esta convocatoria encontramos un lenguaje parco, seco, sin vestiduras ni arrogancias, una simple invitación a estudiar, trabajar y exagerando un poco, agregando la obligación de actuar decentemente.

No debería asombrarnos que el discurso que penetre más fácilmente y gane todas las batallas sea aquel que niega el esfuerzo, resalta la injusticia y siembra las ideas de venganza colectiva.

Cualquier contrastación del dominio de estos valores supuestamente cargados de superioridad moral nos conducen a los sitios más pobres de la tierra, aquellos donde la gente se siente dejada de la mano de Dios. Es un tema que debería ocuparnos en Latinoamérica, en África y en todos los territorios dominados por la pobreza siempre acompañada de ideas vengativas, de violencia contra todo, un mundo de víctimas y victimarios.

El reto es entonces convertir la invitación a estudiar, como dice Amartya Sen, lograr capacidades para poder hacer y ser aquello para lo cual estamos preparados, en un gran objetivo político. Ya sabemos que estudiar, saber hacer cosas y practicarlas es la mejor manera de vivir en paz, sin combatir a los otros, más bien en unión de ellos. Es en otros términos una negación de la lucha de clases como motor de la historia tal como ladinamente proponía Carlos Marx, y exaltaba el Che Guevara, un motivo esencial de grandes tragedias humanas.

Resulta insólito que en este año 2021, convocar como norma de vida, a estudiar y trabajar, lograr objetivos como resultados de esfuerzos, ser decentes, se convierta en un tema político de primer orden. Ideas, nociones que deberíamos haber aprendido hace mucho tiempo, desde nuestra infancia.

Creo sinceramente que bastaría con mirar los resultados en Cuba y en Venezuela, lo que han destruido en esos países las ideas vengativas, para tomar conciencia que estudiar, trabajar y ser decente es lo único que vale para salir de lugares sombríos de pobreza, violencia y construir mejores sociedades.