En la resolución 42/25, del Consejo de Derechos Humanos de la ONU de septiembre de 2019, se decidió enviar urgentemente una misión a Venezuela para investigar las ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias y tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes cometidos desde 2014 y presentar un informe con sus conclusiones al Consejo durante un diálogo interactivo en su 45° período de sesiones. El informe de la Misión Internacional Independiente de Investigación sobre Venezuela integrada por Marta Valiñas –quien la preside–, Francisco Cox Vial y Paul Seils, todos incuestionables expertos en la materia, es de tal contundencia que los defensores de los derechos humanos hablan de un antes y un después de su presentación.
A pesar de que los informes presentados por la alta comisionada Michelle Bachelet habían resultado espeluznantes en el uso de prácticas que creíamos erradicadas en el continente después de las dictaduras del Cono Sur y de Centroamérica, se confirma su presencia en Venezuela como práctica sistemática en el trato de los presos políticos, cuya responsabilidad directa, de acuerdo con el informe, corresponde con nombre y apellido a tres de los más altos funcionarios del régimen: el ministro de Defensa, Padrino López; el del Interior, Reverol; y el propio Nicolás Maduro, quien alguna vez, antes de que le cayera del cielo (y a nosotros del infierno) el regalo de la presidencia, fue considerado como un chavista dialogante .
No menos aterradora resulta la confirmación de la actuación de la FAES al simular situaciones de conflicto para el asesinato de ciudadanos comunes. En general los más pobres e indefensos, por supuesto.
Como era de suponer, no se hizo esperar la respuesta del gobierno de Maduro en boca del canciller Arreaza, especializado en negar las múltiples acusaciones hacia el gobierno venezolano, y en catalogar a sus autores como agentes de causas oscuras, en general movidas por el imperialismo, para desprestigiar y desestabilizar la revolución venezolana
El protocolo en la presentación del informe incluye que sea analizado por instancias nacionales, especialmente la Fiscalía. Nadie esperaba mucho del desfachatado fiscal Saab, quien fungía como defensor de los derechos humanos antes de disfrutar de las mieles del poder. En efecto, sin cuidar para nada las formas, brindó declaraciones conjuntamente con el canciller Arreaza, obviando que debía al menos simular una cierta autonomía del Poder Ciudadano que preside. Con argumentos tan profesionales como que los respetables integrantes de la misión cobraron 5 millones de dólares pagados por el Grupo de Lima por el levantamiento de un informe elaborado “por telepatía” para mancillar el tema de los derechos humanos en el país.
Al coro de descalificaciones se unió sin demora el non sanctus presidente del TSJ, quien palabras más, palabras menos, usó los mismos argumentos de manipulación de los derechos humanos como herramienta política contra el régimen de Nicolás Maduro.
Hace ruido el silencio de algunos “opositores” de la mesita y su entorno para quienes pareciera que el informe nunca existió. Su único tema sigue siendo las elecciones parlamentarias, obviando también el contundente comunicado del Grupo Internacional de Contacto, en el cual se señala que no están dadas las condiciones para unas elecciones libres en Venezuela, no solo por la fecha sino por las abyectas condiciones existentes. Dirán algo sobre las declaraciones más recientes del jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, que parangona el caso de Lukashenko y de Maduro, cuyas legitimidades de origen no se reconocen
El que sí habló fue el ahora supuesto opositor e integrante del espurio CNE, quien al medir el informe con la misma vara que lo lleva a desconocer la existencia del holocausto, niega el valor de las declaraciones de los testigos por opositores, que de ser ciertas, dice, no determinan responsabilidad ni constituyen pruebas.
En lo que a mí respecta, extraño una declaración de Henrique Capriles sobre ambos temas, a quien diferencio de estos grupúsculos domesticados. Creo que urge su palabra: él acaba de jugar en esos espinosos campos.
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