Dedico mi artículo de esta semana, gracias a la deferencia que me permite El Nacional, a la memoria de tres inolvidables venezolanos caídos en medio de la lucha por dar a Venezuela libertad y democracia. Leonardo Ruiz Pineda (Rubio 1916- Caracas, 21 de octubre,1952); asesinado por la Seguridad Nacional, policía política de la época; Alberto Carnevali (Mérida 1914- San Juan de los Morros, Guárico, 20 mayo,1953) quien sustituyera a Leonardo en la Secretaría General de Acción Democrática en la clandestinidad, y falleciera físicamente prisionero enfermo de cáncer; y a Antonio Pinto Salinas (Mérida 1915- San Juan de los Morros, Guárico, 1953) también asesinado por la Seguridad Nacional. Estos hijos de las tierras andinas venezolanas jamás han de morir en nuestra memoria, como mujeres y hombres dignos de nuestra patria.
El presidente de Venezuela para enero de 1958, hace 64 años, era andino también. El general de División Marcos Pérez Jiménez. Era el mismo hombre, pero a la vez diferente, a aquel que una década antes había conspirado para establecer una junta militar de gobierno, derrocando al educador Rómulo Gallegos. Era el mismo Pérez Jiménez, pero distinto al que junto a compañeros generacionales había conspirado para con Rómulo Betancourt, Luis Beltrán Prieto Figueroa y Raúl Leoni, entre otros de la naciente Acción Democrática de 1945, dar al traste con la transición a la democracia que se procuraba entonces en la sociedad venezolana con el general Isaías Medina Angarita en la presidencia.
El 22 de enero de 1958, e inequívocamente ante evidencias de alzamientos que incluían a la Academia Militar de Venezuela, Marcos Pérez Jimenez concluyó que ahora sí había llegado el momento de dar paso al cambio hacia la democracia; por lo cual él debía irse. Dejaba al país en crecimiento económico, pero también en una hervidero social por las migraciones internas y externas hacia Caracas, ciudad capital del Estado venezolano, en una vorágine de urbanismo centralista, que en la práctica aceleraba la reedificación del modo de ser de la anterior República rural y ex gomecista.
El uso y abuso de la represión como recurso efectivo que impedía la caída de la asesina dictadura perezjimenista había llegado a su fin, frente a la irrenunciable exigencia de la democracia por parte de una vernácula y ahora más madura dirigencia política venezolana. Todo ello hacía prácticamente inevitable la instauración de la misma.
Urgen hoy ciudadanos que amen así al propósito de una Venezuela como nación libertaria y justiciera. Ciudadanos incluso de un mejor y más efectivo latinoamericanismo, integrador con Estados Unidos, hacia una nueva América para estos nuevos tiempos. Ciudadanos que amen la trascendencia como propósito de sus vidas, para darse por entero a la lucha política por el progreso socioeconómico y de reconstrucción institucional democrática.
Requerimos por encima de la mediocridad y del hedonismo de seudo dirigentes opositores partidistas, lujuriosos y de ego desmedido, madurez y humildad de líderes que se dediquen a reorganizar un verdadero movimiento de resistencia en clandestinidad. Desde las bases populares regionales y de una lucha sin dobleces, exigir desde todos los rincones del país, barrios, calles, centros educacionales, las empresas estatales que nos queden, y demás escenarios como instituciones religiosas y de la sociedad civil, la salida inmediata del castrismo de Venezuela. La dependiente dirección mafiosa nacional con su estructura de narcopolíticos traidores a Venezuela deberá ser juzgada con apego al derecho.
Al cumplirse este domingo el 64 aniversario del 23 de Enero, en la trágica situación de emigración forzada de alrededor de siete millones de nuestros compatriotas, llenos los calabozos de presos políticos, y habiendo retrocedido tanto frente aquel de 1958 lleno de esperanzas y sacrificios para tener una sociedad con instituciones democráticas, debemos resistir hasta derrotar ahora más que nunca a la “variante actual” del virus de la cohabitación y degeneración política. Debemos derrotar la política de la barbarie dictatorial del siglo XXI. La criminalmente represora, con su agravante de la orientación dependiente de iconos del castrocomunismo cubano y su combo ruso, de las FARC y del ELN. Derrotar a los extremistas iraníes y a mercaderes turcos.
A los que juraron defender la República de todo mal e invasión enemiga, con sus estrellas de cartón que se han puesto, y nos han puesto a ser peones del tablero belicista ruso, debemos derrotarlos. A todos aquellos que se quedaron en el tiempo del comunismo soviético. A los de la era de la hojilla, y de más atrasados de con el mazo dando. Derrotarlos en sus escenarios de micrófonos, y cámaras junto a sus aliados. Derrotar a todos aquellos que libran contra nuestra nación una guerra que más que de cuarta generación es guerra de degeneración. Desde sus burdeles de tortura e infamia, más que cuarteles. Aunque entendemos la connotación que se da a esa frase de falta de malicia o habilidad para la lucha política “por no tener suficiente burdel político”, les aclaro a los que así lo crean:lo que tenemos por seguro es dignidad y amor suficiente por nuestras familias, tanto como por nuestra historia. Tenemos el legado de caballeros de la política como el tachirense Leonardo, y los merideños Alberto y Antonio, los “tres inmortales”. Ellos con su ejemplo nos reafirman que nacimos en una democracia imperfecta pero libertaria. Por ello han de saber que tuvimos suficiente de ese especial y fino burdel al cual estamos decididos a volver, para salir de la pudrición actual de almas y de desprecio de lealtades a la familia , a los amigos y a la patria.
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@gonzalezdelcas