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Estrategia y política

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Sentimos que la política no es un oficio más, aunque la universal cultura dominante la desprecie y la remita al literal sorteo de las circunstancias más allá de la desafección que se la presume inocente y espontánea. Enfermizos repitientes de la historia, parecemos por siempre condenados a redescubrir sus lecciones y, seamos directos, sobre todo cuando los voceros y líderes de opinión no la conocen ni siquiera a través de un comentario radial de cinco minutos; vale decir, el dirigente político y social que, a lo sumo, la crea una mera disciplina académica, aun siendo indispensable para un desempeño actualizador, inexorablemente nos arrastrará al fracaso.

La de Juan Vicente Gómez fue una dictadura brutal y eficaz, e, igualmente, creadora para simularse como una experiencia constitucional al mismo tiempo que debió lidiar, día por día, con toda suerte de conspiraciones dentro y fuera de palacio, escaramuzas, sublevaciones, atentados, rumores y cualesquiera otras modalidades de quienes competían a la sordina para mantenerse y mejorar de posición en los elencos del poder, y, con sobradísima razón y hasta imprudencia, respecto a aquellos que deseaban dar al traste rápidamente con aquel orden de cosas.

Opositores muy sobrios y también insobornables, realistas y soñadores, coexistieron con los otros varias veces nominales, oportunistas, aventureros, atorrantes, simplemente maquinadores, y, en buena medida, todos asumidos como una prolongación del siglo XIX con sus acostumbradas reyertas y dislocaciones. El antigomecismo (mejor decir: antigomismo), excepto las generaciones emergentes a título de inventario, no se explicó en un país de transición hacia la quizá inevitable modernización que reportó el petróleo, forzado a otra institucionalidad que tocaba desesperadamente a las puertas y a un ejercicio de la política que olvidó los viejos y fundamentales rudimentos.

El 8 de junio de 1929, un grupo liderado por Rafael Simón Urbina, Gustavo Machado y Ramón Torres, tomó por asalto el Fuerte Amsterdam, capturando al indefenso gobernador curazoleño Leonardus Albert Fruytier, haciéndose de suficientes armas y municiones para zarpar con 250 hombres, a objeto de invadir por La Vela de Coro. Al cabo de varios días, definitivamente derrotados por las fuerzas gubernamentales que no, el ejército regular, los conductores rebeldes, huyeron a través de Colombia; nada casual, los esperaron alevosa y premeditadamente.

El extraordinario acto de coraje comprometió a un anacrónico caudillo como Urbina, a jóvenes idealistas como Miguel Otero Silva, Guillermo Prince Lara, o José Tomás Jiménez, al igual que a un decidido y vigoroso leninista como Machado, por cierto, quien a los dieciséis años sufrió La Rotunda después de un discurso con motivo del centenario de la batalla de La Victoria. Luce evidente que la política como una hazaña extrema del voluntarismo, la terquedad inmediatista, la automatización de los hechos, y la inflación irresponsable de las expectativas, como si bastara con la prédica, irremediablemente se tradujo en un desperdicio de oportunidades y esfuerzos: valga la nota escolar, faltó el apropiado análisis estratégico, la adecuada prospección estratégica y el trazado de una estrategia cónsona capaz de implementarse políticamente.

Por entonces, muy pocos se percataron de la integración ya irrevocable del ejército al Estado Nacional que impedía las antiguas invasiones, como tampoco lo comprendió Jesús Mª. Castro León al intentar la suya por el Táchira, en 1960. Además, la dictadura era descaradamente mentirosa, como lo prueba la supuesta invasión de Cipriano Castro en 1913, que le dio soporte al primer golpe técnico de Estado al año siguiente, y de una inescrupulosa habilidad para autovictimizarse, como lo demuestra una ilustración en la que el mismísimo Gómez nos redime desde la cruz, publicada en un órgano oficioso como señal inaugural de los años de oprobio (El Independiente, Caracas: 11/02/1909).

Irremediable la yunta, no entendemos la política sin una estrategia que la cumplimente y, a la inversa, tampoco la estrategia sin consecuencias políticas. Parábola histórica, el olfato, la intuición, el presentimiento, importa y mucho, pero el necio voluntarismo no basta para alcanzar las metas.

@luisbarraganj

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