En esta sociedad, no solamente digitalizada, sino también globalizada, en la que los ciudadanos somos globalistas, no nos podemos conformar con ver las cosas que ocurren en el mundo con la visión limitada del país en el que nacimos. La realidad nos forzó a mirar más allá de nuestras fronteras patrias. Y si no que lo digamos los venezolanos que ahora somos víctimas de un secuestro en el que intervienen factores que han invadido nuestro territorio en nombre de una revolución ultraradical. Por eso escribo estas líneas, no con la idea de que nos entrometamos en los asuntos propios de los chilenos, como cínicamente lo dirán los vocingleros del Foro de Sao Paulo, mientras que ellos se inmiscuyen ¡hasta las narices! en los más pequeños detalles de lo que se hace en esa patria grande de Bernardo O‘Higgins.
Si revisamos todo cuanto ha sucedido en Cuba, desde que Fidel Castro descendió de la Sierra Maestra, nos cercioraremos que no han hecho otra cosa que pretender imponer sus sacramentos ideológicos en muchos países de nuestro continente, como si se tratase de instalar una tienda asociada a las franquicias que venden mercancías a la mano de cualquier consumidor compulsivo. Lo padecimos en Venezuela, con varias intentonas invasionistas que fueron repelidas exitosamente por las democráticas Fuerzas Armadas venezolanas, y también lo escarmentaron en cabeza propia los chilenos, desde que se percataron que esa presencia prolongada de Fidel Castro en suelo chileno, iba más allá de una hospitalidad generosa de Salvador Allende. ¡Querían cogerse a Chile! y tampoco esa vez lo lograron.
Como ciudadano de este continente estoy con Felipe Kast porque es un ultrademocrático que defiende sin esguinces los valores y principios que tienen relación con la sagrada libertad de las personas. Estoy con Felipe Kast porque es un ultradefensor de la libertad de expresión, ese derecho que valoramos en su justa dimensión cuando nos falta, igual cuando a alguien le falla la respiración. Estoy con Felipe Kast porque es un ultraconvencido de que en un país donde la separación de poderes desaparece igual se extingue la democracia que decimos propiciar. Estoy con Felipe Kast porque sabrá defender las instituciones democráticas, porque no permitirá que las Fuerzas Armadas chilenas ni los carabineros terminen siendo un cártel de las drogas como desgraciadamente ha ocurrido en mi país.
Estoy con Felipe Kast aunque no pueda votar en Chile, pero me queda la tranquilidad de conciencia de pedirle a los electores de ese país hermano que se vean en el espejo del mío, en el que unos ultraradicales, en nombre de una propuesta demagógica y populista hicieron posible que uno de los países más ricos del planeta, terminará siendo una nación pobrísima, en donde ya más de 6 millones de seres humanos huyen de una catástrofe humanitaria. Un país con petróleo pero sin gasolina y sin luz eléctrica, un país con los más grandes yacimientos de gas, pero la gente cocina con leña, un país donde un trabajador percibe como salario por mes lo equivalente a menos de 2 dólares, un país donde se tortura y asesina a los disidentes, tanto, que ya Venezuela es el primer país del continente donde se ventila una investigación por crímenes de lesa humanidad. ¡Qué Dios libre a Chile de ese maleficio populista!
@alcaldeledezma