Las élites se reúnen, los mentideros echan humo y los ‘think tanks’ redactan papeles, pero el tema es sólo uno: ¿qué diantres va a hacer Trump? A la hora de analizar al 47 presidente de los Estados Unidos hay dos tipos de observadores. Uno es el que tiene su opinión decidida, generalmente negativa, y renuncia a profundizar en una figura compleja que, nos guste o no, está a punto de volver a ser el hombre más poderoso del mundo. Hay un segundo observador, más esforzado y nada sectario, que tiene interés en conocer al personaje para entender cómo está dispuesto a ejercer ese inmenso poder. En este segundo grupo gana fuerza una teoría que parte de la idea de que el Trump de hoy tiene poco que ver con el de 2017.
Crece la teoría del ‘legacy’, del legado. Sus partidarios creen que el nuevo Trump quiere que los libros de historia hablen de él –algo que hace ocho años era secundario–, que el trumpismo le sobreviva y que le defienda cuando él ya no esté. Se trata de un presidente que va a tomar decisiones políticas doctrinarias, no sólo dogmáticas.
Más allá de esto, hay quien cree que el candidato neoliberal de 2017, que luego fue más proteccionista de lo esperado, ha mutado ahora en neoimperialista. De ahí sus declaraciones sobre la invasión/anexión de Groenlandia, Canadá o el canal de Panamá. Pero no, no se trata de hacerlo, sino de agitar el avispero y enviar un mensaje: nadie está a salvo, aquí mando yo. Otros dicen que ese nuevo Trump busca refugio en los valores tradicionales y ahí encuentra respaldo en otros liderazgos internacionales: Meloni, Orbán, Le Pen, incluso Abascal. Pero, ¿qué tienen en común estos dirigentes tan dispares, incluidos Milei y Bukele? Sólo una cosa: el adversario. Lo demás es literatura o meros intereses comunes.
Queda menos de una semana para la toma de posesión y mucho se especula, pero en lo que hay una coincidencia general es en que la economía le va a ir muy bien. La prueba es que el poder financiero, con Silicon Valley a la cabeza, se ha arrodillado. En los mentideros y en los ‘think tanks’ norteamericanos ha revivido la figura del economista liberal Friedrich Hayek. «Camino de servidumbre» vuelve a estar de moda, y aquí sí hay una pista interesante. Ochenta años después de la Escuela de Viena, la inteligencia artificial se presenta para Trump como una herramienta impagable para desregular, y los que le conocen dan por hecho que la IA va a sustituir al Estado allá donde pueda. Es la aplicación práctica una de las convicciones que lo llevó a presentarse de nuevo: que en su primera etapa fue traicionado por el Partido Republicano, por eso no contará con nadie que no sea de su más estricta confianza. O como dicen los suyos: «Todo lo escrito y ordenado por Biden se cambia de un plumazo. A partir del 20 de enero, comienza una nueva era».
Ahora Trump sabe gobernar y quiere pasar a la historia. Eso implica cambiar Estados Unidos para siempre, y tal vez el mundo entero. El poder como obsesión, no como vocación. Atentos.
Artículo publicado en el diario ABC de España