OPINIÓN

¿Están Cuba y Nicaragua utilizando la migración como un arma geopolítica?

por Alejandro Tarre Alejandro Tarre

El año pasado el dictador de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, decidió fabricar una crisis en represalia a las sanciones que le impuso la Unión Europea. Relajando los requerimientos de visa y aumentando los vuelos de la aerolínea estatal, la dictadura bielorrusa hizo todo lo posible por atraer a miles de migrantes de Medio Oriente que luego transportó a su frontera con Polonia, Latvia y Lituania.

El mensaje de Lukashenko no pudo ser más transparente: si no se levantaban las sanciones, su gobierno provocaría otra crisis migratoria; explotaría cruelmente la desesperación y el sufrimiento de los migrantes para desestabilizar a sus adversarios en Europa.

Poco después Nicaragua y Cuba hicieron una jugada similar a la de Lukashenko. Pero por alguna razón no ha recibido ni la mitad de la atención que recibió la maniobra vil de la dictadura bielorrusa.

El pasado noviembre el dictador de Nicaragua, Daniel Ortega, cercano aliado del régimen de Cuba, anunció el levantamiento de los requerimientos de visa para cubanos. La justificación oficial fue “promover el intercambio comercial, el turismo y la relación familiar humanitaria”. Pero muchos analistas pusieron en duda esta justificación, señalando otras motivaciones.

La primera: ayudar a la dictadura cubana a abrir una válvula de escape. La pandemia infligió un golpe casi letal a Cuba, provocando la peor contracción económica desde el colapso de la Unión Soviética. Esa crisis fue una de las causas principales del estallido de protestas el verano pasado que la dictadura reprimió brutalmente.

Para algunos la decisión de Ortega de abrirle las puertas a los cubanos fue una medida coordinada con Cuba para distender la tensión dentro de la isla abriendo una alternativa de escape a una población cuya frustración estaba transformándose peligrosamente en rebeldía. El cálculo sería más o menos el siguiente: entre arriesgar la vida protestando y escapar del país, muchos cubanos escogerían la segunda. Y si el descontento se canalizaba hacia la migración, se mitigaba el riesgo de un estallido social que amenazara la estabilidad de la dictadura.

Con esta movida, además, Nicaragua y Cuba podían lograr otro objetivo: profundizar la crisis migratoria de su principal adversario, Estados Unidos. ¿Cómo? Haciendo lo mismo que Lukashenko estaba haciendo en Europa.

Unos de los principales dolores de cabeza de la administración de Joe Biden es la crisis fronteriza. El pasado año fiscal las autoridades estadounidenses capturaron a más de 1,7 millones de personas cruzando ilegalmente la frontera, el número más alto de interceptados desde que se lleva registro.

Muchos de estos migrantes provienen de México, Honduras, El Salvador y Guatemala, lo cual no es una novedad. Pero el número de migrantes que llegan de otros países, incluyendo Cuba, está creciendo rápidamente.

¿Qué tiene que ver esto con la decisión de Nicaragua de levantar las restricciones de visa a los cubanos? Tanto Nicaragua como Cuba seguramente sabían que los migrantes cubanos no se iban a quedar en Nicaragua sino que continuarían hacia el norte, rumbo a la frontera sur de Estados Unidos. Abrir las puertas a los cubanos era una manera de socavar al gobierno de Biden agudizando la crisis migratoria.

No se equivocaron. En marzo la autoridades fronterizas estadounidenses detuvieron a más de 32.000 cubanos, casi el doble de los capturados en el mes anterior. Entre octubre de 2021 y febrero de este año 42.000 fueron detenidos, una cifra superior al número total de cubanos interceptados el año pasado. Un reportaje de The Washington Post citó a una migrante cubana recién llegada a Miami describiendo el éxodo de Cuba como una «estampida a Managua», refiriéndose a la capital de Nicaragua: «Casi todos los jóvenes se están yendo».

Por supuesto, el levantamiento de los requerimientos de visa por parte de Nicaragua es solo una parte de la historia. El número de cubanos detenidos en la frontera estadounidense ya venía subiendo antes de la medida de Ortega. En parte por las catastróficas consecuencias económicas que tuvo la pandemia tanto en Cuba como en el resto de la región. Pero también porque, a diferencia del caso de los mexicanos y los centroamericanos, los migrantes cubanos, por razones tanto históricas como logísticas, no estaban siendo deportados (en 2021 Estados Unidos deportó solo a 95). Y dándole este trato preferencial a los cubanos, Estados Unidos creó un poderoso incentivo para que otros cubanos probaran suerte desplazándose a la frontera.

Pero incluso tomando en cuenta estos factores no cabe duda de que la decisión de Nicaragua de levantar las restricciones de visa tuvo un efecto considerable en los números de cubanos migrando a Estados Unidos. Al igual que Bielorrusia, las dictaduras de Cuba y Nicaragua demostraron que son capaces de utilizar a una población vulnerable como una ficha en un juego geopolítico. Con la diferencia de que Bielorrusia al menos no pretende proyectarse como un baluarte de los valores progresistas.

@alejandrotarre