UCV

La calidad educativa en las instituciones de educación superior se ha resquebrajado de manera absoluta. La pandemia y sus efectos fueron determinantes para el abandono de las instituciones que, a su vez, produjeron el deterioro de la infraestructura física, y el desvalijamiento de sus bienes. Al mismo tiempo, se cambió el modelo educativo a la vía remota en un intento de instrumentar la educación a distancia. con el objetivo de palear la ausencia de continuidad en la formación profesional.

Este modelo ha puesto al descubierto importantes limitaciones estudiantiles y docentes como producto de la improvisación, restricción en la comunicación informática, y una marcada ausencia de cultura tecnológica. Los estudiantes en general no han sido capaces de leer o comprender la materia virtual el cual está llena de elementos basados en contenidos parciales en una inútil simulación de las clases magistrales lo cual induce a confirmar la tesis ya generalizada de la merma significativa en los objetivos del aprendizaje. Estudios preliminares sostienen que uno de cada tres estudiantes no es capaz de seguir o identificar los puntos centrales de un texto, y escasa habilidad de poder analizar los contenidos académicos.

Como consecuencia de lo expresado, muchos estudiantes estarían por debajo del mínimo de conocimientos profesionales requeridos y por tanto no han logrado el desarrollo de habilidades y competencias fundamentales para la gestión laboral lo cual han profundizado las desigualdades con otros países de Latinoamérica. Estos jóvenes desfavorecidos no solo han perdido dos o tres años de estudio, sino lo que pudieron haber aprendido, lo cual los pone en condición de rezagados en más del doble de los mejores favorecidos de otros países ampliando aún más la brecha del conocimiento. Todas las métricas de aprendizaje están empeorando drásticamente y afectan a muchas otras áreas de la vida de la universidad y de su comunidad.

La calidad de la educación en las universidades está directamente relacionada con la remuneración de su capital humano y que por la condición de deterioro a la que están sometidas no pueden atender sus responsabilidades. Al imponer el régimen un instructivo unilateral mediante la cual fijan una tabla de salarial humillante destruyen los niveles de competencia, los derechos sociales y las reivindicaciones laborales los cuales son derechos adquiridos se pierden de un plumazo.

Frente a la necesidad actual de gestionar la continuidad de las actividades universitarias, y de recuperar los aprendizajes se gestiona la reapertura a clases de manera presencial, pero ella está condicionada por la política salarial impuesta por el régimen. En ella se impone una remuneración a tabla rasa por debajo incluso de la canasta básica alimenticia profundizando de esta manera ya no la calidad de vida sino la precaria condición humana con salarios vergonzosamente bajos que determinan que los docentes se aparten de su vocación educativa, migren o intenten sobrevivir al hambre y a la humillación, escenario que podríamos describir sin exagerar como una tragedia.

Esta detestable política laboral impuesta e inconsulta, ha provocado dificultades para reinsertarse en la universidad y de atender el llamado de las autoridades universitarias para el inicio de las actividades. Esas autoridades eternas y además colaboracionistas con el régimen se han dejado arrebatar la administración universitaria, dejando que las políticas de recursos humanos las maneje el régimen directamente convirtiendo de hecho a las universidades en direcciones de línea del ministerio de educación universitaria.,

Se ha eliminando la convención colectiva autónoma la cual ha sido sustituida por otra gobiernera, centralizada y montada por esquiroles sindicales oficiales, traducidas en un instructivo que viola los derechos de irrenunciabilidad de los derechos laborales, y la progresividad establecida en acuerdos, en la propia Constitución y Ley de Universidades incluso, forzando la eliminación de esta última mediante un proyecto oculto que impondrán casi inmediatamente.

La universidad venezolana ve absolutamente restringida y mermada su misión, objetivos y valores. Está siendo obligada a someterse al régimen cuya intención es de aplicar el modelo político socialista y ejercer el control omnímodo de todo el sistema universitario, reducir a su capital humano a sus designios sin importar las consecuencias, violando sus derechos adquiridos legalmente establecidos en convenciones laborales, la Constitución, leyes y reglamentos en una evidente estafa salarial en claro desprecio a su condición y conocimiento.

El llamado de las autoridades universitarias a clases presenciales  se hace imposible ante el hecho que se impone una política salarial que no permite vivir sino sobrevivir, que las remuneraciones no cubren siquiera la canasta básica y mucho menos transporte, libros y el decoro personal, aparte que no se cumplen los estándares mínimos de funcionamiento de sus instalaciones las cuales solo están siendo  maquilladas por empresas y funcionarios  del  régimen donde las autoridades universitarias de manera engañosa afirman que ellas dirigen tales acciones.

En ese contexto, es cuesta arriba afrontar la recuperación universitaria y regresar a clases en las condiciones actuales y, adicionalmente, la dificultad de articularse con la universidad del futuro y atender los nuevos requerimientos de una sociedad tecnológica. Todo un reto que para resolverlo estará condicionado irremediablemente al cambio del modelo político. Ello solo se logra con la protesta, la movilización masiva, y lucha sostenida en búsqueda de la libertad y la democracia.


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