Los tradicionales paradigmas del relacionamiento de Estados Unidos con América Latina paulatinamente han venido evolucionando de forma importante, no solo por la emergencia de nuevos actores en el concierto internacional que le disputan la hegemonía global, sino fundamentalmente por causas atribuibles a los cambios internos que se están operando en ese país.
En primer término, existe un cuestionamiento importante, de muchos miembros de la comunidad internacional, al liderazgo de Estados Unidos como consecuencia de una política internacional basada en la doctrina de la confrontación, amenazas, aplicación de sanciones y restricciones de diversa índole que le han generado un creciente aislamiento y rechazo y ha obligado a la actual administración al establecimiento de una nueva visión estratégica, basada en priorizar, en primera instancia, la aplicación de diferentes mecanismos de presión para lograr determinados objetivos estratégicos; simultáneamente la ampliación del presupuesto militar, el aumento del número de efectivos militares en diversos países del mundo, la creación de tropas élites, dotadas de importantes avances tecnológicos, para el ataque y la defensa, y a tratar de solucionar los conflictos por vía de la negociación bilateral sin el concurso de las instituciones internacionales creadas para tales efectos. Sobre el particular, actualmente Estados Unidos se confronta bilateral y fuertemente, en diversas áreas, con Venezuela, Cuba, China, Corea del Norte, Rusia, Irán e Irak.
Por otra parte, ese país ha comprendido que la magnitud de los problemas que experimenta, tales como la relativa dependencia energética, prevención del cambio climático y la polución ambiental, manejo adecuado y consensuado de los problemas migratorios, combate a las redes del crimen organizado, terrorismo y narcotráfico, la recuperación del liderazgo global y regional, la expansión de su crecimiento económico, el control del uso de la energía nuclear, control de los importantes avances de la revolución tecnológica, así como el control de las amenazas contra su seguridad, entre otros, son retos superiores a su capacidad individual para resolverlos y que le demandan y obligan perentoriamente a la búsqueda de un nuevo diálogo, cooperación, solidaridad y entendimiento con la comunidad internacional.
Por otra parte, la fuerte turbulencia económica que durante los últimos años ha sacudido a Estados Unidos ha dado lugar a una visión que propende a establecer que la crisis que los sacude es producto de la responsabilidad colectiva, de las administraciones anteriores, de los diferentes factores económicos, incluyendo al Estado; por tanto, la solución a los problemas financieros, recesión económica y desempleo también son tareas de responsabilidad colectiva y por ello le exigen a los agentes económicos y a los grupos de poder, más cooperación y observancia de medidas regulatorias adicionales a las existentes para asegurar que su desenvolvimiento no afecte la vida económica del país. Como corolario de esta situación ha aparecido un dinámico y aguerrido movimiento social, integrado por personas procedentes de diversos orígenes y que responden a diferenciados intereses, que cuestionan profundamente a las “élites” que gobiernan al país y demandan mayor participación en la definición de las acciones que se adopten para solucionar la crisis de la economía y en las decisiones que se adopten para conducir la marcha de la sociedad norteamericana
No menos importante que lo anteriormente señalado es que la población de latinoamericanos que hoy vive en esa nación, en cifras del año 2015, representa aproximadamente 15% de la población total y 7,4% de los electores registrados. Igualmente, los hispanos van adquiriendo importancia política creciente no solo por su potencial electoral sino también por ir paulatinamente copando importantes posiciones en la administración norteamericana, en los cuerpos legislativos federales y estatales y en las alcaldías y gobiernos locales. Para las elecciones de 2020 crecerá la importancia electoral de la comunidad de latinoamericanos en Estados Unidos como lo evidencian los primeros indicios de los contenidos de las plataformas de campaña electoral de los aspirantes a la nominación del Partido Demócrata y de los eventuales aspirantes del Partido Republicano. Asimismo, cada vez más, los hispanos contribuyen con su fuerza de trabajo a la generación de un no deleznable porcentaje del PIB.
Estas circunstancias hacen prever que los paradigmas de relacionamiento de Estados Unidos con Latinoamérica evolucionarán en el tiempo y podemos esperar que sean otras, por exigencias del desarrollo de los países involucrados, las formas inteligentes como, en el futuro, se relacionarán ambas regiones.