A un cuando pareciera que a Estados Unidos no le importan las amenazas invasivas de China o Rusia en Latinoamérica ni sus apéndices socialistas tropicales, pareciera que dentro de su política de Estado y en el vasto margen de su proporcionalidad como potencia mundial sí empieza a importarle, esta vez de cara a las nuevas amenazas contra Occidente, contra su estabilidad económica y militar, que evidentemente vienen a perturbar la estabilidad, la idiosincrasia y la paz hemisférica, como ha quedado evidenciado en recientes declaraciones y participaciones de Laura Richardson, jefa del Comando Sur de Estados Unidos en Argentina, y que bajo otros términos, ha ampliado dicha temática en la Novena Conferencia de Seguridad Hemisférica en Miami, posteriormente en Panamá, en un reciente encuentro con altos mandos militares y en otros foros.
«El Plan Marshall fue muy eficaz y eficiente», expresó la mujer de las armas en Estados Unidos, lanzando la interrogante de cómo ahora, en esta nueva realidad, podría hacerse algo similar en el hemisferio, partiendo de la base del apoyo económico y de proyectos de ayuda en millones de dólares que ya existe. Estas palabras motivadoras abren el debate acerca del modelo de cooperación que ejerce la nación del norte sobre el resto del continente. De este planteamiento, sin embargo, deben abrirse otros escenarios, más allá de la mera cooperación económica, como por ejemplo la necesidad imperante de un mejor conocimiento de la práctica política y de la historia, muchas veces desconocida en gran parte, lo que ha ocasionado graves reveses desde el marco de la solidaridad y la cooperación internacional de Estados Unidos hacia Latinoamérica, tales pueden ser los casos de Nicaragua, Venezuela, Cuba y, más lamentablemente, Haití.
Se habla de una «nueva alianza» entre el norte y las naciones democráticas latinoamericanas. Eso suena muy bien, ahora lo que debe hacerse es llevar adelante esas buenas intenciones, tanto por los aspectos del desarrollo económico como por las amenazas injerencistas de Rusia, China, Irán y otros países. Estos, en realidad, no aportan al verdadero desarrollo económico y, por el contrario, perforan gravemente la identidad latinoamericana.
En dichos foros las palabras de la jefa del Comando Sur cayeron muy bien a los oídos de los asistentes y de la comunidad internacional en general, pues una luz de esperanza colocó en sus palabras al señalar la viabilidad de ejecutar un nuevo Plan Marshall como el de 1948, que creó Estados Unidos para la devastada Europa, después de finalizada la Segunda Guerra Mundial.
Y por si fuera poco, también la Unión Europea recientemente ha dicho lo mismo a pocas semanas de llevarse a cabo la III Cumbre Celac-UE de Jefes de Estado y de Gobierno en Bruselas, al dejar entrever la posibilidad de implementar una gran ofensiva económica del viejo continente hacia Latinoamérica, para redimensionar la llamada «asociación estratégica» y reforzar un plan birregional que genere prosperidad financiera, lo cual queda por verse y que, de llegar a darse, deberá sincronizarse (o condicionarse) al advenimiento de democracias plenas, sobre todo en países derruidos por el totalitarismo socialista y el fracaso estatista en naciones como Cuba, Bolivia, Nicaragua y Venezuela, entre otros.
Richardson ha dejado claro que Latinoamérica no se beneficia de los recursos que China extrae de la región, lo que está demostrado hasta la saciedad que así es en los países en los que esta ha hecho grandes inversiones, entre ellos Colombia y Argentina. «Los chinos extraen todos estos recursos de la región. Debe ser preocupante», dijo y agregó que tras estas economías que no dejan nada en nuestra región, está además la injerencia en las redes y los ataques cibernéticos que implican severos riesgos y peligro a nuestros sistemas de datos y seguridad, lo cual es una preocupación nacional, regional y continental.
Otro de los señalamientos hechos en Panamá ante los mandos militares fueron sobre las amenazas contras las democracias que llevan a cabo gobiernos autocráticos y totalitarios, poniendo ya en la agenda política el dedo en la llaga y nombrando directamente «enemigos» a quienes están contra Occidente, quienes se empeñan en reemplazar las democracias en proceso de consolidación por regímenes totalitarios. Es obvio que sin dar nombres de países en concreto, ella se refirió a los que pertenecen al circuito del socialismo, del castrocomunismo, que a todas luces están dando señales de debilidad, de fracaso perenne y de inviabilidad de postergación en el tiempo, pero que se empeñan en continuar sus atropelladas metas defendiendo el sentido de casta y opulencia de sus cúpulas y allegados en detrimento de sus gobernados, expuestos al hambre, la miseria, la migración forzada y la muerte.
Su mensaje de unidad para enfrentar las amenazas contra las democracias es contundente. Como también lo es la importancia de la competencia en la construcción y cooperación de «infraestructura crítica» con los países vecinos para combatir el crimen organizado. «Tenemos el pie en el acelerador. Y tenemos que acelerar los procesos para que la seguridad económica sea la seguridad nacional en el hemisferio bajo los controles del imperio de la ley y los derechos humanos», dijo en la Conferencia Anual de Seguridad Hemisférica organizada en Miami por la Universidad Internacional de Florida.
Así las cosas, esta debe ser la hora en que Latinoamérica entera le diga a la jefa del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos, general Richardson: ¿Qué esperamos entonces para echar a andar este gran plan en beneficio de toda nuestra América? Como diría el cineasta Luis Garcia Berlanga en la España de la posguerra con Bienvenido, Mister Marshall, aquella película memorable filmada en Guadalix de la Sierra en 1953: es hora de decir en todo el hemisferio, en toda Latinoamérica, bienvenido un nuevo Plan Marshall, sobre todo en paz, relaciones respetuosas y sinergias mutuas hacia la democracia y la libertad !entre Estados Unidos y Latinoamérica!
El autor es escritor y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista Internacional.