- La deriva estratégica de Biden en la región está desestabilizando la seguridad global
- Estados Unidos necesita corrección de rumbo
- El asesinato de tres soldados estadounidenses en Jordania puede ser un momento decisivo en el desarrollo del conflicto
No cabe duda de que Estados Unidos ha estado involucrado en un conflicto regional de baja intensidad en Medio Oriente durante varios años, que se intensificó gravemente después del ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre de 2023. Además, el acercamiento diplomático del presidente Biden a Irán, piedra angular de su política exterior, no ha logrado ningún resultado concreto a largo plazo.
La guerra en la sombra entre Estados Unidos y sus socios y el eje de resistencia de Irán ha estado marcada por un peligroso juego de políticas arriesgadas e intercambios militares que ahora están avanzando hacia un círculo vicioso descendente. La situación en Medio Oriente es tan volátil que en cualquier momento puede estallar una guerra regional a gran escala. Las repercusiones globales serían asombrosas. Nadie escaparía del impacto.
El asesinato de tres soldados estadounidenses en un ataque con aviones no tripulados en Jordania por parte de presuntos representantes afiliados a Irán que operan en Irak y Siria podría resultar un momento decisivo en este conflicto en desarrollo.
En un año electoral transformador, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, está bajo intensa presión para actuar con fuerza e ir más allá de sus habituales pinchazos armados esporádicos. En una terrible advertencia para la campaña presidencial de Biden en 2024, una encuesta reciente de Gallup muestra que su aprobación es la más baja para un presidente en su tercer año desde Jimmy Carter, quien cumplió solo un mandato.
Es probable que Biden responda con una serie de acciones, incluidos numerosos ataques contra una gama mucho más amplia de objetivos y ciberataques y operaciones encubiertas durante un período prolongado. A pesar de los llamados a ataques directos contra Irán, es poco probable que esto ocurra por el momento, pero sigue siendo una opción si se considera necesario.
La conclusión es que la actual postura militar reactiva del presidente Biden en Medio Oriente ha desestabilizado aún más una región que hasta ahora ya era peligrosamente inestable.
Su renuencia a tomar medidas proporcionales más firmes y su incapacidad para crear un nivel más decidido de disuasión estadounidense en Medio Oriente, particularmente desde el 7 de octubre, han tenido graves consecuencias adversas para la seguridad regional y más allá.
En primer lugar, la vacilante postura militar de Biden ha contribuido a la considerable pérdida de credibilidad e influencia de Estados Unidos en Medio Oriente, lo que ha resultado en un status quo mucho más frágil.
La agresiva diplomacia regional de Biden, encabezada por el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, no rendirá dividendos sin medidas de defensa más firmes. En última instancia, la debilidad de Biden en defensa ha socavado su diplomacia. En Medio Oriente, amigos y enemigos ven a Biden como una pequeña zanahoria y un palo.
Además, el vacilante uso de la fuerza por parte de Biden ha creado un peligroso vacío de seguridad en la región que ha envalentonado a Irán y su eje de resistencia a participar en hostilidades más audaces y provocativas. Desde el 7 de octubre de 2023, han participado en más de 100 ataques contra Estados Unidos, tropas en Irak y Siria.
Además, la renuencia regional de Biden está enviando un mensaje equivocado a los actores deshonestos a nivel mundial, en particular a aquellos que residen en lugares estratégicos importantes que afectan el comercio y la seguridad internacionales. Las consecuencias a largo plazo serán asombrosas si no se hace un cambio serio de rumbo.
Los hutíes en Yemen y otros movimientos de “resistencia” afines en la región continúan explotando la reticencia de Biden en su beneficio. A pesar de los esfuerzos de Biden por adoptar medidas colectivas de seguridad marítima en el mar Rojo contra los ataques hutíes, sus esfuerzos siguen siendo reactivos y en gran medida se perciben como “demasiado pocos y demasiado tarde”. Opera continuamente desde detrás de la curva.
Estados Unidos necesita ir más allá de la deriva estratégica de Biden, comenzar a tomar la iniciativa y dar forma cada vez más a los acontecimientos en la región centrándose en sus intereses fundamentales. Revertir el rumbo requerirá una estrategia más audaz a largo plazo acompañada de acciones más firmes que envíen un mensaje claro tanto a amigos como a enemigos.
Sin embargo, es necesario mantener bajo control las expectativas. La política exterior de Estados Unidos no puede hacer o deshacer a Oriente Medio, ni debería intentarlo. La historia de las últimas décadas ofrece amplias lecciones. En última instancia, las fuerzas y dinámicas internas de la región determinarán su futuro. Sin embargo, las fuerzas externas inevitablemente desempeñarán un papel en la configuración de este rumbo y Estados Unidos necesita desempeñar su papel de manera más efectiva.
Hasta entonces, la administración Biden seguirá estando detrás de la curva y seguirá siendo vulnerable a la multitud de riesgos que amenazan la estabilidad regional y la seguridad global.
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