Mucho se ha comentado sobre la reciente estabilización de los factores de poder en Venezuela. Dicho de otro modo, existe la percepción de que Nicolás Maduro y el chavismo atado al poder han logrado neutralizar las amenazas que se cernían sobre su continuidad al mando del país, al tiempo que la población continúa sus vidas sin mayores expectativas en cuanto a la posibilidad de cambio político y de la ya desgastada «transición» hacia la democracia.
En efecto, pudiera argumentarse que la gesta política ha entrado en un proceso de estancamiento. Simplemente, los factores de poder en pugna se han agotado, y una vez mermadas las fuerzas, prevalece aquel que tenga mayor margen de maniobra. La oposición venezolana no supo –o no quiso– capitalizar el descontento y las debilidades de su contendor, habiendo tenido a su favor numerosas cartas en el juego político, en tanto que el oficialismo, ya avezado en el poder, ha sabido capitalizar los pequeños espacios y rendijas que se le han presentado para mantenerse al mando.
Lo cierto del caso es que es comprensible que, después de 20 años en el poder, una buena parte de la población y la ciudadanía sienta una enorme indiferencia en cuanto a la posibilidad de cambio político. Han sido numerosos los llamados de lucha, los métodos, las tácticas, las estrategias, las promesas, pero al final, por alguna razón u otra, no terminan de cristalizarse las expectativas. Pero al tiempo que se siembran infructuosas promesas de transformación, la vida continúa su irrefrenable ciclo y proceso, y no son pocos los que en medio de la decepción prefieren entregarse a su vivencia o subsistencia, con los recursos que se tengan disponibles, mientras que se deja a un lado la dinámica de participación en toda contienda política.
Este desdén de la dinámica de transformación política ha sido aprovechado de forma provechosa por los factores de poder. Si algo hay que reconocerle a Nicolás Maduro y al chavismo es su capacidad de mutación a los efectos de mantenerse en el poder. De forma sigilosa y soterrada, el régimen ha venido emprendiendo diversos ajustes en distintas áreas, especialmente la económica, la cual es vital para asegurar el bienestar y calidad de vida de la población. Dicho de otro modo, en la medida que el chavismo logre reflotar la economía apaciguará gran parte del descontento de la población, el malestar social, y un buen segmento de las críticas que se ciernen sobre su gestión.
No son pocos los indicadores que permiten concluir que efectivamente se está yendo hacia una transformación del sistema económico, pero no del sistema político del país, razón por la cual las premisas existentes conducen a pensar que el chavismo como factor principal de poder se prepara para una nueva transformación a los fines de retener el poder.
Es indudable que esta transformación debe enfrentar numerosos obstáculos, especialmente aquellos que se relacionan con el tema del aislamiento que vive el gobierno venezolano, y las sanciones internacionales que se ejecutan sobre determinados activos y personeros del régimen. Ello sin duda contribuye a dificultar los cambios, pero no los imposibilita. Al final del día, la historia también sugiere que el aislamiento y las sanciones no son eternas, así como tampoco son infranqueables cuando determinados actores de la comunidad internacional juegan a tu favor en medio de un sistema de connivencia, intereses y tensiones globales.
Ciertamente, la figura de Maduro constituye un lastre para el chavismo que muy probablemente sea removida por algún mecanismo seudoinstitucional en el mediano plazo, promovido por los propios factores de poder que buscan garantizar su continuidad en el poder. Entretanto, la oposición continuará perdida en su laberinto de contradicciones.
¿Significa todo esto que el país entró en una fase de estabilización y normalidad? Está por verse. Por lo pronto, vale destacar que no son pocos los factores que con desdén miran la confrontación política y ven con cierto respiro los aires de dinamismo y recuperación que se han empezado a percibir. ¿Qué tan ciertas serán estas manifestaciones de cambio? ¿Serán sostenibles? ¿Constituye todo un espejismo efectista? Son preguntas que solo el tiempo podrá responder. Creemos, sin embargo, que el reto no es fácil, y la historia también sugiere que la estabilidad política puede resquebrajarse de un momento a otro por los factores más insospechados. Veremos si en Venezuela se cumple esta consigna o el chavismo logra reinventarse ante la adversidad.
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