“¡Estaba cantado!”, clamó Diosdado Cabello.
Yo también pensaba que estaba cantado que entre tantos juicios por corrupción Cristina Fernández de Kirchner (CFK) iba a ser condenada. 6 años por un buraco de 1.000 millones de dólares, le salió barato. En otros países en que las penas dependen del monto le hubieran tocado por lo menos 2 siglos. Es justo que los tenga que devolver y que no pueda ni acercarse —nunca más— a la actuación pública.
Ubiquemos a Diosdado. Una vez coincidí con él; fue cuando definió como “títere” al presidente argentino Alberto Fernández. Diosdado (es el nombre que le pusieron sus padres) es el hombre fuerte de Venezuela. Sin dudas, después del virrey de Cuba, es el más fuerte. Maduro, en realidad, es un Alberto Fernández cualquiera. Chávez lo quiso ladear en su momento, pero no pudo. Diosdado lo tenía bien amarrado: le conocía algunos renuncios y una gran reculada. Cosas que borra la memoria y desaparecen con los relatos.
A poco de verlo y oír todo lo que dijo comprobé que lo que estaba cantado, según Diosdado, era que los fiscales y jueces argentinos estaban a la orden del imperialismo, de la derecha y que la habían condenado de antemano cumpliendo órdenes de las fuerzas más oscuras y siniestras. Las que apretaron el gatillo de la pistola sin balas. Diosdado, que nunca se queda corto, calificó de “tibios” a los argentinos por no salir a las calles a rechazar ese “atentado contra la democracia”.
Nada de hablar de República o recordar a Montesquieu y la separación y equilibrio de poderes; le resultaría difícil explicarlo. Ningún reo en la historia ha gozado de tantas garantías como CFK, la que escupió, ignoró, despreció y “puteó” (dado el estilo de Cristina, las sutilezas no caben) a jueces y fiscales; a todo el Poder Judicial. Y así como hace unas semanas la consigna fue “contra la política del odio”, ahora hay que hablar de “atentado contra la democracia”. El clamor se alzó en Buenos Aires y resonó en Caracas. En cualquier momento retumba por Managua, La Habana y recala en La Paz, para que después lo pare con el pecho, y lo deje quietito, el inefable Lula. Quién más autorizado para hablar sobre funcionamiento democrático que el hombre que compró legisladores a granel, pagando, además, con dineros del Estado. El mismo que cuando revolucionario y dirigente sindical sostenía que en las democracias occidentales y burguesas “a la cárcel iban los ladrones de gallinas” y que los políticos ladrones y corruptos eran ministros o candidatos a la presidencia. ¿Qué les parece?
Y todavía no está definido lo que harán con el caso Castillo, el cual puede que se lo dejen en manos del mexicano AMLO, el que, mientras el imperio se lo autorice, se mantendrá a la izquierda. Un papelón más. Está cantado.