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¿Está la democracia perdiendo la carrera tecnológica? La respuesta podría redefinir el futuro político global

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“La tecnología es un puente hacia el futuro, siempre y cuando no permitamos que nos controle”

En el vértice de una revolución tecnológica sin precedentes, las democracias se enfrentan a un desafío existencial: evolucionar o perecer. El Índice de Democracia Global de 2023 revela una realidad alarmante: de 120 países considerados democráticos, solo 24 alcanzan el estatus de «democracias plenas». Mientras tanto, regímenes autoritarios como China están forjando distopías digitales que hacen palidecer las visiones más sombrías de Orwell. La pregunta es ineludible: ¿Está la democracia perdiendo la carrera tecnológica? La respuesta no solo redefinirá el panorama político global, sino que determinará el destino de la libertad humana en la era digital.

Democracia en la Era Digital: ¿está perdiendo la carrera tecnológica?

El desafío tecnológico para las democracias occidentales es multifacético y complejo. Por un lado, la tecnología ofrece herramientas poderosas para mejorar la participación ciudadana y la transparencia gubernamental. Por otro, plantea riesgos significativos en términos de privacidad, seguridad y manipulación de la información.

Según un estudio del Pew Research Center, el 64% de los expertos en tecnología cree que los sistemas democráticos se verán debilitados para el año 2030 debido a la desinformación digital y la manipulación algorítmica. Esta estadística alarmante subraya la urgencia de abordar la brecha tecnológica en las democracias.

Sin embargo, existen ejemplos esperanzadores de democracias que están liderando la innovación tecnológica. Taiwán, un ejemplo que no puedo dejar de recalcar en mis escritos,  se ha convertido en un líder mundial en democracia digital con su plataforma vTaiwan, que utiliza inteligencia artificial para facilitar el consenso ciudadano en temas políticos complejos. Además, ha implementado un sistema de votación seguro basado en blockchain, aumentando la confianza en los procesos electorales.

La pregunta clave es: ¿Pueden las democracias competir con los modelos autoritarios en el uso eficiente de la tecnología? Los regímenes autoritarios, libres de las restricciones impuestas por los derechos civiles y la privacidad, han demostrado una capacidad impresionante para implementar tecnologías de vigilancia y control social. China ha desplegado un sistema de crédito social que utiliza big data para monitorear y calificar el comportamiento de sus ciudadanos y este esquema se está copiando en países donde hay democracias débiles o de utilería lo que muestra que es un modelo que podría ir expandiéndose hasta dejarnos sin democracia, pero más preocupante, sin libertad verdadera.

Seguir el modelo nórdico: bienestar como pilar democrático

Los países nórdicos ofrecen un contrapunto interesante al debate sobre tecnología y democracia. Estos países han demostrado que es posible mantener sistemas democráticos robustos mientras se adopta la innovación tecnológica de manera responsable.

Finlandia, por ejemplo, ha revolucionado su sistema educativo para formar ciudadanos críticos y tecnológicamente competentes. Según el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA), Finlandia se encuentra consistentemente entre los primeros lugares en educación a nivel mundial. Su enfoque en el pensamiento crítico y la alfabetización digital prepara a los ciudadanos para navegar los desafíos de la era de la información.

En cuanto a la salud, los países nórdicos demuestran cómo la tecnología puede potenciar los sistemas de bienestar. Suecia ha implementado un sistema de salud digital que permite a los pacientes acceder a sus registros médicos en línea y programar citas de manera eficiente. Este sistema no solo mejora la calidad de vida de los ciudadanos, sino que también aumenta la eficiencia del sistema de salud.

Democracias europeas: ejemplo en diversidad y estabilidad política

El modelo político alemán ofrece lecciones valiosas sobre cómo la fragmentación política puede ser una fortaleza en la era digital. Con un sistema multipartidista y un umbral electoral del 5%, Alemania fomenta la diversidad de voces políticas mientras mantiene la estabilidad. Este sistema ha demostrado ser resistente a los extremismos y capaz de adaptarse a los desafíos tecnológicos.

Las coaliciones políticas, comunes en muchos países europeos, representan el arte de gobernar sin mayorías absolutas. En los Países Bajos, por ejemplo, ningún partido ha obtenido una mayoría absoluta desde 1900, lo que obliga a la formación de gobiernos de coalición. Este modelo promueve el consenso y la negociación, habilidades cruciales en un mundo tecnológicamente complejo.

Suiza ofrece un ejemplo fascinante de democracia directa potenciada por la tecnología. Con su sistema de referendos frecuentes, Suiza involucra activamente a sus ciudadanos en la toma de decisiones. En el 2019, se celebraron 3 referendos federales que abordaron temas tan diversos como la reforma fiscal y el control de armas. La implementación de sistemas de votación electrónica seguros ha hecho que este proceso sea aún más accesible y eficiente.

Estrategia para modernizar la democracia

Para que las democracias no solo sobrevivan, sino que prosperen en la era digital, es crucial implementar una estrategia integral que fusione lo mejor de los modelos democráticos occidentales con innovaciones tecnológicas responsables. Esta estrategia debe abordar los desafíos del siglo XXI, caracterizado por cambios disruptivos tecnológicos, y podría incluir, según mi punto de vista, los siguientes elementos clave:

Transparencia digital y participación ciudadana

Implementar plataformas de gobernanza abierta, inspiradas en el modelo taiwanés, donde los ciudadanos puedan proponer leyes, debatir y votar sobre iniciativas.

Desarrollar sistemas de votación digital seguros basados en blockchain, aumentando la confianza en los procesos democráticos.

Fomentar la democracia deliberativa, permitiendo que ciudadanos y expertos debatan sobre proyectos de ley antes de su aprobación parlamentaria.

Estado de Bienestar Integral

Invertir en educación tecnológica y pensamiento crítico, siguiendo el ejemplo finlandés, para formar ciudadanos capaces de navegar los desafíos de la era de la información.

Implementar un sistema de salud universal robusto, utilizando la tecnología para mejorar la eficiencia y accesibilidad de los servicios de salud.

Alianzas de ciudadanos y empresas privadas

  • Fomentar alianzas público-privadas para la innovación social, donde ciudadanos y empresas colaboren en el desarrollo de soluciones tecnológicas que aborden desafíos locales específicos. Por ejemplo, en Barcelona, el proyecto «Decidim» permite a los ciudadanos cocrear políticas urbanas con el ayuntamiento y empresas locales.
  • Crear «laboratorios de innovación cívica» en cada comunidad, espacios donde ciudadanos, startups y corporaciones puedan colaborar en proyectos que mejoren la calidad de vida local. Un ejemplo inspirador es el «CityLab» de Singapur, donde se prueban soluciones de ciudad inteligente con participación ciudadana directa.
  • Establecer un «fondo de impacto comunitario» financiado conjuntamente por empresas y gobierno local, destinado a proyectos tecnológicos propuestos y votados por los ciudadanos. Esto no solo fomentaría la innovación local, sino que también fortalecería el tejido democrático al dar voz directa a la comunidad en las inversiones tecnológicas de su área.

Estos elementos constituirían parte de una estrategia integral que, por supuesto, debe ir acompañada de una cultura política que fomente el diálogo, la colaboración y la participación activa de los ciudadanos. Además, es crucial mantener medios de comunicación transparentes y libres de monopolios que aseguren el flujo de información veraz.

El desafío global: democracia occidental vs control social chino

El contraste entre las democracias occidentales y el modelo de control social chino representa quizás el mayor desafío geopolítico de nuestra era. China ha demostrado una impresionante capacidad para implementar tecnologías de vigilancia y control social a gran escala. Su sistema de crédito social, que utiliza big data para evaluar el comportamiento de los ciudadanos, ha sido implementado en más de 40 ciudades y afecta a millones de personas.

La eficiencia aparente del modelo autoritario chino plantea un desafío ideológico para las democracias occidentales. Según un estudio del Centro de Investigaciones Pew, el 66% de los chinos están satisfechos con la dirección de su país, en comparación con solo el 31% de los estadounidenses.

Sin embargo, esta eficiencia viene a costa de las libertades individuales. Las democracias occidentales deben demostrar que es posible adoptar tecnologías avanzadas sin sacrificar los derechos humanos fundamentales y esto implica fomentar la innovación tecnológica dentro de un marco de valores democráticos.

El futuro político en la era de la vigilancia tecnológica dependerá de la capacidad de las democracias para innovar y adaptarse sin comprometer sus principios fundamentales. La tecnología, como una espada de doble filo, puede fortalecer o debilitar los sistemas democráticos. El desafío radica en canalizar su poder para el bien común y la preservación de las libertades individuales.

La democracia no es solo un sistema político, es una forma de vida que requiere constante cuidado y adaptación. En la era digital, nuestra tarea es reinventar la democracia y no abandonarla nunca.

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