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Esperemos que en el restablecimiento de las relaciones colombo-venezolanas no sean bipolares

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Cumplida la primera fase para el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Colombia con el intercambio de embajadores, se inicia un nuevo camino en el relacionamiento entre dos países en una época hermanos, nacidos de la misma madre y el mismo padre; sin embargo, los intereses políticos llevaron a la ruptura de sus relaciones. La agenda será más que difícil. Complicada por los compromisos que convergen sobre los mandatarios, quienes a simple vista parecieran coincidir; lo cual necesariamente no es así, por razones estratégicas y de supervivencia.

Gustavo Petro es un presidente sin experiencia de gobierno, con solo una pasantía por la Alcaldía de Bogotá, de la cual fue destituido por una decisión administrativa. De inicio, tendrá que consolidar sus alianzas con grupos antisistema, para dar cumplimento a sus sueños y promesas; entre ellos la anhelada paz después de casi 75 años de guerra. Petro, aunque logró a través de pactos tener el control del Congreso, no así lo tiene con los otros poderes fácticos: el ELN, el narcotráfico, la poderosa oligarquía, los paramilitares. Cada uno tiene sus intereses y no están dispuestos a perder sus espacios y cuotas de poder

Del lado venezolano, Nicolás Maduro está consolidado en el poder, tiene una larga experiencia en el manejo gubernamental, legislativo e internacional; cuenta con unas Fuerzas Armadas hasta ahora comprometidas con su proyecto político y aparentemente pareciera no tener viento en contra, debido al fraccionamiento de una oposición, potenciada por unas elecciones primarias.

Partiendo de estas diferencias, dado el primer paso con el intercambio de embajadores, ahora viene la apertura de la frontera; un gran problema para ambos, cada uno tiene sus tiempos e intereses; para Maduro representa un tanque de oxígeno; en cambio para Petro, Venezuela es un punto más en su agenda. Sabe que privilegiar las relaciones con Venezuela, antes que con Estados Unidos, sería un suicidio en primavera, debido a que Colombia tendría mucho que perder, al ser Estados Unidos su principal socio comercial y su reciente condición de socio estratégico de la OTAN representa un cuantioso apoyo en la lucha contra la droga, narcotráfico, terrorismo, etc.

En cuanto a los embajadores, el colombiano igual que el presidente es un ignoto en materia internacional, sus recientes declaraciones al llegar de “que no se dejara manipular por Nicolás Maduro”, además de inapropiadas demuestran su inexperiencia en lo que es la diplomacia y las relaciones internacionales; por el contrario, el embajador de Venezuela es un funcionario de carrera con larga trayectoria en el servicio diplomático.

Pero como la agenda internacional no la elaboran solamente las Cancillerías ni los embajadores, sino que depende de muchos otros actores y factores internos y externos, la cosa se complica. Los temas entre la Casa Amarilla y San Carlos son multidisciplinarios y multidimensionales. Retrocediendo en el tiempo, en el año 1990 luego de los sucesos del Caldas, los presidentes Virgilio Barco y Carlos Andrés Pérez suscribieron el Acta de San Pedro Alejandrino, producto de las recomendaciones de los altos comisionados colombianos y venezolanos, quienes contemplaron temas como migración, narcotráfico, delimitación de áreas marinas y submarinas, cooperación para preservación ecosistema, utilización de recursos naturales transfronterizos, cuencas hidrográficas; temas hoy aún más vigentes en una agenda para el restablecimiento de relaciones y cuya metodología sería oportuno tomar en cuenta en este momento.

No obstante, la seguridad y el comercio son cruciales en este momento. En cuanto a la seguridad hay poco que decir: la guerrilla insurgente como el ELN, las disidencias de las FARC, la guerra de Marquetalia por el control de las rutas del narcotráfico y la gasolina; así como las megabandas criminales y sindicatos armados, la situación no es fácil y se requiere voluntad política de ambos gobiernos.

Por otro lado, la semana pasada se dio por iniciativa del empresariado colombiano un encuentro binacional en la ciudad de Cúcuta, donde asistió el alto gobierno neogranadino, con la presencia del ministro de Relaciones Exteriores, el ministro de Comercio e Industria y las autoridades regionales y locales, mientras que del lado venezolano les tomó por sorpresa. La ausencia de autoridades fue notable. Como en diplomacia la forma y el fondo son parte del todo, el mensaje de Caracas fue claro: el tema comercial es importante pero no urgente; con lo cual se puede inferir que a Caracas le interesa más lo político-diplomático que lo empresarial-comercial.

Dada la crisis socioeconómica que atraviesa el país, el mercado colombiano representa una luz de posibilidades, siempre que el gobierno y empresariado se pongan de acuerdo. Abrir las aduanas con “cero” arancel representaría una nueva estocada al sector productivo, ya es suficiente con la invasión de productos “Made in China”. Dada las debilidades de nuestro aparato productivo, la falta de competitividad y de políticas públicas que ayuden a superar estas carencias, hay la necesidad de una renegociación integral con otros socios comerciales, en particular el Acuerdo de Alcance Parcial (AAP 59) de la Aladi; y el desfasado AAP.C N 28 – Venezuela- Colombia (2012), cuyo objetivo fue definir el tratamiento preferencial que se otorgarían ambos países, y sus efectos con la “Cláusula de la Nación más favorecida” sin dejar la inclusión en algunos de los esquemas del SGP, todas herramientas para potenciar nuestras exportaciones

Colombia ha sabido mantener sus relaciones con la CAN, Mercosur, ha abierto juego con la UE, Estados Unidos y negociado 12 acuerdos de libre comercio. En consecuencia, desde este lado, es necesario contar con el apoyo oficial (crédito, financiamiento, facilidades de exportación), establecer las reglas operativas, tener funcionando la anunciada taquilla única etc.), para tener competitividad en los mercados internacionales.

Con esto queremos significar que no es solo la creación de una ZEE, una ley antibloqueo para evadir las sanciones y restablecer relaciones diplomáticas con Colombia. Hay la necesidad urgente e imperiosa en estos momentos en que pareciera que el alto gobierno tiene la intención de revisar las caóticas políticas y relaciones comerciales del socialismo del siglo XXI, de hacer de Venezuela y sus productos de forma integral un país competitivo e independiente de la renta petrolera.

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