Una corriente de esperanza recorre la geografía de nuestra Venezuela. La lucha de la sociedad democrática se ha encauzado hacia la formación de una alternativa política y electoral que hoy genera un ambiente de esperanza en la ciudadanía. La situación socioeconómica, cultural y política de la nación ha llegado a niveles de hastío e indignación, que la inmensa mayoría de nuestros compatriotas anhelan un cambio en el modelo de Estado y de economía establecida en estos primeros 24 años del siglo XXI.
Asistimos a un evento electoral, pautado para el próximo 28 de julio, con características plebiscitarias, en el marco de un régimen autoritario. Siempre es conveniente recordar que no estamos participando en una elección democrática competitiva y transparente. Vamos a un evento electoral manipulado de forma extrema por una cúpula sin escrúpulos, que lo adelanta violando las más elementales normas de trasparencia, respeto a los derechos de todos los actores, garantía de las libertades civiles y políticas e igualdad ante la ley.
Por esas razones la esperanza cierta que hoy tenemos, no podemos convertirla en triunfalismo. En cada instante debemos tener presente la realidad en la que nos estamos moviendo. La camarilla roja, entronizada en el poder, no cesa un minuto en sus tareas de manipular y hostigar a la sociedad, en su afán por lograr su cometido de dividir, paralizar e inmovilizar a la ciudadanía. Esa política no va cambiar en los días que faltan para el evento electoral del 28/7.
La jornada de este sábado 18 de julio en la emblemática ciudad de La Victoria, en el estado Aragua, así lo revela. El comando de campaña de la alternativa democrática, Soy Venezuela, convocó a un acto de masas en la ciudad natal de nuestro candidato unitario Edmundo González Urrutia. Bajo el liderazgo de María Corina Machado se convocó a los ciudadanos de esa región para lanzar el mensaje de paz y cambio que encarna la alternativa democrática. De inmediato la camarilla roja convocó un acto paralelo en la misma ciudad, a pocos metros de la concentración de los sectores democráticos.
La respuesta del oficialismo hegemónico y arbitrario revela su ciego empeño en sabotear la lucha que libramos. Lo bueno es que estamos marcando la agenda. El madurísimo ha perdido la iniciativa y solo adelanta su perversa acción para boicotear y restar impacto a las iniciativas de María Corina y de los favores políticos que acompañamos esta lucha.
La sola línea del marcaje y del paralelismo evidencia una pérfida conducta de parte de la cúpula roja. Pero ella lleva implícita una serie de acciones destinadas a reducir los impactos de la campaña opositora.
Además del evento transportado, alimentado con funcionarios, reforzado con soldados, policías y alumnos de las escuelas de los organismos de seguridad, lanzaron en las horas previas a la actividad una ola de rumores de terror destinadas a paralizar la participación ciudadana. En La Victoria anunciaron que habría una segunda batalla. Que venían en camino escuadrones motorizados de los colectivos de Caracas, Los Teques y Valencia. Que ardería Troya en las calles de La Victoria. De hecho, se ejecutó una toma policial y militar de la ciudad. Las alcabalas policiales y militares en las rutas hacia La Victoria dedicaron la mañana a hostigar a los ciudadanos que se trasladaban hacia la zona, en tanto que habilitaban la circulación rápida de la romería de autobuses, que desde los estados y ciudades periféricas se desplazaban para alimentar el acto del oficialismo. En paralelo el gobierno cerraba hoteles, censuraba programas de opinión y prohibía a los medios de la región informar del evento democrático.
Aun así, la ciudadanía aragüeña y victoriana, rompiendo el cerco creado sobre la histórica ciudad se desbordó por las calles y lograron escenificar un evento cargado de emociones y lleno de esa esperanza que hoy alimenta a nuestra nación. La táctica del Estado-PSUV fracasó de nuevo. Para nada valió la guerra psicológica del terror, para nada les sirvió el acto paralelo, ni el hostigamiento policial, mucho menos los centenares de autobuses con los cuales colapsaron la entrada principal a la ciudad de La Victoria. Los ciudadanos pacíficamente superaron esos obstáculos y llenaron de alegría, con su multitudinaria presencia, aquel acto de esperanza y fe en la Venezuela por venir.
La Victoria nos vuelve a alertar de lo que son capaces de hacer. Nos llama a la reflexión de que debemos mejorar nuestros niveles de organización, difusión del mensaje y defensa del voto. La barbarie roja no cesará en su política ventajista, corrompida y abusadora. Continuarán usando los recursos materiales, logísticos, financieros, comunicacionales y humanos del estado para generar la desesperanza y para tratar de burlar la voluntad popular. Nosotros, los demócratas, debemos mantener la esperanza, afinar nuestra estrategia y descartar todo triunfalismo. Solo así podremos garantizar el triunfo de la democracia sobre la dictadura.
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