Pero no una esperanza estática, como esperando un milagro político y económico que, de pronto, empiece a sacar a Venezuela del abismo. No. Esa no es una verdadera esperanza.
Pienso en una esperanza dinámica, activa, que se fundamente en la lucha socio-política, impulsada, entre otros factores, por las exigencias de la Constitución formalmente vigente para restablecer los derechos del pueblo venezolano.
Los pesares contra esta esperanza son innumerables, en lo político, económico y social. El rechazo a la hegemonía es inmenso pero no hay fuerza que lo represente y dirija.
¿Eso puede cambiar? Tenemos que trabajar para que sea así. Sabiendo que el camino es muy cuesta arriba, pero haciendo un gran esfuerzo para no desanimarse ante los desafíos.
Si el camino estuviera despejado, no tendría sentido el tema de la construcción de la esperanza. Sin embargo, el camino para superar la hegemonía despótica y depredadora es un reto de dimensiones históricas.
Repleto de pesares de toda índole. Por todo ello es que la esperanza tiene que animarse. Después de todo, sí es posible un futuro distinto al presente.
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