- Supongamos que todos los integrantes de la oposición quieren poner fin al régimen de Maduro. Puede argumentarse que en varios casos no es esta la actitud; pero, imaginemos por un momento que es así y que ha sido así. La conclusión hoy sería que nada de lo intentado ha funcionado y, como prueba, sigue el grandulón bigotudo sentado en la silla del poder.
- En 2019 no parecía que volvería a haber fracaso. Guaidó se había convertido en el portador de una ruta como presidente de la Asamblea Nacional y presidente interino. Su tarea era conducir al “cese de la usurpación”. Ya sabemos que desvió el camino, se puso a dialogar, fue autor o coautor de la mamarrachada del 30 de abril, y su inmensa popularidad se ha ido desvaneciendo a lo largo de los meses.
- La convocatoria de Guaidó a reconstruir “la unidad” no ha funcionado ni va a funcionar como la expresa porque no parte de la idea del fracaso de su dirección y de la necesidad un cambio de rumbo. Más bien procura parapetarse en el camino y volver a decir lo mismo. Actúa como si tuviera en el bolsillo a los “60 países” que lo reconocen y pudiera ir con ese apoyo a cualquier ruta, camino, vereda o atajo. El enfriamiento afuera es básicamente resultado de la caída de su apoyo interno, resultado, a su vez, de la estrategia del timbo al tambo.
- El documento titulado Pacto Unitario por la Libertad y Elecciones Libres firmado el lunes pasado es patético. Obsérvese allí que no hay nada que represente un cambio sustancial, una rectificación de rumbos sino una reiteración de lugares comunes que conduce a proponer “una consulta popular, con apoyo internacional, que permita a todos los venezolanos, dentro y fuera del país, expresar la voz del pueblo y manifestar el respaldo necesario para avanzar hacia nuestra libertad, recuperar la democracia y promover el bienestar para todos los venezolanos”, como si los ciudadanos no se hubiesen expresado una infinidad de veces. ¿Volver a hacer una consulta como la del 16 de julio que muchos de los proponentes de entonces se la pasaron por el arco de triunfo?
- Esa descomposición del frente que condujeron los directivos de la Asamblea Nacional en 2019 no la producen ni María Corina ni Capriles, sino la situación de los partidos que han respaldado a Guaidó. Véase que todos los partidos de cierta significación son los que han originado los dirigentes y diputados que se han prestado a las maniobras electorales del régimen; estaban allí, incubándose como parte de la estructura política de esa oposición por alrededor de 20 años.
- Por su lado, Capriles ha saltado al ruedo y aprovechado las complicaciones de la estrategia errática de Guaidó. Ha asumido la derrota casi como marca de fábrica y así ha propuesto la política de “agarrar aunque sea fallo”; si no se logra derrotar al régimen, al menos se tiene una mano metida en la rendija, como él definió sus propósitos. Pareciera la larga venganza de Capriles a todo el ostracismo al que lo condenaron sus vacilaciones y, sobre todo, la percepción generalizada de que no “cobró” su victoria electoral de 2013. Capriles ha aglutinado el frente de la derrota: “a falta de pan, buenas son tortas”
- María Corina, por su lado, ha encabezado la propuesta de la Operación de Paz y Estabilización, que significa una convergencia de las fuerzas nacionales y las internacionales para reemplazar el régimen. Claramente ha dicho que no se trata de una invasión de Estados Unidos mientras habría una paciente espera de los venezolanos. Su posición tiene fundamento en la necesidad de la acción internacional mancomunada con la nacional; lejos de ser discutida y evaluada, ha sido caricaturizada por algunos. Por ejemplo, el escritor Alberto Barrera Tyszka dice: “Es lo que ha hecho María Corina Machado [conflicto continuo con los aliados naturales], la mayor influencer de la derecha nacional en las redes sociales, quien alimenta la fantasía infantil de que Nicolás Maduro no ha caído por la falta de voluntad de los otros dirigentes. Uno de sus aportes a la política del país es la descalificación permanente del liderazgo opositor.”[1] Sin argumentos la descalifica.
- Por su parte, Elliott Abrams, encargado para Venezuela en el Departamento de Estado en la misma línea del descrédito, ha intentado escarnecer las posiciones de la dirigente así: “María Corina es libre de decir lo que quiera. Vive en un realismo mágico y está haciendo un llamado a un plan B, no creo que eso sea una respuesta sensata a lo que la gente necesita. Hay que empezar desde las bases con los venezolanos”. El embajador Story hizo un señalamiento similar contra ella, totalmente irrespetuoso.
- Más recientemente, Maduro se ha burlado de MCM en televisión siguiendo la saga del menosprecio. Lo cual, en su caso, es perfectamente explicable. La verdad es que se muestran felices porque los dichos de los representantes de Estados Unidos parecieran –pienso que equivocadamente- desmontar la tesis de la “amenaza creíble e inminente” sobre el régimen venezolano.
- No se ha propuesto invasión alguna sino concertación de fuerzas nacionales e internacionales. En relación con estas últimas es claro que ha disminuido el entusiasmo de los de afuera. La cuestión es saber por qué. Me parece obvia la respuesta: porque si la dirigencia doméstica se enreda en un diálogo con aquel que se supone quiere derrocar, qué sentido tiene para los actores internacionales ir más allá de donde el interinato quiere o quiso ir. Si la estrategia que plantean María Corina y Antonio Ledezma fuese la adoptada, el apoyo externo habría que reconstruirlo sobre nuevas bases. Por ahora se enfría para Guaidó y algunos vivarachos, estilo Borrell y Samper, buscan usar la propuesta de Capriles que, en el fondo, siempre ha sido la suya –a lo Zapatero- para bailar la danza que toca la Banda de Maduro.
- Este batiburrillo podría causar desconsuelo. Sin embargo, no hay manera de llegar a una posición común que no sea a través de la clarificación de las posiciones. Esto es lo que está en marcha; así funciona la historia que, en las crisis, no suele tener buenas maneras. Siempre recuerdo –aunque no pretendo que sea una predicción- aquel triste diciembre de 2013, el año en el cual Capriles no “cobró”. A los pocos días, en enero, se volvió a levantar la esperanza con “la Salida”, con cientos de miles en la calle por meses, también enterrada luego en el pantano de las negociaciones con el régimen.
- La unidad viene de la diferencia y de la clarificación de posiciones. Es un resultado y no una premisa. La unidad se propone objetivos que, una vez definidos, permiten congregar la pluralidad alrededor de ellos. No hay unidad primero para ver después qué se hace. Paradójicamente pienso que el camino de la clarificación está en marcha, vendrá luego la unidad.
[1] https://www.nytimes.com/es/2020/09/06/espanol/opinion/venezuela-oposicion.html#click=https://t.co/t3PHxWpYY1
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