OPINIÓN

Espejo, espejito

por Héctor Concari Héctor Concari

 

La idea parece nueva y bastante a tono con los tiempos que corren. No hay que buscar mucho para comprobar como campea el narcisismo, el hedonismo y la búsqueda de la eterna juventud hoy en día. Eso es lo que promete La sustancia del título, un producto reservado a unos pocos. El planteo es ingenioso. A una estrella de aeróbicos defenestrada por la cadena para la cual trabaja se le presenta la oportunidad de acceder a un producto que creará un doble suyo joven y bonita. Algunas precauciones aplican, sin embargo. La más importante es que a pesar de ser un doble temporal, la persona, el sujeto de la práctica sigue siendo uno solo. En otras palabras, la responsabilidad de los actos recae siempre sobre quien inicia el proceso. Conviene detenerse aquí porque más allá del “aggiornamiento” del tema, el gran Robert Louis Stevenson publicó en 1886 El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde que contenía el germen de todas las variaciones que sobre el tema literatura, cine (Persona de Bergman) y cómic (algún memorioso recordará el Satanik de Magnus en 1964) han podido dar.

Así que descartada la originalidad del tema, lo que queda es el ingenio con el cual la guionista y directora, Coralie Fargeat, lleva a cabo la puesta al día. En principio da en el clavo porque todo transcurre en Los Angeles esa ciudad que como maldecía Woody Allen “no bota la basura, la guarda y hace programas de TV”. El mundo de Elizabeth Sparkle (literalmente “burbuja” en español) es un mundo engañoso, frívolo sin más consistencia que una pompa de jabón. Y su vida posee esa misma estructura. Sin su programa Elizabeth (una estupenda Demi Moore), no existe. Pero ese piso creativo y existencial tiene un soporte frágil: el cuerpo. La astucia de la directora está en ese tratamiento de los gestos y el físico. Fargeat ya había dado muestras de su estilo y sus gustos en un filme de 2017 llamado Revenge (Venganza). La trama no era para nada original: una call girl con ambiciones era perseguida en el desierto por tres ejecutivos aficionados a la caza a los cuales puntualmente y contra todo pronostico iba eliminando. A pesar de su banalidad Fargeat lograba un filme intenso, por supuesto feminista con honores bien ganados en el cual primaban algunos rasgos que la sustancia recupera, esta vez con esteroides.

La sutileza no es el fuerte de Fargeat. Sus personajes masculinos son torvos, caricaturescos como Dennis Quaid, productor de la serie y exhiben la obscenidad de su poder a través de un acto que la civilización busca atenuar a través de los buenos modales. Los hombres de Revenge o La sustancia no comen, devoran en cámara lenta, usan sus dedos que luego no limpian y buscan en ese acto asimilar el mundo que les rodea. En ambas películas las acciones de las mujeres son reacciones de venganza o en el caso de La sustancia de resistencia frente a un mundo frívolo que les ha sido impuesto con reglas que no pueden cuestionar. La respuesta no puede ser más equivocada por supuesto. Lo que propone la misteriosa compañía que ¿vende? o por lo menos entrega la sustancia porque nunca sabemos de transacción económica alguna es una lucha contra la inevitable decadencia de la vejez. No hay una propuesta alterna de reciclaje creativo o búsqueda de otro camino. La rebelión de la protagonista no es tal, es apenas otra forma de sometimiento a las reglas del mundo masculino que encarna tan bien el productor de la serie. Un tanto a favor de la película.

En un plano visual el asunto funciona muy bien. Así como en Revenge el escenario era la aridez de un desierto en el cual se desarrollaba la lucha, aquí el escenario es la ciudad, impersonal, fría, por la cual la protagonista pasea su soledad y su progresiva desesperación. Pero llegamos al cuerpo, escenario último del desdoblamiento que propone la sustancia y la perversión de las reglas estrictas (también presumiblemente masculinas) que deben respetarse para hacer buen uso de la sustancia. Y aquí el resultado es discutible. De un tiempo a esta parte el cine de terror prefiere el asco al miedo y el asco es un efecto del cuerpo y sus subproductos. La película dura dos horas veinte y la última y muy larga sección es un recorrido nada sutil por la esperable degeneración del cuerpo. Así como Mr. Hyde para volver a Stevenson, encarnaba lo peor del alma humana, la sustancia libera todo aquello a lo cual el mundo de hoy es adverso: la vejez, las arrugas, la lentitud, la fealdad y los pliegues. La directora , cuyo talento definitivamente no está en la verosimilitud o fineza se regodea en esos antivalores de hoy en un despliegue que no asusta pero repele. Una elección creativa respetable, pero que cae victima de su repetición, y repetición y repetición. “La sustancia” es una película inquietante, curiosa, reveladora de las taras de los tiempos que corren. Le sobran minutos y secreciones.

La sustancia (The substance). EE UU, 2024. Directora Coralie Fargeat. Con Demi Moore, Dennis Quaid, Margaret Qualley.