Con el fin de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Civil Española, muchos europeos se vieron en la necesidad de buscar un nuevo rumbo en sus vidas y emigrar en busca de un futuro mejor. Muchos encontraron en Venezuela este destino.
Entre 1948 y 1961 Venezuela tuvo una experiencia de inmigración masiva. Se estima que la inmigración en este período debió de haber alcanzado la cifra de 800.000 personas, de las cuales 78% era de nacionalidad española, portuguesa e italiana, en orden numérico. En 1961, la población de Venezuela era de 7,5 millones de habitantes, lo que nos da muestra de la importancia de esta inmigración en el país.
La razón detrás de esta inmigración se encontraba en el elevado crecimiento de la economía venezolana por los ingresos petroleros y la falta de oportunidades de los emigrantes en sus países de origen. Este maridaje se complementaba con los conocimientos técnicos, estabilidad y desarrollo cultural que aportaban los inmigrantes europeos
60 años después se produce una emigración desde Venezuela, donde España es uno de los países de mayor acogida por compartir el idioma y por la similitud de costumbres. Se estima que cerca de 300.000 venezolanos vivían en España a mediados de 2019, aunque la mitad de ellos no figuran como venezolanos porque ya han obtenido la nacionalidad española.
Se puede ver que hay grandes similitudes entre ambas migraciones y también conclusiones y aprendizajes que se pueden extraer de las mismas.
En los dos casos había razones políticas de fondo que llevaban a la población a emigrar. La posguerra en Europa hacía que las oportunidades en los países de origen fueran muy escasas. En la actualidad, la situación de casi colapso económico derivada del régimen chavista de Nicolás Maduro hace que la situación en Venezuela presente pocas oportunidades de desarrollo para la población local.
Curiosamente, esta migración que se produce es una migración de ida y vuelta, puesto que muchos de los emigrantes actuales son simplemente los descendientes de los emigrantes de hace 60 años, que además son los que tienen la ciudadanía de origen.
Lo más relevante, sin embargo, es que, a pesar de las adversidades que conlleva la emigración, esta es en definitiva provechosa para ambas partes, puesto que por un lado los países se benefician de una mano de obra cualificada, y por otro los emigrantes se benefician de mayores posibilidades de desarrollo.
Aunque quede lejano en el tiempo, sin duda el imperio español sentó las bases para este intercambio cultural que supone las distintas emigraciones entre España y Venezuela. Un mismo idioma, religión, costumbres y, también, una misma sangre pues gran parte de la población de Venezuela es descendiente de aquellos españoles que poblaron América hace más de cuatro siglos.
La emigración, como hemos visto, tiene su origen normalmente en una situación de dificultad económica. Sin embargo, debido al intercambio cultural y de conocimientos que supone, se muestra normalmente provechosa para ambas partes, sobre todo en los casos donde existen lazos culturales previos que hacen que esta adaptación sea mucho más fácil.