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España está muy enferma

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La semana pasada hemos contemplado la progresión del derrumbe del régimen de la Constitución de 1978. Un derrumbe que, en un caso verdaderamente singular, se está perpetrando desde el propio Gobierno de la nación. Afortunadamente, hay dos pilares de esa Constitución que se mantienen firmes. Uno es la Corona, como se pudo ver el martes pasado en la Comunidad Valenciana y en Castilla-La Mancha. Y el otro el Poder Judicial como se viene demostrando desde que se impidió la toma del control del Consejo General del Poder Judicial por parte del Gobierno.

Lo que se vivió el pasado jueves fue la prueba irrefutable de lo gravemente enferma que está España. Lo que declaró Víctor de Aldama ante el juez fue muy grave. Pero en puridad podría decirse que no es más que un caso de corrupción, más o menos grave que otros muchos casos de depravación que se han dado en el pasado y que ya está en manos de la Justicia. Hasta ahí no deja de ser una manifestación de la condición humana sometida al imperio de la ley. Ni tan mal.

La verdadera manifestación de la seriedad de la dolencia se produjo después. En las Cortes la bancada socialista aplaudía puesta en pie a su secretario de organización, Santos Cerdán que desde la tribuna se defendió de la acusación de Aldama ante el juez de que le había pagado comisiones en negro por un montante de 15.000 euros. España se ha convertido en una sociedad en la que una acusación de corrupción amerita una ovación en pie. Cuando estaba viendo esta escena me vino a la cabeza Adolfo Rodríguez Saá, un peronista argentino ya olvidado por la historia. Rodríguez Saá fue presidente de la República Argentina entre el 23 y el 30 de diciembre de 2001. En esa semana, entre otras cosas, tuvo el valor de ir al Parlamento y declarar el default del país, la suspensión de pagos de la deuda externa con los acreedores privados. Y la cámara ¡lo aclamó en pie! Un presidente afirma que la nación no va a cumplir con sus obligaciones y lo vitorean. Pues algo parecido a aquella decrépita Argentina que tuvo cuatro presidentes en 13 días y que vitoreaba los disparates, es lo que vimos en el Congreso de los Diputados el pasado jueves.

Y ni siquiera estoy seguro de que esa ovación fuera lo peor de lo que allí ocurrió, porque sabedores de la gran sombra de corrupción que se extiende sobre el presidente del Gobierno, su partido y su entorno familiar, la mayoría que sostiene al Gobierno volvió a mantenerse firme a su lado en la votación ese día de la disparatada reforma fiscal del Gobierno.

Esa votación demuestra algo que no por mentira evidente, deja de repetirse cual verdad incuestionable: Es falso que el pegamento de la mayoría que apoya a Sánchez sea la oposición a VOX. Falso de toda falsedad. Lo único que les pega a Sánchez es su capacidad de seguir ordeñándole hasta la última gota, intentando dejar al resto de España totalmente yerma. Y una España yerma sería una España terminal.

Artículo publicado en el diario El Debate  de España

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