Es qué no fue suficiente que convertida en circe, desataste sobre mi toda tu nefaria hablilla, para envolverme como un paludicola con tus quisicosas, y que sellaste en mis labios con cada kataphilein.
No es justo que solo yo me tenga que avasallar en mi tristeza, mientras tú terminas abrazada con tu giróvago frente a esa vitanda playa porque nada pudo determinar el cómo cada dingolondango que decías era tu máxima sinceridad hacia mi, todo concluyó en una filautera ilécebra.
¡Qué baticor! Saber que tus besos y que también llevaban el kohol en las periferias de tu rostro, fueron los mismos besos que embriagados desde esos labios se fueron ante tus catizumbas mintiendo que nunca fui galano sino mandria ¡Total! Qué podría importarte ese dolor, cuando cada palabra tuya la convertiste en cacosmia.
Y como podrás explicarme que tus besos, esos que deslizabas en mi boca como un tripudio ante las melodías que fueron testigos de nuestros encuentros, solo terminaron siendo la sicofanta de cada palabra rahez en que llenaste tus conjugaciones sobre lo que una vez dijiste era un quillotro para tu vida.
¿Fuimos pieles icásticas? ¡Sí! Pero todo se hundió en el averno cuando en una noche de lujuria preferiste ir hacia lo bahorrino y terminar entre las sábanas de la incuria. Desde ese día, nada fue lo mismo, y lo que era letifico, se fue al terreno del occiduo.
Y es que tus besos, fueron aquellos que vestidos de enteógenos una vez desnudos se convirtieron en deletéreos, y fueron los mismos besos que disfrazados de hierofanía, bien supiste sobre quien descargar todo lo avieso de tus labios, en un to run amok.
Y mientras tú vives ese licnobio en apareamiento con ese jarocho, aquí quedo con mi Síndrome de Doose, del cual huiste porque piensas que un ser astático se convierte en parte de una garullada, cuando la realidad es tener que ser condenado a una incongruente hiperestesia, agraviada con la anhedonia que me dejó tu engaño.
Tus besos que eran como degustar un ocal en todos sus espacios, geometrías , solo dejaron entrever sobre mi cuerpo, el mordisco de Eva, para que supieras que estabas desnuda, porque solo fueron panema que ahora retrotraes en cada sicalipsis que envuelves en tus sábanas.
Tus besos que tanto se manifestaban en tus dimensiones como parhelios y que eran reciprocidad perfecta cuando se refrendaba en tus gemidos de cenestesia al llegar mis labios entre la sima y la cima de tu ecuador, los convertiste en niquiscocio cuando terminaste en los brazos de aquel malsin, que apenas si puede mostrar el significado de lo ignaro.
Tus besos con los cuales renació el exergo de mi prosa, hoy, son los mismos besos con los cuales retornó el flébil porque llenaste con esos falsos labios de corona mis palabras para llevar esa misma prosa hasta el confuerzo.
Ni siquiera el Arcipreste de Hita podría salvar en versolari, tanto tósigo que desenfundaste sobre lo que alguna vez fueron pieles icásticas. Por ello, se que algún día tu faramalla, esa que disfrutas con dicacidad en amasiato, levantando junto con él ese infausto velicomen para hacerme el más burlesco de tus acápites, también llegará a su fin, y ese día, otra tendrá que reescribir este escolio.
¡Eso fueron tus besos! Pieles icásticas convertidas en escolio.
@vivassantanaj_