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Ese valiente que indulta golpistas

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La frase de Pedro Sánchez sobre Feijóo, «le han temblado las piernas», es la versión macarra de otra que utilizaba Zapatero para justificar su negociación con ETA y cuestionar a quienes la criticábamos: «Hay que ser valiente para dialogar con ETA», decía. Zapatero era más elegante que Sánchez, y en lugar de llamarnos cobardes a los partidos y movimientos sociales antiterroristas, optaba por llamarse valiente a sí mismo, o a Eguiguren, o al mismo Arnaldo Otegi, que lo hizo y lo sigue haciendo, aunque todavía nos cueste creerlo (impresionante su diálogo con Eguiguren publicado hace un año en El Diario Vasco).

Esto de llamar cobardes a los defensores de la democracia y el Estado de derecho frente a terroristas, delincuentes o golpistas es quizá la perversión ética más grande que ha provocado en España esa permanente alianza entre izquierda y nacionalismo extremista. Y también el factor central que explica el mantenimiento del conflicto nacionalista. ¿Pero quién va a renunciar a sus reivindicaciones inconstitucionales y antidemocráticas, si te colocan en el lado de los valientes? Nadie, por supuesto. No hay más que ver la chulería con la que Rufián desprecia nuestro sistema democrático, nuestra Constitución y a sus defensores, cada vez que toma la palabra en el Congreso. O la consideración con que le trata Sánchez, ese valiente al que no le tiemblan las piernas a la hora de indultar a los golpistas, o de ofrecer ahora a los delincuentes una reforma del delito de sedición, para que ninguno pase por la cárcel, y les sea, además, más fácil delinquir en el futuro.

Y, al final, la fortaleza de una democracia se sustenta en sus valores, y cuando fallan, falla el Estado de derecho y fallan las instituciones. Y cuando un Gobierno coloca en el lado de la virtud y de la valentía a quienes asaltan las instituciones democráticas, y llama reaccionarios a quienes cuestionan a los asaltantes, no hay manera de fortalecer cultura democrática alguna, ni de erradicar el extremismo y el golpismo.

Y todo ello con una descarada doble moral y sin inmutarse en la mentira. Con encendidas exigencias de represión ante cualquier actitud antidemocrática de grupos de extrema derecha, qué decir de los violentos, y con una permanente manipulación de los conceptos. Ahora, con esa mentira sobre la sedición y su supuesto benigno tratamiento en otros países. Sin aclarar que otros países son más bien mucho más duros que nosotros, como Alemania, cuya propia Constitución prohíbe las asociaciones «dirigidas contra el orden constitucional» (artículo 9), y declara inconstitucionales a los partidos políticos que «pongan en peligro la existencia de la República Federal de Alemania» (artículo 21) Después, como bien ha aclarado el Supremo, los Códigos Penales son tan duros o más.

Zapatero pasó de llamar valientes a Otegi y Eguiguren a legitimar la dictadura chavista, otro acto de valentía al que se dedica ahora, y Sánchez espera sostener su Gobierno legitimando el extremismo independentista. Ahora como en la época de Zapatero, la defensa de los valores democráticos, o del simple cumplimiento de la ley, quedará en manos de los cobardes que se niegan a ceder a exigencias tales como adaptar el delito de sedición a las necesidades de los delincuentes.

Artículo publicado en el diario El Debate de España

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