OPINIÓN

Ese hombre sí camina – Parte XIII

por Antonio Guevara Antonio Guevara

La barbería del hotel Tamanaco

Un estudio, publicado en el New England Journal of Medicine y divulgado en su tiempo por CNN, probó la eficiencia de las barberías para los hombres, en materia de salud, por encima de los consultorios médicos y los mostradores de la farmacia. Los problemas de la presión arterial alta y otras secuelas del estrés, derivados principalmente de altas responsabilidades, arrojaron resultados altamente positivos en los hombres que hacen rutina en las barberías y manifiestan fidelidad de clientela. Los barberos en eso compiten con los barmanes y con las masajistas de los spas. Ante los barberos, los cantineros y las masajistas, los hombres le sacan el freno de mano a la lengua y se van en rueda libre y sin bridas, en cualquier tipo de confidencias. Médicos, psicólogos y terapistas siempre tienen la medalla de plata ante aquellos profesionales. Eso lo saben los organismos de inteligencia mejor que nadie. El barbero es un artista y hace de esto, un conocimiento ecuménico. En sus orígenes hacía sangrías, drenaba furúnculos, sacaba muelas, practicaban cirugías, hacían amputaciones, aplicaban enemas, arreglaban roturas de ligamentos, extraían piedras del riñón, trataban heridas, sacaban quistes, limpiaban oídos, y formulaban ungüentos. Y hasta se permitían la licencia de hacer un ligero masaje en el cuello. Al final ofrecían una bebida. Lo siguen haciendo. De manera que el barbero en esos tiempos es la integralidad del barman, de la masajista, del psicólogo, del médico, del odontólogo y… del barbero propiamente dicho. El ministro Ochoa era en esos tiempos antes del 4F, durante y hasta después, uno de los asiduos de la peluquería de Antonio, en el hotel Tamanaco. Un ícono de la ciudad. La barbería del hotel Tamanaco era para ver y dejarse ver. Los sábados, después de pasar a primera hora por el sillón, las tijeras y la clásica navaja Parker con brocha y espuma, era obligatorio pasar al restaurante contiguo a hacer del desayuno, un cierre adecuado de la mañana caraqueña. Ustedes no se imaginan cuántos problemas de la actualidad de Venezuela se lanzaron en la sobremesa, después de un yantar criollo con caraotas refritas, cochino frito, queso rallado, arepitas, jugo de naranja y un espumoso café con leche de cierre. Otro asiduo de esos predios, después de su regreso al país como embajador de Venezuela en Francia, lo era el ex fiscal general de la república durante el enjuiciamiento y defenestración del expresidente Carlos Andrés Pérez. El doctor Ramón Escovar Salom. La barbería como un restaurante siempre han sido un lugar de encuentro, de intercambio y de conversaciones ligeras que dependiendo de cómo se procesen, se pueden convertir en gruesas. Nunca he podido averiguar por qué en el poste de barbero, ese tubito giratorio que hace de antesala, están los colores de la bandera de Francia. El país galo, donde el ministro realizò su curso de comando y Estado Mayor, enviado directamente por el propio presidente Pérez, así como otros temas, es una buena excusa para un desayuno después de la colonia en los cachetes, el cepillo para borrar cualquier vestigio de pelos en el flux y la sonrisa con la que despiden los barberos a todos los clientes sin excepción no importa que sean ministros de la Defensa en ejercicio o exembajadores en Francia sin ejercicio. ¿Desayunamos, ministro? El barbero le entregaba el testigo al mesonero.

Déjeme terminar con esto de la agenda política. Yo no entendía cómo esta imagen del ministro de Relaciones Exteriores, con los destrozos de las bombas lanzadas desde los aviones de los golpistas del 27N, expuestos en Miraflores aún y en otros sitios de la capital, podía insertarse en un primer plano de los principales periódicos de circulación nacional. Y girè instrucciones bien precisas para hacer una investigación profunda, que me proporcionó más elementos para la confirmación. Si alguien estaba seguro en las fuerzas armadas nacionales de cerrar su carrera militar con el cargo de ministro de la Defensa, durante mi ejercicio, lo era el general Ochoa. Amigo de la familia, respaldado por una carrera militar exitosa, personalmente decidí enviarlo en su momento a Francia a realizar su curso de Estado Mayor, abogado, con amplias relaciones en el medio político, y ya había pasado por los cargos que lo respaldaban militarmente. No existía ningún obstáculo para una decisión a favor de él, en su carrera hacia el ministerio. Mientras hacía antesala para ese cargo, lo recibía en audiencia sin estar en agenda, mientras fui candidato presidencial y luego como presidente. Si a alguien le tenía suficiente confianza como para hacerle consultas sobre el sector militar era a él. A cargo de esa confianza descansè mis investigaciones y decisiones sobre lo ocurrido con la famosa movilización de los tanques en octubre de 1988, la renovación de los cargos en el Alto Mando Militar en 1989, el pase a la situación de retiro del general Alliegro y el relevo en el ejército y la designación del general Troconis en la jefatura del Estado Mayor Conjunto, la designación de mis edecanes en el primer gobierno como integrantes del nuevo Alto Mando Militar, y las historias de los complots develados en 1989, 1990 y 1991. Todo lo que ocurría en materia militar durante esos años, la voz principal, la de mayor confianza, recaía en una sola persona. Antes de su designación oficial como ministro, mi principal asesor en materia militar era él. In pectore. Lo sabíamos ambos y eso hacía de una seguridad en el cargo a futuro. Esas ilusiones formadas en torno a la posibilidad de la designación de un ministro de la Defensa en 1991 distinto al general Ochoa eran eso, ilusiones. De manera que esa investigación profunda sobre esa fotografía, ordenada en un entorno de confianza, me dio suficientes datos para confirmar lo que era vox populi en materia de lealtad en los más altos niveles. ¿Cómo se justifica una inversión millonaria con ARS publicidad antes de 1991, para pulir y proyectar una imagen más allá del cargo de ministro de la Defensa? ¿Qué lecturas se pueden hacer de los gabinetes de sombra semanales, en la casa ministerial, con el general Olavarría, con el general Santeliz, con el general Müller Rojas, con Luis Castro Leiva, con Bernardo Álvarez, con José Hernández, con Luis Mantellini o con Mauricio Gómez Leal? Allí no se trataban asuntos relacionados con el apresto de las fuerzas armadas nacionales, con su despliegue operativo, con el sistema de raciones y los uniformes de los soldados, con el mantenimiento de los F16, ni de las fragatas misilisticas; y menos para desarrollar los planes contra Colombia para impedir una nueva incursión el golfo de Venezuela o para imposibilitar el desarrollo de un nuevo Caracazo. Eso era política pura y dura. Y el objetivo de ese marketing político y de esas reuniones solo apuntaba para la primera magistratura nacional. Eso ya no es para vender la trayectoria militar con miras a facilitar una decisión favorable para el cargo de ministro de la Defensa. Que ya estaba seguro y en ejercicio, y el camino se lo había allanado la vinculación familiar y su trayectoria profesional. Por encima del cargo de ministro de la Defensa solo está la Presidencia de la República. Toda esa iluminación surgió con esa fotografía del canciller con la pistola en la mano, rodeado de militares, mientras la aviación bombardeaba la capital. La imagen de un hombre fuerte, valeroso, enérgico, y de acción, con vinculaciones al medio militar, hacen de un perfil idóneo y habilidoso para relevar a un presidente que ya había caído en desgracia política por una conspiración surgida de los cuarteles y con aliento interesado de muchos de los sectores políticos, económicos, académicos, culturales y de medios. La agenda política del ministro estaba retratada en esa fotografía. A partir de allí hubo mas claridad.

Lamento que solo una fotografía le haya servido de ilustración para aclararle el tema de la conspiración que estaba en marcha desde mucho antes del 4F. O las conspiraciones, porque al final, la del teniente coronel Hugo Chávez se impuso. Y uno no sabe a la fecha si en yunta con el ministro, con el otro grupo de generales y almirantes, o con el sector civil agrupado en torno a eso que llamaron los notables; o simplemente por encima de todas esas. Usted puede desarrollarnos algo de eso.

Continuarà…