Estoy fregando. Así como lo leen. Eso es insólito existencialmente, para mí. Esas comarcas de las viviendas y apartamentos donde ejercen soberanía la nevera, la cocina, la lavadora, la secadora, los gabinetes de la comida y el fregadero siempre fueron en mi vida anterior terrenos prohibidos. Mi competencia en esos predios se limitaba a abrir la nevera y a cerrarla después de sacar el hielo para el whisky o la lata de la cerveza. El resto de los componentes ni los veía. Y allí se resume mi incompetencia en los asuntos de la cocina. Esta nueva vida de migrante me ha obligado a hacer recorridos más continuos por ese territorio y a pulir mis competencias en el manejo de ollas y sartenes. Por una explicación muy sencilla, si no lo hago me muero de hambre. Por eso, en este momento, estoy fregando. Mientras lo hago, recuerdo que estoy releyendo una buena novela de Agatha Christie en los pocos momentos libres que me dejan los escritos de las caminatas de este hombre. Se llama El misterioso caso de Styles. Su primera publicación en 1916, y la primera aparición de su protagonista fundamental: el detective Hércules Poirot, en una trama ingeniosa en la que hay que leer hasta el último párrafo de la novela para saber los nombres de los asesinos. Poirot, un pintoresco detective privado belga, con la cabeza en forma de huevo, y un bigote de puntas y tieso que llamaba a la risa, y una capacidad original para aparecer y desaparecer en los lugares de crimen, se hizo amar por los lectores. Por esas razones solo explicables a los textos que estoy desarrollando en este momento, fugazmente asociè al detective Poirot con el general Santeliz Ruiz y entonces me allanó el pensamiento una expresión de la señora Christie de que los mejores asesinatos para sus novelas le llegaban de inspiración, cuando estaba fregando. Y yo estoy fregando. ¿Será un crimen asociar al general con todo el origen, desarrollo y desenlace del 4F? Desde 1962 cuando se graduó –es compañero del ministro Ochoa– en toda parada orquestada, en cada conjura enhebrada, en cualquier complot zurcido, en toda intriga militar, en todo género de maquinaciones y confabulaciones palaciegas, el nombre del general ha estado asociado con una capacidad para aparecer y desaparecer como la del detective belga. Hay un alzamiento militar en la Escuela Militar en 1961 y allí está el brigadier Santeliz asumiendo un protagonismo. Siete años después en 1968, antes de las elecciones presidenciales hay una reunión de un grupo de oficiales con el candidato Rafael Caldera y Pedro Pablo Aguilar y allí están los tenientes Santeliz y Ochoa ¡Sí! Los tenientes Santeliz y Ochoa. Pidiendo en nombre de las fuerzas armadas que se respetaran los resultados electorales. Nueve años después en una habitación del Círculo Militar el hombre de los bigotes afilados le pide a su compañero Ochoa, como comandante del batallón de custodia de la Casa Militar del presidente Pérez, que lo detenga y asuma la responsabilidad de una conjura. Estos datos, por supuesto, la señora Christie los pone a formar parte de la famosa libreta de anotaciones del detective para, en el párrafo final, determinar: este es el asesino. En el que no necesariamente es el mayordomo. En 1982 hay un rumor de una insurrección contra el presidente Herrera, y adivinen quiénes estaban allí con la distribución de los cargos ya cerrada, especialmente el de canciller. No se los voy a mencionar para que ustedes se lo lleven de tarea para su casa. Hasta que seis años después se mueven inexplicablemente los tanques del batallón Ayala hasta Miraflores y La Viñeta el 26 de octubre de 1988 y cuando se inician las investigaciones y los interrogatorios al mayor Soler a las 12:00 la noche, en las instalaciones de la policía militar, con todos los jefes de los servicios de inteligencia que se hicieron presentes en la estrecha oficina del jefe del departamento de investigación de la policía militar, llegó inexplicablemente como dando saltitos y, por supuesto, hubo espacio para hacerle un lugar al pintoresco detective y su bigote engrasado presidiéndole la cara. El método más básico para sacar conclusiones en inteligencia sin rebusques tecnológicos ni esfuerzos agobiantes de procesamiento, es el de rabo de cochino, pata de cochino, trompa de cochino, etc. El 4F, después de un largo periodo de desaparición aparece en pleno esplendor de la crisis militar en el despacho del ministro de la Defensa, en el Palacio de Miraflores y en el Museo Histórico monitoreando las decisiones y cumpliendo encargos de su compañero, negociando con Chávez y dragoneando con quien pudiera tener protagonismo en el golpe; hasta que finalmente es comisionado hasta el Museo Histórico Militar, para trasladar detenido hasta Fuerte Tiuna al teniente coronel Hugo Chávez, rendido y derrotado en su aventura golpista, hasta el quinto piso del edificio sede del Ministerio de la Defensa. Son las 7:00 en punto de la mañana del 4 de febrero de 1992. Las calles de Caracas están desiertas y la población se mantiene encerrada esperando información del gobierno sobre estos sucesos. Yo continúo fregando en la cocina 29 años después y dándole rienda suelta a la imaginación, para buscarle la vuelta y sentido a este crimen. Desde Fuerte Tiuna hasta el entonces Museo Histórico Militar, en un recorrido de ida y vuelta de una comisión tan importante como esa, hay 18,4 kilómetros. Recuerden que es un ida y vuelta. Esa distancia caminando se hace en 4 horas 10 minutos. Hagan el ejercicio, como lo haría Poirot en Google Maps, que no existía en la época. Y en vehículos ¡Sorpresa! 20 minutos. La comisión comandada por el general Santeliz salió a las 7:00 am y llegó a las 11:03 am cuando empezó a subir por el ascensor del ministerio, el teniente coronel Hugo Chávez. El ministro en su libro dice que a las 9:30 am, que también es bastante. Sus colaboradores inmediatos ubican ese evento en el que un Chávez afeitado, perfumado, y correctamente uniformado, con el fusil al hombro al portafusil, llega a la prevención a las 11:03 am en una imagen y una actitud con seguridades de victoria y no de derrota. ¿Qué pasó en esas 4 horas? Creo que es un buen momento para que ustedes se pongan a fregar. En este caso no es necesario leerse todas las páginas ni esperar el último párrafo, como en la novela El misterioso caso de Styles, para apuntar conclusivo que el asesino es el mayordomo. Yo voy a continuar fregando. El coronel Tarazona en los predios de su plano actual, donde no se cocina, tampoco se come y menos se friega, cuando tenga acceso a esto solo exclamarà para sus adentros, con la sabiduría de la puerta que le estuvo cuidando al general Gómez durante 27 años !Umjú!
—Voy a responderle con hechos desde la actualidad hasta el 4F. Después de 23 años de revolución y los seis años que transcurrieron hasta 1998, hay tantas evidencias y tantas seguridades como para aseverar con contundencia el sistema de complicidades presentes antes, durante y después del 4F. A pesar del fracaso militar del golpe, la fragilidad del sistema político permitió que la conspiración política se profundizara a pesar de todas las medidas que se estaban ejerciendo desde la Presidencia de la República. Una de ellas la salida del ministro Ochoa para la Cancillería y la designación del general de la Aviación Iván Jiménez en su lugar. La ratificación del general Rangel Rojas en el Comando General del Ejército y otras designaciones en el Alto Mando Militar fueron decisiones tomadas con el objeto de hacer control de daños y reforzar la seguridad democrática en el retorno a la institucionalidad de los cuarteles que había quedado seriamente fracturada. Es cierto, yo había recibido información por otras vías distintas a la militar, relacionada con esos extraños movimientos en el ejército, incluso mencionando referencialmente al mismo ministro y un grupo de oficiales generales y almirantes que reseñaban como los notables, entre los cuales adicionalmente estaban el comandante del Ejército, el director de inteligencia, este general Santeliz Ruiz y un general de la guardia de apellido Albornoz. Estos últimos, figuras notables e importantes en la revolución bolivariana. Todo eso lo atribuí a la histórica pelea durante los meses previos a julio, que se desarrolla entre los militares venezolanos por los ascensos y los cargos, donde se pone a circular todo tipo de informaciones tendenciosas. Y a eso agréguele que estaban en plena etapa de desarrollo y finiquito todas las compras militares que se hicieron por la crisis militar del año 1987, que se reunieron en un documento de inversión que se llamó el plan global de adquisiciones. Era increíble la información sobre esos extraños movimientos procedentes del Ejército y yo tenía la responsabilidad de presionar al ministro y a los mandos militares, para que la descalificación y la injusticia no afectara a inocentes, y gente respetable y con una trayectoria profesional impecable, entre esos a gente de mi propio entorno. Yo sentí que no podía abrir un espacio para la injusticia. Me equivoqué. Y vea usted cómo, coronel. Mire, el líder golpista que presentaron en televisión el 4F, fresco y seguro con actitud de victoria y no de derrota, ante las cámaras de televisión, contrariando una orden directa del comandante en jefe, fue un adelanto de esas manifestaciones. Desde allí salió para una prisión con consideraciones especiales que yo tampoco había ordenado. En el fuerte Guaicaipuro, en los Valles del Tuy, por órdenes del Ministerio de la Defensa se ordenó la construcción de una cárcel especial para los golpistas, afortunadamente eso se paralizò. Solo revise, coronel, los desarrollos históricos a nivel de la región o mundial, de los eventos parecidos a este del 4F y dígame usted dónde ha ocurrido esa consideración especial y por qué se le debe dar un trato diferencial a delincuentes que han atentado contra la Constitución. Luego está el tema de las reinserciones de los cuadros golpistas con el manejo indiscriminado de la justicia militar para favorecer los sobreseimientos y medidas de gracia para los cuadros medios e intermedios participantes directos en el golpe, que en este momento son los generales y almirantes en quienes se confía para que se haga un rescate de la democracia. Todo eso, dejò el camino abierto para el golpe de gracia del 27N. Sí, me equivoqué. En el plano actual y en el tiempo transcurrido de lo que ellos llaman revolución, no hay necesidad de enhebrar nada para poder concluir esto. El 4F fue mi muerte política. No era esa la muerte que quería. Fui una víctima de mis desaciertos en mis decisiones militares en el segundo periodo de gobierno. También me dolieron mis victimarios. Gente de mi estrecha confianza y en quien había depositado lealtad absoluta, me decepcionó.
—Disculpe la interrupción en la respuesta que me está dando. El relevo del general Ochoa al frente del Ministerio de la Defensa durante esos eventos de crisis militar es una confirmación suya como comandante en jefe, de la complicidad al más alto nivel en la conspiración y una ratificación en la confianza al general Rangel Rojas al frente del Ejército. Esa es la lectura que se hace en la opinión pública cuando se valoran esas decisiones.
Continuará…