OPINIÓN

Ese hombre sí camina – Parte III

por Antonio Guevara Antonio Guevara

En la política y en la guerra, cuando se subestima y se segrega la inteligencia, ocurren las sorpresas. No solamente es un tema del menosprecio y el rechazo de las agencias especializadas, está también el de la manipulación con el objeto de inducir tendenciosamente decisiones. Eso es lo que le da los ribetes de conspiración y la hace punible. La inteligencia siempre es el camino hacia la verdad. Mientras más despejada sea la ruta hacia la verdad, menos distorsiones habrá en el camino y eso facilitara el proceso de toma de decisiones. En la política y en la guerra. En un campo de batalla, antes de que hablen los demás miembros del Estado Mayor, el oficial responsable del enemigo y del área de operaciones – el de inteligencia – lo hace de entrada para iluminar en sus conclusiones lo que hay y sus posibilidades en el tiempo. Eso es un documento muy importante que se denomina una apreciación. Y le facilita sobremanera al comandante, su proceso de toma de decisiones viables. Así funcionan los gabinetes de inteligencia y en general los organismos de seguridad del Estado en su misión principal: recopilar información, procesarla y producir inteligencia. Una decisión es el resultado de manejar previamente inteligencia útil, pertinente y oportuna. Un buen ejemplo de reciente data se podría resumir en el tiempo, en los resultados y en la globalidad, en la decisión que tomó el presidente George Bush para justificar una guerra contra el régimen de Saddam Hussein en Irak como parte de la ofensiva de la guerra global contra el terrorismo, después de los atentados contra las torres gemelas en Nueva York el 11S. Las conclusiones de los informes de inteligencia reportaban la presencia de armas de destrucción masiva como parte del arsenal militar de Bagdad. La apreciación temporal expuso significativos errores en las conclusiones de inteligencia que certificaban estas armas en el gobierno iraquí. Nunca se demostraron ni encontraron hasta el final de la intervención. Como tampoco pudieron demostrarse vinculaciones entre el régimen iraquí y Al Qaeda. En el tiempo, el ciclo de la inteligencia sigue activo, y pueden conseguirse otras evidencias que desmientan o ratifiquen, mientras eso no ocurra, sigue siendo un gran error de la inteligencia norteamericana que originó una decisión del mismo tenor. El tiempo pone en la perspectiva exacta, las dimensiones del error de una decisión en la política y en la guerra. Y estas se miden en daños expresados en muertes, en desplazados que son el equivalente a los 6 millones de la diáspora criolla alrededor del mundo, en la destrucción del país y en las heridas emocionales y morales que se arrastran en el futuro. Como el 4F en Venezuela y su resultado más expreso y real, la revolución bolivariana. Como decíamos de entrada, la inteligencia es el camino de la verdad.

Yo le confieso que el golpe del 4F me sorprendió tanto como a muchos que creían que esa era una etapa superada por los militares venezolanos. Y también considero, dentro de esta confidencia del error de no haber ratificado a los generales Alliegro y Troconis en esa oportunidad, que el golpe fue una consecuencia directa de ese error. Para mí fue una auténtica sorpresa con todos los costos que se han generado y lo siguen haciendo. Ahora, luego, en el tiempo yo he sentido después de múltiples repasos y análisis de todos esos sucesos, que ese golpe no sorprendió a mucha gente cercana en quienes yo había depositado la confianza y de quienes esperaba lealtad al menos. Eran parte de este. Y desde esa percepción que se ha convertido en una realidad en el tiempo, me he convencido del cerco político y militar levantado en mi entorno más inmediato para entregarme información sesgada e incitar en mí algunas decisiones militares. Y acá sigo insistiendo con el tema de la institucionalidad y el profesionalismo. Todo el epicentro de la conspiración se ubicaba dentro del Ejército. Yo pensé que, cerrando el paso de poder de ese componente dentro del Ministerio de la Defensa, las vías de acceso al poder y al centro político se interrumpían y se limitaban en el crecimiento de la conjura. Por eso le di prioridad en los nombramientos a oficiales de mi máxima confianza y a quienes conocía con bastante tiempo. Fue un tema de la lealtad y la confianza personal de oficiales con quienes ya había tenido una relación profesional ya conocida, y eso lo sometí a una balanza donde del otro lado estaba la lealtad institucional y constitucional ya sometida a ensayo en dos duras pruebas que eran del conocimiento público. Me refiero al tema de la corbeta y de los eventos de orden público en febrero de 1989. No funcionó así y esa decisión operó más hacia el aislamiento tendencioso del comandante en jefe hacia el tema militar. Esa es una primera parte del error. La segunda parte de la pifia es la más contundente, nadie mejor para conocer al Ejército que un profesional procedente del Ejército. Durante dos administraciones del Ministerio de la Defensa, las más importantes en términos del crecimiento y consolidación de la conjura decidí asignar esas responsabilidades a un oficial de la aviación primero y luego a otro de la armada. En el tiempo he concluido que esta es la parte más contundente del yerro. A pesar de las altas calificaciones profesionales del general López y el almirante Jurado para ocupar el Ministerio de la Defensa, el ritmo de la confabulación agarró más aceleración en los cuarteles y más vía libre en esos lapsos. Durante dos años, la maraña burocrática del ministerio mantuvo ocupados en puntos de cuenta, en formalidades oficiales y audiencias agendadas, el tiempo eficiente para detener, enfrentar y reducir el golpe de estado. Así fue. Y mientras tanto, desde el ejército se impulsò el complot, se catalizó política y militarmente con la ayuda de un grupo de generales y almirantes, y se engranò superficialmente con algunos sectores políticos, académicos, culturales, intelectuales y de medios. Usted dirá, pero hubo un evento en noviembre de 1989 que fue informado ampliamente al ministro Izaguirre en el ministerio de relaciones interiores, con la detención de los segundos comandantes de batallón implicados en el golpe. Es verdad, todo eso fue notificado. Y en todo eso, especialmente en las conclusiones de la investigación, se metió la mano turbia del grupo de generales y almirantes interesados en difuminar y desvanecer los resultados de ese expediente. Todos esos profesionales fueron reinsertados al Ejército, se les asignaron cargos nuevamente y se les liberò de investigaciones y sospechas posteriores dentro de los cuarteles. Y todos esos militares implicados, posteriormente tuvieron un alto nivel de protagonismo en el golpe del 4F y son actualmente en su mayoría, parte de la dirigencia político militar de la revolución bolivariana. Esas no eran decisiones que correspondìan a un presidente y a un comandante en jefe. Eso es amplitud judicial, investigativa, disciplinaria y administrativa del ministro de la Defensa, del comandante general del Ejército, y de los otros generales comandantes. Y allí hubo un vacío de ejercicio de competencias y amplitudes para descargar, posteriormente, las responsabilidades del momento en el presidente. Desde allí surgió también otra maraña de conclusiones que confundió y tergiversó la verdad de lo que estaba ocurriendo dentro del ejército.  Como ocurrió con la investigación ya mencionada de la extraña movilización de los tanques en octubre de 1988. Y todo eso avanzó a nivel político y militar. Eso no hubiera ocurrido con un oficial general del Ejército en el Ministerio de la Defensa. Sobre todo, con alguien libre de cualquier sospecha de conspiración. Eso fue una falla catastrófica de inteligencia.

Percibo en las entrelíneas de su respuesta…

Yo no doy lugar este momento a entrelíneas, nunca lo he dado. Dígame directamente en lo que no fui claro. A estas alturas de la vida y de la muerte, y sobre todo en este plano, la claridad en esos asuntos de la verdad es lo más importante.

Ya estoy claro que usted asume como un error el tema de la ratificación de los generales Alliegro y Troconis en 1989 y que el 4F es una consecuencia en el tiempo, de ese traspié. Me gustaría que abundara sobre esos extraños movimientos en el ejército y la asociación con un grupo de generales y almirantes. Ese punto no lo profundizó lo suficiente como para manejar una vinculación con la decisión de la ratificación y sobre todo para establecer las responsabilidades históricas ante la opinión pública.

Continuará…