Por ahí salió un mal hablado aspirante a candidato en la primaria a defender la idea de realizar esa elección con el Consejo Nacional Electoral actual, para contradecir la postura esgrimida por algunos, entre ellos Delsa Solórzano y Encuentro Ciudadano, de que la misma tienen que efectuarse al margen del CNE. No resulta para nada baladí el planteamiento.
Reconocer a ese CNE es reconocer al régimen de Nicolás Maduro como válido. Por tanto es desconocer la existencia misma de la Asamblea Nacional y sus resultas. Llama la atención que el aspirante forma parte de un partido que está representado en esa asamblea, la realmente electa por los venezolanos, la de 2015, la reconocida en más de medio mundo. Un planteamiento que ante toda lógica desluce, por descabellado. Veamos, porque no se puede ser tan evidente y públicamente contradictorio en la vida. Por más que ese partido suela bailar al son que le toquen, como nos tiene acostumbrados. La conformación de ese CNE fue producto de una decisión de la que denominan Asamblea Nacional y no lo es, la espuria. El reconocimiento del CNE se transforma de un solo porrazo en alabanza a la AN esa, negada, y en el reconocimiento del déspota mayor. Carece de sentido un razonamiento derivado de esa condensación.
¿Vamos a avalar la no separación de poderes y nos llamamos o nos hacemos llamar demócratas? No me vengan. ¿El planteo lo hacen por comodidad? ¿Por ahorro de churupos? ¿Por malcriadez y lucimiento? No lo sé. El caso es que puso el planteamiento sobre la mesa de un modo sorprendente, al menos para mí. ¿Vamos a enfrentar al régimen con sus propias herramientas? ¿Vamos a dejarle la posibilidad de que sea desde Miraflores que se elija el adversario que pudiera encarar al régimen en una elección? Parece infantil. Aunque así pueda terminar de ser, si el G4 se impone con esa idea, aunque en este momento no me parezca que así pueda llegar a ser definitivamente.
¿Quien confía hoy en día en ese CNE? Eso sería como preguntar quien confía en las informaciones oficiales del despotismo-terrorismo. Si llegado el momento se logra, como se aspira, negociar una salida electoral a la crisis venezolana, en esa negociación tiene que estar un réferi equilibrado. No esto, bufo, que simula ser lo que no es. En esa mesa, utópica hoy, de negociación tiene que haber la ponderación de cómo estará constituido un futuro Consejo Nacional Electoral que sea fiable para todos los venezolanos. No fiable para la camarilla roja. Como ocurre al momento.
No puede entenderse que un organismo que debería ser neutral realmente se constituya con una mayoría «oficialista». Si no puede estar compuesto al margen de la realidad política actual, porque es imposible, el venidero CNE, el que se ocupe de la elección presidencial que debemos presionar hasta el hastío que este integrado de un modo cuando menos equilibrado, deberá ser si acaso cincuenta por ciento con cincuenta por ciento. Un fifty fifty electoral. No menos de allí. Para que verdaderamente pueda integrarse como garante del proceso y los resultados, para que la institución pueda tener al menos una mayor credibilidad que la que arroja la actual, entregada a los designios del poder dominante. Ese Consejo Electoral no sirve por su origen, por su composición, por sus demostraciones desde cuando surgió, por la escasez de credibilidad, porque trabaja con datos añejos que deben ser depurados, por…
Dese luego que con ese CNE no puede realizarse primaria alguna que tenga alguna validez, porque el mismo no la tiene.
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