No tenemos otra alternativa que producir un nuevo país agigantando nuestras capacidades humanas y su productividad. Para ello hay que potenciar al máximo la educación. Nuestros reflejos condicionados en un primer impulso nos llevan a reclamar al Estado petrolero que nos resuelva. Aunque lo sabemos, nos cuesta admitir que ese Estado está en ruinas y es un lastre pesado, más que una solución. Ante esa incapacidad no queda más camino que ponernos a valer como Sociedad Civil, en sus diversos componentes; de manera descentralizada y desde la cotidianidad y las necesidades sentidas primarias. Desde ahí recrear un Estado nacional más pequeño, eficiente y descentralizado, en una sociedad movilizada y articulada en decenas de miles de cuerpos intermedios.
Educación para hacer más con menos
Con el Estado en ruinas la sociedad venezolana tiene que remover sus escombros y construir una nueva realidad donde la productividad no sea una mala palabra neoliberal -como denunció Chávez- sino el motor básico para la resurrección nacional. Hacer más con menos suena a milagro, pero es posible e indispensable, con una profunda transformación escolar y cultural.
Sociedad Civil educadora y renacer de la escuela
Es inútil llamar a la puerta del “Estado docente”, y su cuasi monopolio con gruesa billetera, pues ya no existe. Ahorrémonos esa frustración. Hoy 30% de los niños y jóvenes no acude a la escuela y la mayoría de los que están sobreviven en estado de postración. La educación de los niños nacerá de nuevo en la medida en que renazcamos los adultos como productores de educación en una Sociedad Civil que recrea en la escuela una nueva sinergia entre familia, educadores, nuevo Estado, empresas, apoyándose y exigiéndose mutuamente. Todo partiendo de la pospetrolera convicción de que la riqueza del país no es el oro, ni la plata, ni el petróleo, sino las poco desarrolladas habilidades y capacidades del venezolano. De manera obsesiva y movilizadora debemos actuar como se hizo con éxito en las campañas de vacunación, y en la guerra contra el paludismo, cuando la nación se convenció de que erradicar esos males era cuestión de vida o muerte y ese fue el motor de políticas públicas exitosas. Ningún niño ni joven fuera de la escuela, ha de ser la primera convicción y decisión de cada integrante de alrededor de dos millones de familias que componen los diez millones de niños que cursan, desde el preescolar hasta el fin de la educación media. Son esas familias las que han de lamentar que cientos de miles de educadores de sus hijos hayan tenido que abandonar la escuela porque su sueldo no les alcanza ni para la comida. Volver a encontrarse el niño y su familia con el educador en la ruinosa escuela y juntos atraer la mirada de los que están en el Ministerio de Educación y de toda la Sociedad.
Educación, empresarios y políticos
En ese encuentro de indigencia se han de reconocer unos y otros, cada uno con su insuficiencia y descubrir el crecimiento de las propias potencialidades en alianza con el otro. Tienen que descubrir también que la empresa productora grande o pequeña es imprescindible en la escuela para que esta funcione, e incluso, se reoriente todo el sistema educativo con un nuevo sentido productivo. Los empresarios necesitan descubrir la urgencia de la escuela renacida para elevar la productividad. Es inútil desear y pedir una nueva Venezuela si no somos capaces de producirla social, política y económicamente. En las posguerras no hay que quedarse llorando sobre las ruinas del pasado, sino reencontrarse juntos en la construcción del futuro. En Venezuela estamos al final de una guerra o de un terremoto tremendamente destructivo. La escuela -esas 24.000 escuelas y más- se tiene que transformar en escuela de formación de productores con niños y jóvenes de todos los sectores sociales que se entusiasman con su futuro como productores y van descubriendo en ellos habilidades insospechadas. La escuela, toda escuela, ha de ser capacitadora en oficios del siglo XXI propios de la era digital.
Escuela, salud y alimentación
También el sistema público de salud está en ruina. Por eso, más que nunca durante la infancia y algo más, la escuela de grandes sectores de la población empobrecida ha de ser centro educativo y de atención a los niños en salud (algunos aspectos) y alimentación. Acaba de anunciar la ONU su voluntad de destinar cientos de millones de dólares a Venezuela en ayuda humanitaria. Creemos que esta escuela llamada a renacer ha de ser una de las destinatarias principales de esa ayuda internacional y de otras que vendrán del exterior.
Este encuentro inicialmente se produce en una escuela enferma de múltiples carencias. Ello nos puede dar la sacudida que necesitamos para no continuar como si aquí no pasara nada y solo faltan pequeños cambios de pensum.
Voluntariado y nueva productividad
Así mismo hay que potenciar el voluntariado educativo en diversas instancias de la sociedad. Sobre todo, las universidades tienen que sentirse orgullosas de tener decenas de miles de voluntarios, debidamente acompañados de sus profesores y de la investigación aplicada centrada en rescatar a la educación que agoniza.
Necesitamos nueva productividad con visión social inclusiva, más allá del anticuado y estéril enfrentamiento de izquierdas y derechas. Si llegan al poder, unos y otros no tienen más remedio que desarrollar la economía de mercado con visión social inclusiva de un empresariado que no se suicida encerrándose en su castillo exitoso rodeado de una amenazadora sociedad de pobreza y conflicto. Unos y otros tienen que encontrarse en el desarrollo de la productividad económica en todos los sectores, lo que requiere miles de millones de dólares de inversión y al mismo tiempo hacer ver y experimentar que crece el bienestar social y el reconocimiento de los venezolanos como un “nosotros” que empujamos en la misma dirección para lograr el bien común.